¿Existe algún Benjamin Button entre nosotros? La importancia de la huella genética en la salud y la longevidad
Un equipo de científicos del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Clínico de Valencia ha publicado un estudio pionero sobre los centenarios y la huella genética que dejan en sus descendientes.
'El curioso caso de Benjamin Button' es una ficción en la que vemos a una persona que nace siendo un anciano y muere con el aspecto de un recién nacido.
Su reloj biológico, alterado, nos invitaba a fantasear sobre la idea de la longevidad, aunque quizás no tanto porque a lo mejor ya existen algunos Benjamin entre nosotros que se sienten entre nosotros y nos cuenten sus experiencias.
La genética y la longevidad
Un equipo de científicos del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Clínico de Valencia se ha sumado al reto de comprender la importancia del componente hereditario y de la longevidad.
Ha publicado la segunda parte de un estudio que es pionero sobre los centenarios y la huella genética que dejan en sus descendientes las personas que llegan a esa edad.
El resultado más llamativo ha sido descubrir que los descendientes de personas con cien o más años poseen una huella genética única que los haría menos propensos a sufrir enfermedades al envejecer y con este hallazgo, se va a poder seguir desarrollando lo que se conoce como el envejecimiento exitoso.
Consuelo Borrás es Catedrática de Fisiología de la Universidad de Valencia y coordinadora de esta investigación y en Por fin no es lunes explica cómo se ha realizado el estudio y las principales conclusiones que ha arrojado.
Por ejemplo, asegura que se ha descubierto que las personas que descienden de centenarios "mantienen una expresión de sus genes muy parecida a la de sus padres", es decir, que tienen "características especiales" que probablmente les haga, "con un estilo de vida adecuado, llegar a esos cien años".
¿Cómo fue el estudio?
El estudio utilizó a 63 personas centenarias y 85 descendientes y no descendientes reclutados en el Hospital de la Ribera de Alzira por el doctor Belenguer y el doctor Caranzola, que hicieron pruebas de su funcionalidad para ver cómo se movían, cómo eran capaces de coger las cosas, levantarse, caminar. En general, distintas pruebas que informaban sobre la funcionalidad de esa persona para ver cómo de autónoma era.
"Lo primero que vimos fue que las personas que descienden de centenarios, aunque tenían entre 79 y 80 años, tenían una mejor funcionalidad que las personas que no descendían de centenarios", explica, para después añadir, que una vez determinada esa primera conclusión, procedieron a sacarles sangre para "medir la expresión de sus genes en unas de las células que están en la sangre".
¿La conclusión? "La expresión de sus genes se parecía mucho a la de las personas centenarias y no tanto a la de las personas que no descendían de los descendientes", asegura.