El mapa que salvó miles de vidas por cólera
En Por fin no es lunes Mario Viciosa nos cuenta la historia del mapa que salvó miles de vidas por el cólera. Además, nos resuelve la duda de la semana: ¿Por qué un minuto tiene 60 segundos y no 100?
En Divulga que algo queda Mario Viciosa nos habla del cólera, una enfermedad que ha vuelto momentáneamente a las portadas después de que se encontrara la bacteria en el pozo de una finca de Toledo. Una chica tuvo que ser ingresada con síntomas de esta enfermedad. Ya recuperada, se demostró que no había padecido exactamente cólera, pese a que la típica bacteria causante sí estaba en su organismo. ¿Qué pasó?
El cólera es algo que dejó de producir casos en España en 1979. Pero antes era relativamente común. Desde el siglo XIX, la gente moría en casi cualquier lugar del mundo pero no tanto por la enfermedad en sí, sino porque se deshidrataba al no poderse tratar las enormes diarreas que produce la bacteria. Esto es exactamente lo que sigue ocurriendo en los países donde es endémica. Países que podrían haber erradicado este mal con algo que en nuestro mundo nos parece obvio y sencillo: letrinas, alcantarillado y agua potable. Por eso resulta muy remoto que aquí se volviera a dar un brote. Se controla la red de aguas y el 99,3% del agua del grifo es potable.
La OMS estima entre 21.000 y 143.000 defunciones por esta causa. Con que hubiera un sistema sanitario que ofreciese suero de rehidratación, algo tan tan básico como eso que tenemos aquí en cualquier farmacia, la mayoría de muertes se evitarían.
También hay vacunas anticólera. Por eso la OMS tiene en su hoja de ruta poner fin al cólera para 2030. Porque, en el fondo, sobre el papel, es muy fácil. Los países del norte, los países ricos o de rentas medias lo consiguieron a lo largo del siglo XX. La ciencia básica es conocida para abordar esto tanto terapéuticamente como epidemiológicamente. Tanto, que buena parte de la epidemiología moderna o de sus técnicas beben de un brote de cólera ocurrido en Londres, en el siglo XIX.
El cólera en la capital del imperio
Las líneas marítimas que unían Bombay con Londres trajeron consigo el cólera a Londres en varias oleadas a lo largo del siglo XIX. Venía del Ganges, donde se detectó en sus aguas por primera vez. El paisaje era dantesco. En las calles los carros pasaban con cadáveres envueltos en sábanas, que acababan arrojados al Támesis. El hedor era tremendo. Pero la gente no parecía muy alarmada. El cólera era el pan suyo de cada día. En medio de esta situación, John Snow, un anestesista, no se conformaba con la idea de que el cólera se transmitía por el aire e inició una investigación casi puerta por puerta, contabilizando los casos y pintándolos sobre un mapa. En su estudio empezó a unir los puntos, y, de repente, todas apuntaban a un mismo lugar. La fuente en Broadwick Street. Las familias cargaban las garrafas de agua de allí.
Snow fue a la iglesia y le comentó al reverendo su descubrimiento. En un primer momento, no le creyó. Pero al enseñarle el mapa, le convenció. Retiraron la palanca del surtidor y al cabo de la semana, los casos de cólera se frenaron. El reverendo empezó a preguntar a su feligresía. Y dio con el origen del foco. Una mamá que, como la mayoría, tiraba el contenido del pañal de su bebé a la fosa séptica de su casa, que estaba al lado de la fuente. Picaron el suelo y vieron que el contenido del pozo negro había entrado en contacto con la tubería de la fuente. Bastaba con arreglarla. Bueno, y no tirar los pañales de un bebé con cólera ahí. Pero esa es otra historia, la del invento de la red de alcantarillado.
En el caso de España, la cuestión es que estaba la bacteria, e incluso en su versión o serotipo más patogénico. Pero no produjo la toxina que deriva en lo que Sanidad entiende como un caso de cólera. Eso es lo que han argumentado. No todas las bacterias de cólera producen la enfermedad. Y el cólera, según la OMS, en la mayoría de casos es leve o incluso asintomático. Suele tener que ver el serotipo de la bacteria en cuestión.
Además, Mario Viciosa nos resuelve la duda de la semana: ¿Por qué un minuto tiene 60 segundos y no 100, que sería más fácil? Se suele decir que contamos de diez en diez porque tenemos 10 dedos en las manos. Pero contar de 6 en 6 también tiene que ver con nuestras manos. Cada dedo tiene tres falanges. Si quitamos los pulgares, nos salen 12 falanges. La docena es una base bastante usada. Si usas la otra mano para multiplicar falanges, tienes 5 dedos disponibles enteros. 12 falanges por 5 dedos de la otra mano = 60. Esto cuadra, además, con medidas para astronomía. Los primeros relojes de sol, una circunferencia de 360 grados, son fácilmente divisibles en 12 partes correspondientes a cada ciclo lunar. Además, el astrónomo griego Eratóstenes usó una base sexagesimal para dividir un círculo en 60 partes ordenadas para idear un sistema geográfico de latitud, que heredaron todos los relojes.