Divulga que algo queda: la increíble historia del rescate de miles de ballenas blancas que quedaron atrapadas en el Ártico
América Valenzuela nos cuenta la fascinante historia de un rescate de miles de ballenas blancas que quedaron atrapadas en el Ártico. Además, nos resuelve la duda de la semana: ¿Qué es el baile de San Vito?
En "Por fin no es lunes" en "Divulga que algo queda", América Valenzuela nos descubre la apasionante historia de un rescate de miles de ballena blancas que se quedaron atrapadas en el Ártico. Era finales 1984 y un enorme grupo de belugas perseguían a un banco de bacalaos. Estaban entre el mar de Bering y el mar de Chukotka, donde casi se tocan dos continentes, Asia y América. Estaban tan concentradas en capturar los bacalaos que no se percataron hasta que era demasiado tarde que el viento del este había congelado cualquier vía de salida a mar abierto. Una capa de hielo de tres metros de grosor dejó atrapadas a cerca de 3.000 belugas. Muchas quedaron atrapadas en pequeñas piscinas durante meses y otras muchas quedaron bajo el hielo.
Las belugas rompen el hielo o salen a las piscinas para respirar, pero el hielo cada vez era más grueso y sus fuerzas decaían porque tampoco tenían nada que comer. La voz de alarma se dio tres meses después. La belugas las descubrieron unos cazadores chukchis, un pueblo que vive de la caza de ballenas, de morsas, del pastoreo de renos en aquella zona de Siberia. Al principio les pareció un golpe de suerte. Tenían en bandeja una estupenda fuente de alimento y grasa, pero luego les empezó a no parecer tan agradable. Eran muchas belugas, daban lástima y quizá no les parecía una manera de cazar muy noble y tampoco favorecía que su fuente de sustento se perpetuara.
La voz se corrió, los pueblos cercanos recolectaron pescado para las belugas y los helicópteros soviéticos los lanzaban desde al aire. Pero dio igual, las belugas empezaron a morir. estaban débiles, llevaban demasiado tiempo atrapadas. La URSS decidió poner solución y envió un rompehielos, el rompehielos Moskva, que solía trabajar por esas aguas. Solía abrir camino a cargueros y petroleros. Pero el resultado no fue el esperado, aunque el rompehielos consiguió agrandar las piscinas para que pudieran al menos estar más cómodas, holgadas y que pudieran respirar. Y esto les vino muy bien.
La música clásica, la salvación
Con el paso de los días, las belugas se fueron concentrando en las piscinas grandes y comiendo, recuperando fuerzas y el buen humor. Pero seguían sin salir por el canal, por el camino que el rompehielos había abierto, que se estaba empezando a congelar otra vez. Estuvieron días pensando qué hacer. Y al final dieron con la clave: la música.
Desde los altavoces de cubierta empezó a sonar música y el miedo se desvaneció. Y probaron con varios géneros musicales: probaron música pop, con música militar y con clásica. Y la clásica es la que mejor funcionó. En poco tiempo, las belugas perdieron miedo al barco rompehielos y le siguieron mientras abría camino hasta el mar abierto. Era un camino de 24 kilómetros y las belugas terminaron saltando cerca del barco, jugando, felices por recuperar la libertad.
¿Qué es el baile de San Vito?
El baile de San Vito tiene su origen en un hongo que producía varios grados de intoxicación. En algunos casos producía quemazón en brazos y piernas, lo que hacía que los afectados parecía que bailaban. Los miembros se necrosaban y acababan cayendo. En la Edad Media hubo muchos brotes. Algunos creyeron que aquellos que bailaban estaban poseídos o eran brujas. En Aquisgrán (Alemania) hubo un brote. Todos los afectados se reunieron y comenzaron a bailar. Sentían que no podían parar. En una especie de ataque de histeria colectiva, empezaron a unirse más personas y todos juntos recorrieron pueblo a pueblo. Ante aquella situación, los clérigos les pidieron que se encomendaran a San Vito y de ahí proviene su nombre, el baile de San Vito.