Pablo Pombo: "Iglesias es un fracasado que derrochó el mayor caudal de ilusión que ha visto la España de este siglo"
Nuestro colaborador, Pablo Pombo, hace una actualización del curso de las elecciones con un enfoque en Pablo Iglesias.
Iglesias es un matoncete con cinturón blanco amarillo buscando un ajuste de cuentas, y está dispuesto, como vemos y veremos, a seguir aplicando una estrategia de tierra quemada que reducirá a cenizas las opciones de ayuntamientos y gobiernos autonómicos progresistas en mayo y, si es necesario, también después en las generales. Todo, para salvar a las siglas moradas y poder mantener abiertos tanto el tenderete partidario, como el chiringuito mediático, el de comunicación.
Podríamos decir que no es nada personal, que son sólo negocios, pero no sería completamente cierto porque toda esta locura que tanto debe estar desilusionando a los progresistas, es también una cuestión personal para él y ,por eso, el ardor guerrero, la sed de venganza, además del hambre de poder y del dinero.
La gran paradoja, y esto resulta bastante frecuente en política, es que uno puede comportarse como un loco al mismo tiempo en que tiene la razón. Es más, incluso desde la locura, se puede combatir siguiendo un plan bien pensado.
Tiene razón Iglesias en sentirse traicionado, el lanzamiento de Sumar es una operación palaciega destinada a sacar del mapa al partido que fundó. Tiene razón al calcular que su futuro político depende inevitablemente de la salida de Sánchez del gobierno y, dentro de su lógica, no es disparatado que esté sabiendo sumar mejor que Yolanda al añadir a sus fuerzas las de Bildu y ERC, así puede ampliar su rango de acción y meter en más problemas tanto al PSOE como a Sumar.
Hasta tiene sentido que aplique el rencor y llame a la rebeldía desde Galapagar para que el partido no se le desangre. Yo entiendo las causas de su discurso sectario, comprendo la agresividad porque proviene de su debilidad.
La cuestión está en que las pizarras estratégicas lo aguantan casi todo pero no sirven para hacer desparecer la verdad, es un fracasado que derrochó el mayor caudal de ilusión que ha visto la España de este siglo y ya sólo puede parasitar el sufrimiento ajeno para sobrevivir políticamente como un actor secundario.
Y tiene que hacérselo mirar, si es que tiene valor para ello, porque no es fácil. Sacrificar ayuntamientos y gobiernos para salvar su cara, dañar a la izquierda para satisfacer su ego, es una traición mayor a los votantes que todas las traiciones que él ha sufrido. Hace falta grandeza para saber verlo, pero, desgraciadamente, eso es algo que no ha demostrado.