En este pueblo está "prohibido morirse"
En Por fin no es lunes en nuestra Carretera Secundaria hablamos de aquellos pueblos en los que está "prohibido morirse". La climatología, la falta de espacio o las antiguas leyendas impiden a sus vecinos pasar al más allá. ¿Te apuntas a este viaje?
Un domingo más en Por fin no es lunes cogemos nuestra Carretera Secundaria para desplazarnos a aquellos pueblos donde está "prohibido morirse". Nos damos un paseo por el mapamundi y nos detenemos en lugares como Longyearbyen. En el Ártico, en el archipiélago noruego de Svalbard, a unos 1.500 kilómetros del Polo Norte, se encuentra este pueblo donde está prohibido morirse desde hace más de 70 años. Así lo establece una ley de 1950. Desde entonces, el índice de mortalidad es cero. La razón es que sus habitantes están obligados a emigrar antes de morir. Los enfermos terminales, las mujeres embarazadas y aquellos que teman por su vida deben salir de allí. ¿Por qué? Porque las temperaturas son tan extremas, que los cadáveres no se descomponen, con el consiguiente riesgo de que se propaguen virus y haya epidemias.
En un pueblo de la toscana italiana, en Sellia, se aprobó una ordenanza en 2015 que prohibía a sus 530 vecinos abandonar la vida terrenal para pasar al más allá. Algo cuanto menos llamativo, teniendo en cuenta que el 60% de ellos eran ancianos que tenían más de 75 años. Su alcalde les obligaba a cuidar su salud y a hacerse un chequeo al año, bajo amenaza de aumentar sus impuestos. El objetivo no era otro que evitar la despoblación. Más surrealista parece la medida tomada en la isla nipona de Itsukushima. Un lugar sagrado, famoso por su santuario, donde los monjes, para mantener la pureza del lugar, decidieron prohibir la muerte y el nacimiento en 1868. Hasta hoy, no existen ni cementerios ni hospitales.
Aquí no se muere nadie
¿Y en España? También hay pueblos donde sus alcaldes han vetado la muerte. En Granada, en 1999, el alcalde de Lanjarón, José Rubio, dictó un bando donde prohibía a sus 3.870 vecinos optar por el descanso eterno. En el camposanto, no cabía ni un alma más. La falta de espacio llevó a su alcalde a decir aquello de “Aquí no se muere nadie”. La medida causó tanto impacto, que el asunto salió en las páginas del New York Times dando la vuelta al mundo. Aunque eso sí, a los 7 días un vecino incumplió la normativa. Aquel infractor era un anciano de 91 años, amigo del alcalde. A José Rubio no le quedó más remedio que hacer la vista gorda y enterrarlo en el cementerio de Lanjarón. No hubo sanción. Al igual que tampoco la hubo para el resto de infractores que se saltaron la prohibición. También en Granada, en Darro, su alcalde sorprendió a sus vecinos con esta insólita decisión. En 2002, sacó un bando municipal con el título de “Prohibido morirse”. En Por fin no es lunes hablamos con el alcalde de Darro, Manuel Blas, que recuerda cómo fue acogida aquella medida.