Un atajo... enerésimo, treintaiunista y cuestero
Uno de esos que no se acaban porque no recuerdas ni de qué iba ni cómo empezaba.
E-N-E-R-O. Enero, le sigue febrero, marzo, abril. Enero, primer mes del año que tiene treinta y un días. Mira que ya te lo advierte el diccionario y tú con el despilfarro desde diciembre a mediados de noviembre. Mayo, junio, julio, lo dejan lejos, pero lo sigues pagando. Un mes, enero es solo un mes, meseta, interminable, ¿a lo llano? No, encima en cuesta, cuesta arriba y con un ojo de la cara. Lo tiene todo.
Lo tiene los trópicos, los tópicos..., todas las frases hechas que quieran, pero ¡qué casualidad que el primer mes del año lo empieces tan mal cuando los propósitos son para empezarlos sin todos esos supuestos! Tal vez sea eso, querido sabio Sabino, planear que sea un mes para hacerlo todo bien para que acabe haciendo él lo que le dé la gana con los intereses del meseandante.
Un mes de supuestos -que no de presupuestos- aunque se le suponen y presuponen cosas como que en ese mes cambiarán tus malos hábitos de hace veinticinco años o los del otro, que correrá otra suerte por las escaleras mecánicas del metro.