Seamos sinceros, Pedro Sánchez mostró desde el principio su forma de entender la política. Recuerden que quiso ser secretario general con urnas colocadas detrás de una cortina.
Su recorrido político posterior responde a una política carente de escrúpulos para llegar a los objetivos marcados.
Sus dos últimas hazañas: viraje en la política exterior con modos de rey absoluto y opacidad medieval que no informa ni al Congreso ni a los partidos. ¿Para qué? debe pensar. Bien está llevarse con los vecinos pero no a costa de olvidar las maneras democráticas que nos distinguen de los regímenes autocráticos.
Segundo ejemplo: renunciar a proponer en Europa topar el precio de la luz dado que los socios no parece que lo vean con buenos ojos. Ninguneada su propuesta por los gobiernos europeos más fuertes, mejor no quedar como perdedor. Porque donde esté mantener una buena imagen y, si se puede, con gafas de sol que son más seductoras, muchísimo mejor.