Vamos a arreglar todo lo que está mal. No. No estamos hablando de la DANA y del lodo persistente que se sigue limpiando en Valencia. Hablamos del espíritu del discurso de Donald Trump nada más saberse ganador de las elecciones presidenciales norteamericanas.
La frase recoge el adanismo propio de los populistas. El desprecio a todo lo que se hizo antes. Es un populista, sí. Pero millones de norteamericanos le han preferido frente a una candidata demócrata que llegó tarde a la carrera presidencial y que no ha sido capaz de crear un discurso propio.
¿Y ahora qué? Trump tiene en sus manos los hilos enredados del orden mundial: las relaciones con Rusia, el enfrentamiento comercial con China, las disputas con Europa y asuntos internos tan peliagudos como la inmigración.
Y para gestionar esta agenda política, en muchas ocasiones errática, cuenta con el crédito de los mercados que hoy celebran la victoria con subidas y el poder fáctico de Congreso, Senado y el Tribunal Supremo. Todo a su disposición para que ejerza. Y es de los que lo hace con una premisa siempre en la cabeza. América primero.