El escándalo Íñigo Errejón tiene flecos a cuál más despreciable. El primero, el del propio protagonista, que echaba pestillos de habitaciones en los que encerraba a mujeres para intentar abusar de ellas mientras en público se erigía en adalid del no es no.
El segundo, el de su partido en el que, al parecer, muchos sabían lo que pasaba, pero miraron para otro lado. Hermana yo si te creo decían en el "mee too". Pero si el supuesto acosador es de las propias filas... la hermana puede esperar.
Tercero, el fleco de la superioridad moral con la que los líderes de Podemos y Sumar nos hablaban de feminismo mientras uno azotaría periodistas, el otro ha sido denunciado por abusos y la tercera se emperró en una ley chapuza que ha dejado a abusadores en la calle. Sumar forma parte del Gobierno. La credibilidad del discurso feminista de la coalición ha quedado considerablemente mermada.