Pero esta no es la única amenaza. También está la física. Porque esas gigantescas máquinas que están, por ejemplo, en las cadenas de montaje de automóviles, pueden herir con su fuerza, movimientos y envergadura a los trabajadores que estén en contacto con ellas. Existe un riesgo físico real. Por eso nacieron los cobots. Un cobot, es un robot colaborativo, una máquina inteligente diseñada para trabajar codo con codo con los humanos de forma segura. Por eso salen de las jaulas o espacios cerrados donde estaban los robots, tienen un tamaño más pequeño, realizan funciones más agiles y repetitivas y muchos de ellos están programados con inteligencia artificial para ir aprendiendo y mejorando en sus funciones. Son más seguros y colaborativos.
En los almacenes de Amazon en Estados Unidos hay ya miles de cobots que se mueven libremente y acercan estanterías a los operarios. Van dotados de sensores que localizan objetos y el movimiento de los humanos. Ahora se está estudiando la interactividad emocional que surge entre los cobots y los humanos cuando el trabajo les une durante largas temporadas. Dicen los expertos que es importante que los humanos no se sientan menos inteligentes y por eso recomiendan que en la comunicación no se usen sistemas de voz. Aunque por otro lado, también apuntan a que en muchos casos surgen vínculos emocionales entre hombres y máquinas.
En todo caso el asunto nos toca de cerca porque con casi noventa robots por cada mil empleados, la industria española es la séptima más automatizada del mundo. Y ante los miedos otra conclusión: una empresa con cobots crece en productividad, crece en eficacia y al final, crece en puestos de trabajo. Aunque sean distintos.