Monólogo de Alsina: "Al creyente Junqueras no hace falta explicarle que el arrepentimiento no exime de la penitencia"
Oriol Junqueras es creyente. Católico practicante. Cree en Dios, le reza con frecuencia y acude cada semana a misa. Nada de eso tiene por qué interesarle a ninguno de los jueces que pueda llegar a investigarle.
Oriol Junquerases independentista. Indepe practicante. Cree en la secesión, le reza con frecuencia y anhela convertir algún día Cataluña en un estado independiente. Nada de eso le interesó nunca a ningún juez. En los cuarenta y ocho años de vida independentista que ya cumple.
Lo que uno sueñe, como lo que uno rece, no merece reproche penal alguno, sólo faltaba. Al juez lo que habrá de interesarle son los actos cometidos por la persona soñadora y creyente que constituyan una amenaza, una violación, un ataque, a los derechos y las libertades de los demás ciudadanos.
Creer en Dios no te convierte, huelga aclararlo, en un presunto delincuente. Pero tampoco te exime de serlo. Hay creyentes que delinquen y hay creyentes que promueven la violencia. No hace falta buscar muy lejos.
Creer en la independencia no te convierte, huelga aclararlo, en un presunto delincuente. Pero tampoco te exime de serlo. Hay independentistas que delinquen y hay independentistas que han promovido la violencia. Tampoco hay que mirar muy lejos. Y si en Cataluña ha incurrido, o no, en ese comportamiento alguno de ellos es lo que tiene que esclarecer —y en su caso, castigar— la Justicia.
Oriol Junqueras declaró en la Audiencia Nacional (ayer se filtraron los audios), a preguntas de su abogado y tal como ambos habían acordado previamente, que en ningún caso alentó u organizó tumulto alguno.
Oriol Junqueras declaró en la Audiencia Nacional, a preguntas de su abogado y pensando, probablemente, en los futuros recursos, que no tuvo tiempo para preparar adecuadamente su defensa.
Meses llevaba abierto el debate público sobre las responsabilidades penales en que incurriría el gobierno catalán caso de celebrar el tongo referéndum y declarar la independencia de Cataluña. Meses llevaban los líderes del procés presumiendo de no arredrarse ante las posibles acciones judiciales y anunciando que combatirían al Estado. Semanas estuvieron acusando al fiscal general Maza de "amenazar" con detenciones cada vez que éste explicaba cómo serían los procedimientos. Peor llegado el día de la querella, los afectados se lamentan ante la juez de que no les ha dado tiempo para estudiar de qué se les acusa.
Forma parte de sus derechos como imputados. Alegar lo que consideren más beneficioso para ellos y buscar en la legislación los argumentos que puedan resultarles convenientes. Los abogados están haciendo su trabajo.
Ocurre, eso sí, que después de aquella declaración (que aunque pudimos escucharla ayer se produjo hace veinte días) han pasado algunas cosas. La principal, que los reclusos preventivos han recurrido su encarcelamiento ante la propia Audiencia Nacional. Y es ahí, en el recurso, donde el señor Junqueras —que el día 2 sólo respondió, en cinco minutos, a las preguntas pactadas con su abogado— dice lo que aquel día no dijo: que la proclamación de la República Catalana no era de verdad, porque no tenía efecto jurídico; que no ha lugar a temer que reincida porque el proceso para la proclamación terminó el día que ésta se produjo; que no tiene intención de fugarse porque concurre a las próximas elecciones autonómicas; y que, por tanto, acepta que al amparo del 155 se ha disuelto el Parlament y se le ha dejado a él mismo sin cargo.
De la resistencia aquella al 155 —la que anunciaban y la que reclamaban— hemos pasado a esto otro de aceptar que las cosas están como están para poder salir de prisión para dar mítines. En los escritos al juzgado subrayan que no se resisten lo más mínimo, aunque luego se apresuren a publicar tuits en los que endurecen el verbo para proclamar que están en contra del 155.
A ver, si en contra ya sabemos que están. Hasta ahí llegamos. Si aquí no se trata de que usted esté a favor o en contra. Se trata de que acepte que la ley es sólo una y que su obligación, como la mía, es cumplirla.
Predique usted cuanto quiera contra el 155 pero no deje de acatarlo.
Predique usted cuanto quiera contra la Constitución Española, pero no deje de cumplirla.
Rece usted las veces que quiera pero no delinca.
Ya reclamó a sus seguidores un acto de fe. Les prometió que había una vida mejor después de ésta. La vida en plenitud. Liberados del yugo mortal que es la pertenencia al Estado español y el sometimiento, tan correoso, ¿verdad?, a la voluntad mayoritaria de los ciudadanos españoles, no solo catalanes. Les prometió que resucitarían independientes al tercer día y al tercer día lo que descubrieron es que Puigdemont se había escapado a Bruselas.
Nadie le va exigir que reniegue de su fe —puede seguir siendo todo lo independentista que quiera— pero sí que respete las normas de convivencia. Las que rigen para todos, tengamos cada uno la fe y la ideología que nos parezca oportuno.
Y al creyente practicante que es Junqueras no hará falta explicarle que el ni siquiera con arrepentimiento y propósito de enmienda queda uno eximido de cumplir la penitencia.
El cupo levanta ampollas. La negociación de la financiación autonómica vasca que pactaron Rajoy y Urkullu y que mañana vota el Congreso de los Diputados. Sólo dos formaciones, Ciudadanos y Compromís, votarán en contra. Pero dentro del PSOE el malestar de algunos barones autonómicos es notable y dentro del PP, aunque no lo manifiesten en público, también.
Esta frase de Pedro Sánchez el pasado fin de semana en Valencia no era tanto una colleja a Rajoy como una forma de darse por enterado de lo que piensa Ximo Puig, o Javier Fernández, o Susana Díaz.
Los barones socialistas no llegan tan lejos como Ciudadanos —no cuestionan el concierto vasco ni disparan abiertamente contra el cupo porque el PSE es socio de gobierno del PNV— pero sí hacen saber lo poco que les complace que se pacte la financiación del País Vasco de manera bilateral sin esperar a pactar la nueva financiación autonómica con el resto.
Ximo Puig tiene además en su gobierno a Compromís, que ha hecho bandera de la oposición a este nuevo Cupo que mañana se aprueba.
Ciudadanos, único partido que está no sólo en contra de este cupo (la cuantía pactada esta vez) sino del sistema del concierto, volvió a quedarse solo de nuevo ayer en el Congreso en su denuncia de lo que entiende que es adoctrinamiento en las escuelas catalanas. Esta vez la envolvió Rivera en la proposición de ley para crear la Alta Inspección Educativa que contempla la Constitución y que nunca ha sido desarrollada —una Agencia estatal que supervive lo que se enseña, y cómo se enseña, en los colegios—. Pero todos los grupos han criticado la propuesta y han vuelto a dirigir a Rivera el adjetivo que más veces escucha en el Parlamento: oportunista. Y que no parece que al líder de Ciudadanos, a la luz de las encuestas, le incomode en exceso.