Territorio Negro: Una fuga para la historia
Luis Rendueles y Manu Marlasca narran en 'Más de uno' cómo fue hace cuarenta años la fuga de Rafael Bueno Latorre, un peligrosísimo atracador de bancos con cuatro muertos en su hoja de servicios.
Recurriremos al viejo pero eficaz truco de emplear el presente para evocar el pasado. Hablamos de una llamativa fuga de presos ocurrida hace unas semanas en Portugal para recordar la evasión más espectacular de la historia de España, de la que se han cumplido ahora cuarenta años.
Cinco presos se escapan de una cárcel portuguesa
Empezamos por la actualidad, por el presente, por esa fuga de cinco reclusos -dos portugueses, un georgiano, un británico y un argentino- de la cárcel Vale dos Judeus, en Alcoentre, cerca de Lisboa. Ocurrió el 7 de septiembre, pero la fuga se estaba preparando desde el mes de marzo, cuando uno de los fugados, Rodolfo Lohrmann, un argentino de cincuenta y nueve años inteligente, culto, rico y especializado en delitos de guante blanco, llegó a la cárcel de Vale dos Judeus.
Lohrmann es el cerebro de la fuga. Encargó a unos compinches la construcción de un zulo a pocos metros del perímetro de la cárcel. Allí escondieron escaleras y el resto del material necesario para la fuga.
El día elegido, sábado 7 de septiembre, la fuga se ejecutó en menos de siete minutos: los presos colocaron un contenedor de basura junto a un muro interior para encaramarse y después, con la ayuda de sábanas y cuerdas, llegaron hasta un patio. Desde allí, los cinco escalaron un último muro, de seis metros de altura, con la ayuda de las escaleras que les arrojaron sus compinches. Había varias cámaras que no funcionaban y esa prisión, que alberga apenas quinientos presos, no tiene torres de vigilancia operativas porque no hay personal suficiente.
Un fuga perfecta, de película, que no sabemos hasta cuánto durará porque hasta la fecha de hoy siguen en búsqueda. Las autoridades portuguesas han alertado a las españolas de la peligrosidad de los fugitivos por si cruzan la frontera y deciden hacer fortuna aquí.
Cuatro de los cinco reclusos -la excepción es el argentino- son tipos violentos: atracadores acostumbrados al manejo de armas de fuego. Varios, además, se supone que cuentan con el apoyo de las organizaciones criminales para las que trabajan.
¿Una fuga así sería posible en España?
Sería muy difícil. En las últimas dos décadas apenas ha habido una veintena de fugas de cárceles y nunca de más de dos internos. La mayoría de los quebrantamientos de condena -el año pasado hubo 1.532, según datos de Justicia- los cometen presos de permiso que no vuelven, internos en régimen abierto que hacen lo mismo o reclusos que se escapan durante traslados a centros médicos y hospitales.
Fugarse de un centro penitenciario no es sencillo. Al menos ahora, en las cárceles de última construcción. ETA llegó a planificar la fuga de un grupo de etarras secuestrando un helicóptero y haciéndolo aterrizar en el patio de una cárcel (eso ocurrió con un atracador en Francia), pero el audaz plan no cuajó.
El plan de fuga de Rafael Bueno Latorre
La fuga de Portugal recuerda a una que ocurrió hace 40 años. Ocurrió el 20 de abril de 1984. Era Viernes Santo. Rafael Bueno Latorre, un peligrosísimo atracador de bancos con cuatro muertos en su hoja de servicios, había sido trasladado a la cárcel de Alcalá Meco, inaugurada dos años antes con la etiqueta de centro de máxima seguridad.
A las nueve de la noche de ese Viernes Santo había pocos funcionarios, así que Bueno Latorre y sus dos compinches, Antonio Álvarez Gallego y Antonio Retuerto González, pusieron en marcha su plan.
Arrancaron de cuajo la taza del inodoro de una celda del módulo cuatro. Por ese agujero descendieron hasta una galería de servicio y desde allí, tras serrar una rejilla de hierro, accedieron al sótano donde estaban las llaves generales del agua y la luz. Ahí esperaron a que la segunda parte del plan funcionase.
¿En qué consistió esa segunda parte?
Varios cómplices rompieron un grifo y provocaron una inundación. Para atajarla, tres funcionarios corrieron hacia el sótano donde estaban las llaves de paso y donde aguardaban Bueno Latorre y sus dos compinches. Los presos quitaron a los funcionarios sus uniformes, sus placas de identificación y sus llaves. Los dejaron maniatados y amordazados, dos de ellos se vistieron con los trajes de los funcionarios y el tercero con un mono de albañil. Todo ello armados con un punzón y lo que parecían dos pistolas del nueve largo.
En realidad eran dos pastillas de jabón esculpidas a las que se habían añadido dos tubos de aluminio y todo ello teñido con tinta china negra. No sabemos si Bueno Latorre había visto 'Toma el dinero y corre', la película de 1969 en la que Woody Allen interpreta a Virgil Starkwell, un incompetente atracador al que se le derrite su pistola de jabón en pleno golpe.
¿Salieron tranquilamente por la puerta?
Sabían que si intentaban salir por la puerta principal del recinto la Guardia Civil los identificaría. Tras acceder al patio ataviados con sus disfraces se metieron en el edificio de las cocinas y salieron a la calle por la puerta que utilizaban los proveedores para meter los suministros, sobre todo comida y bebida, en el centro.
Todo eso pasó en una cárcel recién inaugurada y de máxima seguridad. Supongo que sería casi una cuestión de Estado dar con los fugados.
Rafael Bueno Latorre se convirtió en una obsesión para la Policía
Retuerto y Álvarez cayeron poco después. Pero la pieza de caza mayor era Rafael Bueno Latorre, que se convirtió en una obsesión para la Policía. Y tenían sus razones: el 12 de octubre de 1983, apenas seis meses antes de la fuga de Alcalá Meco, Bueno Latorre y su banda asesinaron a los policías Jesús Postigo y Raúl Santamaría durante una espectacular fuga del Hospital de Burgos, hasta donde había llegado procedente de la cárcel de la misma ciudad.
Latorre, apodado Cañameras, se clavó unas tijeras en la barriga y con las tripas fuera avisó a los funcionarios. A esas alturas, con veintiocho años, ya se había escapado de Wad Ras y de Carabanchel, así que la Policía tomó sus precauciones y colocó a dos agentes en la habitación del hospital.
Dos delincuentes a los que Bueno había conocido en Carabanchel, Miguel Pintor y Antonio Villena, irrumpieron en la habitación con peluca, gafas y batas de médico y acribillaron a los dos policías y liberaron a su jefe y todos huyeron en un R18 en el que esperaban más compinches.
Una de las primeras cosas que hicieron Bueno y su banda tras fugarse fue ir a buscar a quienes consideraba culpables de su última caída, dos chotas, dos confidentes del grupo de Atracos de la Brigada Criminal de Barcelona: Manuel Andrés Sánchez Manzano, Andresin, y Eduardo Aldama. Los dos fueron asesinados y sus cuerpos enterrados en las cercanías de Barcelona.
Bueno Latorre estuvo poco más de un mes en libertad. Fue detenido por el grupo de Atracos de Barcelona el 25 de noviembre de 1983 en lo que fue su decimoséptimo arresto. Y hasta el momento, el último.
Más de 40 años fugado
Es decir, lleva ya cuarenta años fugado. Parece claro que salió de España tras esa última fuga y hubo alguna información que lo ubicaba en Bélgica y en Francia, dedicado al tráfico de drogas. Que se sepa, no ha vuelto a dedicarse a su gran especialidad, los atracos a bancos.
Ahora, si sigue vivo, tendrá setenta años. En la Sección de Localización de Fugitivos de la Policía Nacional hay una carpeta con su nombre y sus características físicas. A saber, 170 centímetros de estatura, alopecia, ojos verdes oscuros y dos tatuajes: una pantera negra en la espalda y un hombre en el brazo derecho. Nos consta que al menos hasta el año 2020 la Sección de Fugitivos estuvo haciendo gestiones para dar con él.