La columna del general Navarro, que asume el mando de la Comandancia tras la desaparición de Silvestre, avanza penosamente en dirección a Melilla. Tres mil hombres quedan sitiados en el fortín de Monte Arruit, esperando la ayuda y los refuerzos desde la plaza principal. Pero el Alto Comisario, el general Berenguer, está más preocupado por la defensa de Melilla que por el auxilio de Arruit, Zeluán y Nador, las tres guarniciones que permanecen asediadas y quedarán a mercede de los cabileños. La prensa llega a Melilla, y en la península empiezan a recibirse las noticias del desastre militar de Marruecos.