Los trabajadores del teatro La Latina relatan su experiencia en el mundo del espectáculo
Hoy en Más de uno celebramos el Día Mundial del Teatro desde el teatro La Latina, y hablamos con los trabajadores de la sala para conocer cómo funciona el mundo del espectáculo y sus recuerdos durante tantos años trabajando en él.
Para celebrar el Día Mundial del Teatro, en Más de uno realizamos un programa especial desde el teatro de La Latina, donde recorremos los recovecos de la sala y conocemos las historias de sus trabajadores y sus recuerdos después de tantos años trabajando en el mundo del espectáculo.
Oresti Sánchez, taquillera del teatro La Latina durante 27 años
En primer lugar, hablamos con Oresti Sánchez, que fue taquillera del teatro La Latina durante 27 años y que ahora trabaja en el teatro Español. Nos explica que el trabajo ha cambiado mucho con el paso del tiempo y que, en su momento, para acceder a la taquilla tenía que entrar por el suelo, a través de una trampilla, que ahora ha desaparecido. Además, relata que había clientes fijos en la misma obra, que repetían todos los domingos, o que venían después con los hijos o con los hermanos. "En aquellos tiempos, venía también mucha gente de provincias a ver a Lina Morgan", señala
Sobre Lina Morgan, que fue propietaria del teatro durante muchos años, cuenta que lo que más recuerda de ella fue el día que la vi actuar habiendo fallecido su padre. "Esa fortaleza para salir a escena fue impresionante", afirma. También desvela que el famoso baño oculto que tenía la actriz en un despacho de su hermano no era tan secreto, sino que aprovechó el espacio que quedaba ahí para ponerlo.
Oresti relata que vino a Madrid para buscar trabajo y que el director Manuel Canseco, al que había conocido en un curso de teatro, le ofreció el puesto de taquillera en el teatro Benavente, que hasta entonces había sido un cine porno. "Cuando se cerró aquello, me llamó el representante de Antoñita Moreno, que estaba trabajando aquí. Necesitaban una persona y me metí aquí como algo provisional, pero de eso ya va a hacer 40 años", asegura.
Se muestra emocionada de volver al teatro porque, después de tantos años de profesión, se ha dado cuenta de que le gusta el teatro. "El contacto con el público es algo que me emociona y más en época de pandemia. Estoy muy satisfecha, es algo muy especial cómo nos llena el teatro a todos los que trabajamos en este mundo", concluye.
Fran Martí, jefe de sala
Fran Martí fue el jefe de sala del teatro durante muchos años, aunque empezó a los 18 años, en la época de Lina Morgan, con un contrato de trabajo y sin saber nada de teatro. "El primer recuerdo de esta etapa que tengo fue verme con una maletita, llegando con un taxi y un perro grande que me ladraba, que era el guardián del teatro", explica. Asegura que se dejó los buenos años en el teatro y que es un trabajo muy sacrificado que exige mucha entrega, aunque cuando trabajas en algo que te gusta, lo disfrutas tú también.
Sobre la labor del gerente ahora, dice que ha cambiado mucho desde que él era jefe de sala. "Ahora el gerente tiene mucha más responsabilidad porque tiene que decidir la programación que viene a los teatros porque, si te equivocas, quien lo va a pagar es el personal que viene por detrás", argumenta. Además, explica que hay que mantener una línea con las obras que eliges porque el público te puede dar la espalda muy rápido.
Respecto al público de entonces, relata que en esa época no había móviles ni estas cosas que molestan tanto hoy en día. "Lo máximo que te molestaba era alguien que abría un caramelo o un carraspeo", comenta, y añade que, además, los actores estaban a prueba de bombas, porque trabajaban sin micrófonos ni nada. "Era una delicia meterse en el patio de butacas y ver las funciones que hacían ellos. Hay actores que son actores para ciegos porque con solo oírles es suficiente", sostiene.
Mónica Boromello, escenógrafa de teatro
Hablamos también con Mónica Boromello, escenógrafa de teatro, que ha trabajado muchos años en España. Cuenta que la principal labor de su equipo es contar una historia, pero en vez de contarla con palabras, se cuenta con imágenes. "Lo bonito de mi trabajo es transmitir una sensación y unas emociones que, luego, junto con el resto de elementos, transmitirá toda la obra", explica. En este proceso, no solo entra ella, sino que es necesario un equipo que pueda conciliar todas las facetas para conformar la obra de teatro, como el taller de construcción, los maquinistas, la iluminación, el sonido, el vídeo, la sastrería, etc.
Su historia con el teatro comenzó hace 20 años, cuando estudiaba arquitectura en Italia. "Inmediatamente me interesé por esto del teatro. Trabajé ahí unos 5 años y, con la crisis, aposté para buscarme la vida en esto. Estuvo unos años yendo y viniendo y así estoy 14 años después", relata.
Sobre qué es moderno ahora, Mónica Boromello dice que el teatro siempre busca compaginar lo clásico con lo moderno y que esa modernidad pasa por "contar bien la historia, que el público se integre y se implique porque no es fácil conseguir esa armonía del conjunto de elementos".
Dice que la dificultad que viven los escenógrafos a día de hoy es "mantener atrapado al espectador porque el público está acostumbrado a un bombardeo de imágenes constante y diario" y ya no vale decir que estamos en un salón y dárselo.