#GenteBuena: Historias de agradecimiento y solidaridad

Empezamos la mañana de Nochebuena desde la estación de Atocha hablando con viajeros que llegan y van celebrar estas fiestas con sus familiares. En 'La ínsula', Borja Sémper y Edu Madina recuerdan que querían instalar una subsección en la que poder saludar a gente buena y amable.

Sémper y Madina nos proponen el reto de hablar a lo largo de todo el programa con gente buena y, en concreto, nos comentan la existencia de un equipo de fútbol en el barrio de Lavapiés formado por lasmadres de los niños que llevaban a sus hijos al fútbol. Ahora son ellas las que juegan y los chavales los que les animan.

Ese equipo de fútbol se llama 'Dragones y dragonas de Lavapiés', una escuela deportiva multicultural donde juegan 350 personas procedentes de más de 50 países distintos de todo el mundo, lo que representa la multiculturalidad propia de este barrio madrileño.

Dolores, su presidenta, nos cuenta que el club surgió hace ocho años siendo únicamente "Dragones", pero que, desde que las madres decidieron decir "ahora los goles los marcamos nosotras", también son muchas las dragonas que juegan en este pequeño solar de la calle Embajadores de Madrid, donde antiguamente había un palacete.

Allí también nos encontramos con Rosi, una mujer de 77 años que se dedica a cuidar desinteresadamente a los niños y niñas del barrio cuando sus familias no pueden por motivos de trabajo o cualquier otra necesidad. Los niños de 'Dragones' le agradecen su labor en el barrio cuidándoles y "por tener paciencia con nosotros, por ser un amor de persona". Rosi, que se quedó viuda hace 15 años y no tiene nietos, dice que los niños le sirven a ella de distracción y le hacen compañía.

Cerca de la pista de fútbol de 'Dragones', en el parque Casino de la Reina, nos encontramos con Begoña Morenza, terapeuta que forma parte de un programa de Neuropsicología pediátrica del Hospital 12 de Octubre de Madrid dirigido por la doctora Berta Zamora. El programa, dedicado a pacientes con problemas neurocognitivos, consiste en trabajar de forma online con perros de terapia. De esta manera, los niños se conectan de forma online y ven a los perros a través de la cámara. Durante las sesiones los niños tienen que realizar diferentes actividades para mejorar su situación.

Hoy este grupo de niños han conocido por primera vez a sus terapeutas de cuatro patas. No han podido conocerles antes debido a la pandemia y, de regalo de Navidad, se han reunido con estos perros con los que tienen un vínculo de lo más especial.

A continuación, nos encontramos a Rocío, trabajadora social que nos enseña que ser madre va mucho más allá de la biología. Hace años, decidió acoger temporalmente a Pedrito, un niño cuya madre biológica no podía cuidar porque tenía que pasar largas temporadas en el hospital con sus otras dos hijas. Pedrito, que tenía solo 16 meses, fue acogido por Rocío, su marido y sus otros dos hijos: Marcos y Verónica.

Luego, hablamos con Patricia y Claudia, que se conocieron en el centro donde estudian por las tardes para sacarse el título de Secundaria. Patricia le agradece a Claudia su ayuda y su interés por intentar animarle. "Para mí es como una segunda madre", dice Patricia, que ha tenido una dura infancia siendo víctima de abusos sexuales.

De fondo, escuchamos los villancicos de los chicos y chicas de 'Acción por la Música', una fundación que ayuda a a jóvenes (muchos en situación de vulnerabilidad) a encontrar un camino y planear un futuro a través del aprendizaje de la música.

Por último, acabamos el programa en la frutería de Jose en el Mercado de Maravillas de Madrid. Allí nos encontramos con Teresa, una clienta de toda la vida que agradece a Jose su labor ayudando a gente del barriodándoles fruta de forma desinteresada. Jose, que prefiere no hablar mucho, se quita importancia diciendo que "todo el mundo es bueno".

Allí también hablamos con Dora y Abilia, dos mujeres mayores que llevan toda la vida siendo amigas. Se hacen mutuamente compañía y ahuyentan el fantasma de la soledad, tan letal en las personas mayores. Una de las grandes aficiones que comparten es la de tejer.

Dora, que perdió a su marido por Covid y también estuvo ingresada, agradece a Abilia por preocuparse siempre de ella y por animarle para salir a andar juntas todos los días dos horas por la tarde.