Para Pedro lo peor del confinamiento fue no abrazar a su nieto
Hace un año en Más de uno creamos el Diario de la pandemia, donde los oyentes nos contaban sus historias durante el confinamiento. Ahora, les hemos pedido que nos vuelvan a escribir para que nos expliquen cómo han cambiado sus vidas en este último año.
Hace un año, Pedro Carrillo, oyente de 63 años, nos escribía para contarnos que en su mismo edificio, un piso más abajo, viven su hija, su yerno y su nieto de 3 años. Pedro nos confesaba que lo que peor llevaba del confinamiento era no cumplir con la "liturgia" que tenía con su nieto, que consistía en que Pedro llamaba a la puerta con una manera especial de golpear y su nieto salía corriendo a abrazarle. Ahora, le hemos pedido que nos escriba otra carta contándonos cómo ha sido su vida durante este año.
Su carta un año después
Hola, soy Pedro, gracias por acordaros de mí, y darme la oportunidad de contaros como ha sido para mí este último año.
Desde que os envié la carta el año pasado, titulada, “Mi nieto” hasta llegar a la fase uno en la que al final he vuelto a bajar esos 16 escalones que me separan de mi nieto Javier, pero hoy ya no he bajado triste, hoy he bajado casi contento del todo, aunque todavía no le puedo dar un beso, he llamado a la puerta con los nudillos como tu bien dijiste con mi contraseña, me he separado como todos los días y me he puesto de rodillas, “a porta gayola”, que es como se dice en la terminología taurina de rodillas pero sin capote con los brazos abiertos para darle el abrazo que tanto llevaba esperando. Javier no se lo ha pensado y se ha echado en mis brazos, sus primeras palabras han sido: ¿abuelo ya puedo subir?, ha sido muy emocionante, y he vuelto a subir los 16 escalones hacia mi casa pero mucho más contento. Fueron días muy duros, teniéndole tan cerca y a la vez tan lejos.
El covid-19 nos quitó la ilusión de vivir, de luchar, nos acobardo, parecía que estábamos soñando y que nunca íbamos a despertar. A menudo te enterabas que habías perdido algún familiar, algún amigo, y en mi caso, mi amigo de la infancia Eliseo, al que conocía desde los diez años. También falleció su padre unos días antes que él. Nos volvimos desconfiados porque nos dijeron que todos seriamos mejores cuando esto terminara. A mi mujer, le ha incrementado su enfermedad mental, y a día de hoy no sabemos cuándo nos podremos desplazar a algún lugar para desconectar de todo lo que estamos pasando. Pero realmente los verdaderos perjudicados son los niños que le han robado parte de su infancia, de jugar en los parques, de disfrutar de su familia y amigos. Es decir, de la vida.
Después vino la desescalada, y pasado el verano vino la segunda ola, otra vez a pasar miedo, no escarmentábamos, ni nosotros ni los políticos. Había que salvar los puentes y las navidades y así seguimos, cada uno por un lado y no haciendo nada para salvarnos. Otra vez volver a empezar, no encerrados en casa, pero si en nuestra ciudades. Ha sido un año muy duro, esperando las vacunas para poder recuperar cuanto antes nuestra vida anterior. Ojalá aprendamos a cuidarnos para no pasar por lo mismo una y otra vez.
Un saludo.
PD: Os sigo escuchando todos los días.