Llegaron las nubes. Llegaron las lluvias y los estadios volvieron a llenarse cuando el fútbol es el blackpower. El domingo se enfrentan el Real Madrid y el Atlético en el Metropolitano.
Siete jugadores del equipo blanco son negros, entre ellos, Vinicius, cuchillo, que vale 200 millones de euros. Andrés Calamaro lo compara con el rey Pelé y me dice que los niños han vuelto a soñar con el fútbol gracias a él.
Todo empezó en la Francia con la bella estampa de los negros cantando la Marsellesa. Ahora mismo, la mitad de los futbolistas son africanos o brasileños. Y la estrella de los vikingos, como os decía, se llama Vinicius, brasileño, 22 años, de juego bonito. Va de la defensa a la boda del gol en un instante, gambetea, con pies prodigiosos al estilo Ronaldinho. Mete goles de tacón y de perfil.
El nuevo héroe del domingo nació en el barrio Porto do Rosauna, era un menino de arrua. Será seguro balón de oro. Los rivales le amenazan con lesionarle y le acusan de provocador porque les baila la samba en los regates y, además, marca.
Decía Pelé que los brasileños sirven para el carnaval, el fútbol y el amor. Otros sentencian, irónicamente, que son el país del futuro y siempre lo serán. Pero trabajan y prosperan mientras sus políticos duermen, tienen los ríos más grandes del planeta, 900 variedades de palmeras, no son racistas, en su inmensidad y esplendor cosechan café, azúcar, maíz, tabaco...
Querido Carlos, brindemos a la salud y la gloria de Vinicius con el vino de Brasil, de las viñas que llevaron los portugueses e Italianos. Aunque a ellos lo que les coloca realmente es la caipiriña. Pero siempre ¡Viva el vino!