Lo único que puedo reprochar a la ministra es que haya comparecido con lo que en la aldea llamamos traje de alivio, que es como de transición del luto al colorido. Debía haberse presentado con vestido de camuflaje, que maridaba mejor con el contenido de su discurso. Todo lo demás es elogio.
Tengo escrito que Margarita Robles no hizo una declaración; hizo una obra de arte que debe ser valorada en su auténtica aportación a la oratoria y lo más difícil: la oratoria transparente. Rozó el milagro de las bodas de Caná donde Jesús transformó el agua en vino, y juro que le escuché transformar el bochorno que veía una parte de España, la espiada y la espiadora, en un "contexto de orgullo". Juro que transformó la cabeza cortada en un "paso adelante", expresión textual. Consiguió traspasar las líneas enemigas, salpicadas de minas anti-su-persona sin responder a la contraseña de por qué cesáis a Paz, qué hizo de malo, qué precio se paga.
Logró que la luz de Paz Esteban se desvaneciese, como si nunca hubiera existido. Por supuesto, Pegasus debió de ser una ficción. El relevo se hizo por el progreso, por la ciberseguridad, el compromiso con España y la industria de Defensa. Y es de general celebración el proverbial manejo del idioma para hacer de una traumática destitución una normalísima sustitución. Hay que tener gran maestría para todo esto. Si no se me nota mucho mi pasión por la ministra, estoy por proponer su ingreso en la Real Academia.