No ve hambre en su país, ni ausencia de libertades. Como buen sátrapa, solo ve conspiraciones contra él y su país. Ignora la cantidad de ciudadanos que están contra su régimen y presume de liberal por dejarles manifestarse: lo que corresponde a un pueblo libre. Está instalado en esa filosofía del acoso del "imperio del norte". Pero incluso eso sería lo de menos en una personalidad como la de Maduro.
Lo grave es que está dispuesto a todo, incluso a la resistencia armada. Para empezar, no descarta la guerra civil y, por tanto, está muy lejos de pensar en abandonar para evitar un baño sangre; ese baño de sangre que, según Guaidó en Antena 3, ya lo están provocando los FAES.
Y es un presidente que dispone de 50.000 unidades populares de defensa, con entrenamiento militar y acceso al sistema de armas de las Fuerzas Armadas. El pueblo armado y una actitud mental: ceder sería rendirse y Venezuela no se puede rendir. Maduro está cercado, sin duda. Por la acción internacional y por los indicios de rebelión interna.
Pero él se recarga cada mañana de mística revolucionaria bolivariana y su cabeza no admite ninguna idea parecida al fracaso ni a la posibilidad de rendición. Da miedo; ese miedo de los dictadores sordos y dispuestos a la resistencia militar.