Madrid | 19.02.2020 07:26
La primera está mucho más consolidada, con muchos años de práctica, y le llevaría a estar mucho más a gusto montado en un tractor y cortando una autovía, no importa en qué lugar. La otra le lleva a sentarse con los líderes de la protesta para encontrar una solución. Pero le domina el populismo que lleva dentro. Se le impone y en vez de llamar a la calma, que suele ser el defecto de los ministros, le sale del corazón un "seguid apretando", como a Torra le salió el "apretéu".
¿Apretando a quién? Apretándole a él, que es el poder, se supone. Apretándole a él, que necesita la presión. "Apretadme, que desfallezco". "Apretadme, que tenéis razón". Quizá piense que así los campesinos pasarán de decir "Coletas, cabrón, coge el azadón" a una nueva consigna: "contra el coletas, no, que es de los nuestros, aunque sea sin azadón".
Y un Iglesias así apretado tendrá fuerza para imponerse no se sabe a quién, pero con legitimidad de queja ante el Consejo de Ministros, Bruselas, los mercados y los supermercados. Es, efectivamente, una nueva forma de gobernar: gobernar instigando la protesta; gobernar poniéndose al frente de la manifestación. Lo malo será cuando despierte y vea que el dinosaurio sigue allí, llamando inútil a su gobierno y reclamando menos adhesiones y más eficacia en la solución.