Madrid | 13.10.2021 07:37
Lo que han conseguido ambos líderes es que sus repetidas ofertas de diálogo ya no se las crea nadie. Se ofrecen porque lo exige el guion y para que nadie los acuse de intransigentes. Mejor dicho, se ofrecían u ofrecieron, porque ahora ya ponen las líneas rojas por delante.
La imagen real de sus relaciones es la de ayer: se ignoran, ni se saludan, se portan como enemigos en vez de como adversarios. Esa es su relación real, que me parece que solo se puede definir como relación de rencor. El paso siguiente, si no estamos ya en él, será o es el de destruirse.
Me preguntas si ese postureo conduce a algo. Pues claro que no conduce a nada. Por lo menos, a nada positivo. Donde no hay diálogo, hay confrontación, que es lo que define la política española. Y cuando la derecha y la izquierda se enfrentan con esa acritud o se ignoran con ese menosprecio, el fruto es que aumenta la polarización, la otra característica del momento político. Nadie les pide que simulen una luna de miel imposible. Sí se les pide un mínimo entendimiento sobre cuatro cuestiones fundamentales: el régimen político, el modelo territorial, el sistema económico y las instituciones.
En lo demás pueden andar a gorrazos. Pero, si en esos cuatro temas hay el enfrentamiento que percibimos y la distancia que hemos visto ayer, no sacarán al país de la incertidumbre de futuro y la inseguridad, y un cambio de Gobierno no sería un relevo, sería una venganza. Sus discursos lo están siendo ya.