Madrid | 18.06.2021 07:45
Si todas las preguntas del millón de dólares que me haces al cabo del mes me hubieran sido pagadas, hoy tendría más dinero que Amancio Ortega. Y si, pobre de mí, tuviese respuesta a lo que hoy me planteas, Jaime Alfonsín, Iván Redondo o Miguel Ángel Rodríguez serían aprendices a mi lado. Lo único que sé decir son cuatro o cinco cosas elementales.
La primera, que es evidente que la monarquía tiene un problema de popularidad entre las nuevas generaciones, pero tampoco es un problema de hostilidad. Lo segundo es una recomendación: no se dramatice. A los 20 años se quiere cambiar el mundo. Los jóvenes tienen la obligación de estar contra el sistema, contra cualquier sistema, porque siempre será más antiguo y, por tanto, más obsoleto que ellos. Ese desapego se va curando con los años, como demuestra la encuesta.
Lo tercero, que si la mitad de los jóvenes están en paro y más de la mitad viven en condiciones precarias, no se les puede pedir entusiasmo con el sistema que los trata así. La Corona no tiene la culpa, pero el descontento afecta a las alturas. Lo cuarto, que algo se podría hacer en Educación. La Monarquía está siendo como el sexo: todo lo que se aprende se aprende en la calle. En la escuela son cinco líneas de pasada, creo que en la asignatura de Conocimiento del Medio. Y lo quinto, que la Monarquía se salvará si la juventud –y el resto del país, naturalmente-- la siente útil. Lo que mueve montañas en este tiempo es el sentido de la utilidad.