Rubén Amón indulta a San Chin Choon: "Vale cualquier chacina para denunciar el choriceo"
Amón indulta a San Chin Choon, el máximo responsable de la empresa malaya que vendió las mascarillas, guantes y test a Luceño y Medina.
Madrid | 25.04.2022 10:36
Procedo al indulto de San Chin Choon, aunque ya se le conoce popularmente como Salchichón porque es más fácil identificarlo de esta manera y porque vale cualquier chacina para denunciar el choriceo.
Y no siempre el choriceo es delito, pero el escándalo de las mascarillas traslada un hedor que invita a ponérselas, no como remedio al coronavirus, sino como el procedimiento que preserva de los malos olores.
La pestilencia del pelotazo que ha promovido Sal-chi-chon es equivalente al que desenmascara a los comisionistas españoles, conscientes de que la emergencia sanitaria permitía disparatar los márgenes.
Hasta 12 millones de euros se repartieron el promotor malayo y sus interlocutores Medina y Luceño, no ya abusando de las arcas públicas, sino comprometiendo el papel del alcalde Almeida, cuya posición sospechosa en la operación ha abierto una investigación a la que Salchichón no piensa adherirse.
En efecto, no podemos confiar en la colaboración de la justicia malaya ni en el testimonio de San Chin Choon, aunque la resistencia del personaje al menos acredita su existencia. Porque llegó a pensarse que era un holograma, una creación de la picaresca española.
Y que esto de San Chin Choon podía ser un nombre inventado. No demasiado audaz. Por la derivada salchichonera. Aunque también recuerdo a los hinchas del Sevilla cuando celebraron el fichaje del guardameta ruso Rinar Dassaev. Tan difícil del pronunciar que lo terminaron llamando Rafaé.