Qué tiempos aquellos los de la alegoría mesiánica y providencialista, cuando Bescansa se sentaba a la izquierda del padre y dejaba a su bebé para que Iglesias le hiciera carantoñas. Podemos iba a revolucionar la política, recordadlo, pero no tardaron en manifestarse los primeros síntomas del egocentrismo y pesonalismo de su líder.
De hecho, han ido desapareciendo todos los fundadores del Partido como si fueran Santi Vila, o un cuadro cinético de Stalin. Monedero, Errejón, Alegre. Y Bescansa, cuya propuesta de reforma constitucional ha sido divulgada a través de Telegram porque su partido no le reconoce legitimidad ni para colocarle el membrete.
Irene Montero, más pablista que Pablo, le ha usurpado las funciones de matriarca y la ha sustituido de la Comisión Constitucional, haciéndole expiar a título consorte las críticas de Bescansa a la gestión de la crisis catalana.
Y Bescansa se ha quedado sola. O tan sola como Errejón., Pronto se le acercará un ujier del Congreso para enseñarle su nueva ubicación. En el gallinero, acaso, detrás de una columna, pues Iglesias ya solo escucha el aplauso de sus palmeros.
Puede que fuera demasiado burguesa Bescansa. Gallega de buena familia. De posibles. Y de ropa cara. O más bien puede, pues todo en Podemos en poder, que Iglesias no quiera testigos incómodos en el viaje del cielo al infierno.