EL MONÓLOGO DE ALSINA

El traductor que permitirá entender lo que dicen los dirigentes políticos

Les voy a decir una cosa.

Como no se apure Artur Mas, se acaba el mundo y no ha cerrado el pacto con Esquerra Republicana. Una revista especializada en tecnología ha publicado sus predicciones para los próximos cien años -qué creen sus lectores que va a cambiar en nuestro día a día-.

ondacero.es

Madrid | 17.12.2012 20:22

Oriol Junqueras junto a Artur Mas | Agencias (Archivo)

Calculan que para finales de siglo lo normal será vivir 150 años  y que tendremos el cuerpo lleno de chips que se ocuparán de informar de cómo va todo por ahí dentro. Antes se habrán popularizado las lentillas que sustituirán las pantallas que ahora están por todas partes, todos los coches serán eléctricos, el café saldrá ya descafeinado de la planta, habrá hombres capaces de aguantar la respiración cuatro horas y aprender idiomas se convertirá en un hobby, porque falta, lo que se dice falta, ya no hará. Llevaremos incorporado un traductor instantáneo en la cabeza que nos permitirá entender perfectamente lo que está diciendo cualquier persona en cualquier idioma aunque carezcamos de don de lenguas y jamás hayamos hojeado el Follow me.

Será un traductor bueno, bueno, no como el Google Translator, capaz de captar la verdadera intención de quien habla y transmitir el sentido de las metáforas, las ironías y los sarcasmos. Será un traductor tan bueno, y tan instantáneo, que permitirá entender lo que dicen los dirigentes políticos hablen en el idioma que hablen, ¿se imaginan? Incluso si hablan español. Cuando Obama vuelva a decir en Newtown “we can’t tolerate this anymore” (no podemos seguir tolerando esto), nuestro traductor se encargará de explicarnos que lo que ha dicho es “hasta ahora hemos tolerado las masacres”, con el bochorno que un reconocimiento como ése debe de provocar a un gobernante.

Cuando Tomás Gómez vuelva a pedirle a Rubalcaba que “ceda el testigo a personas nuevas con ideas nuevas”, nuestro traductor informará de que ha pedido que “entregue el poder a personas como él con ideas como las suyas”. Cuando Rajoy, en fin, diga, como ha dicho hoy, que “éste ha sido el año más difícil que nos ha tocado vivir a muchos”, el traductor instantáneo captaría la ironía de haberlo pasado peor en el gobierno que en la oposición. Traducirá: “Contra ZP yo vivía mejor”. Tantos años queriendo gobernar para venir a lamentarse luego de lo doloroso que resulta. Gobernar es repartir dolor, Gallardón dixit, por eso Rajoy a lo que aspira, según dijo también hoy, es a “gestionar el aburrimiento”, interesante afirmación que sólo tiene sentido en boca de quien identifica el sosiego con la rutina y la estabilidad con el tedio. Una cierta contradicción se adivina entre ese amor suyo por el aburrimiento y la ambición reformista que, repetidamente, se atribuye.

“Los españoles no nos eligieron para que todo siga igual”, dice el presidente, y el traductor instantáneo le completa: “nos eligieron para que todo no siga igual pero tampoco vaya peor”. Pudo haber dicho “los españoles nos eligieron para que España mejorara”, pero dicho así podría haber parecido el reconocimiento de un proyecto fallido. Se ha extendido entre los dirigentes políticos la tendencia a hablar en negativo, por qué será. En lugar de explicar para les han elegido explicar para qué no les eligieron. En lugar de afirmar  qué es lo que quieren que suceda, afirman lo que no quieren que no suceda. Rizando rizo.

Hoy fue muy aplaudida en el Parlamento catalán esta frase de su presidenta: “Cataluña no es un país derrotado”. Y quién dijo que lo fuera. De haberlo afirmado en positivo, “Cataluña es un país victorioso” no habría obtenido tanto aplauso. Por qué.

El traductor instantáneo será tan bueno que nos permitirá descodificar a Oriol Pujol sin necesidad de pasar una ITV. Hoy hay dicho “no veo espacio para un no acuerdo con Esquerra Republicana”. Que significa “veo espacio para un acuerdo con Esquerra”. Es como si hubiera dicho “no vamos a no pactar con ERC”. O sea, que sí que sí.

La Izquierda Republicana de Cataluña que, como su nombre indica, es de esquerras, le prestará el respirador artificial al presidente de derechas que presume de aplicar políticas neoliberales, la derecha nacionalista catalana. Llevan semana y media anunciando el casamiento pero, a la hora de la verdad, no consuman. El referéndum les une pero todo lo demás les separa. CiU es un partido conservador que concurrió a las elecciones con un programa económico que definió como liberal y que ofrecía como gran promesa la bajada de impuestos.

Esquerra es un partido que le pasa por la izquierda al PSOE, que juega a fingirse a veces un poco antisistema (aunque no lo sea, se siente cómodo pisando la moqueta) y que prometió a sus electores que no habría más ajustes, que no habría euro por receta, que sí habría banca pública y que se les pondría un nuevo impuesto a los bancos, y a las empresas participadas por los bancos, por las propiedades que tengan. Donde CiU abogaba por cumplir el déficit público, equilibrar el presupuesto e incentivar la actividad empresarial, Esquerra defendía más gasto público para combatir la crisis, aunque fuera a costa de aumentar el déficit e insubordinarse a las autoridades españolas y europeas.

También defendía en su programa, por cierto, que había que enviar representantes catalanes al Banco Central Europeo, pero Mario Draghi no se ha dado aún por enterado. Juntar estos dos programas económicos es como hacer ministros de economía, a la vez, a Luis de Guindos y Cayo Lara, por eso va a ser interesante saber qué dice el pacto que han alcanzado sobre la política económica; no en qué fecha será el referéndum sobre Felipe V, sino qué presupuesto aprobará el Parlamento autonómico y qué cambios percibirán los catalanes desde el primero de enero.

La interpretación más extendida, hasta hoy, dice que es Artur Mas quien quedará hipotecado a Oriol Junqueras, dependiente de él y obligado a tragar con lo que éste quiera, pero hay otra posible intepretación que habrá que ir desmintiendo o confirmando: ésta que dice que es Artur Mas quien se ha llevado al huerto a Junqueras convirtiéndole en co-socio de una política económica que, de izquierdas, va a tener poco. Hay quien ya habla de pacto “anti natura”, pero los acuerdos forman parte del juego de sumas y restas de los Parlamentos: son los partidos políticos que pactan gobiernos quienes han de explicar a sus votantes hasta qué punto renuncian a sus compromisos electorales y si, en verdad, está justificado hacerlo.

Llegado el momento de bendecir el pacto, ¿qué hará Durán i Lleida? Bueno, qué hará ya lo sabemos: bendecirlo. Pero, ¿cómo lo argumentará? Ha predicado en contra de la alianza con Esquerra y ha hecho todo lo posible por aguar las ambiciones soberanistas tras el formidable tortazo que se pegó Artur Mas en las elecciones. Mucho predicó pero poco consiguió. Durán el hobbit, cuya estatura en CiU sigue menguando. Dices: no puede ser hobbit porque es calvo y los hobbits tienen el pelo rizado.

A Durán, si lo tuviera, le saldría también ensortijado, o enrabietado, porque lleva una racha que no remonta. Se hizo independentista gestual creyendo que la manifestación de la Diada era la única forma de pasar a la siguiente pantalla y se estrelló. Desde las elecciones hasta hoy ha estado abogando por distanciarse de Esquerra y acercarse al PP y el PSC...y llega Artur Mas para consumar su relación formal con Junqueras. Es normal que Durán se sienta víctima de un plan que busca desactivar su potencia política, cortarle de cuajo, podarle lo que él más aprecia. Un poco como le ha pasado a Justin Bieber.