Monólogo de Alsina

"Los señoros de Pedro Sánchez": Alsina, sobre Ábalos, Cerdán y Salazar, esos "grandes desconocidos" para el Gobierno y el PSOE

El director de Más de uno ha señalado el conflicto interno en el PSOE por la "apatía, opacidad e impunidad" en la gestión de las denuncias contra el comportamiento de acoso del exasesor de Moncloa.

Carlos Alsina

Madrid |

Déjenme que les cuente una historia, que es muy corta, ya verán. Si en Francia tuvieron un rey sol, aquí tuvimos un rey planeta. 'Planeta', no por la editorial que editó sus memorias -hablamos de hace cuatrocientos años- sino por razones poco precisas. Se dice que porque el tamaño de su imperio era tan enorme que parecía planetario, bien es verdad que él fue un monarca de cercanías, nada viajero.

Tenía otros dos apelativos: uno para burlarse, rey pasmado, y otro para darle coba: Felipe el Grande. Felipe era Felipe IV, penúltimo de los Austrias y padre del pobrecillo Carlos. Bajo su muy longevo reinado España no paró de perder teritorrios. Así que Francisco de Quevedo, al que Felipe sobrevivió diez años, no pudo resistir la tentación de hacer una de sus bromas corrosivas. Un día que alguien, a su lado, ensalzó lo grande que era "nuestro rey, Felipe el grande", lo secundó con estas palabras: "Sí que es grande el rey, ya lo creo que es grande. Grande la manera de los pozos, que se hacen más y más grandes cuanta más tierra se les quita".

Temeroso, según ha escrito, de que se echara tierra sobre su historia, un rey de antes que no se llama Felipe sino Juan Carlos ha publicado un libro de autoayuda -porque el único al que quiere ayudar es a sí mismo- que como ocurre con las entrevistas que está dando Pedro Sánchez sirven, sobre todo, para retratar al personaje.

Juan Carlos ha publicado un libro de autoayuda

Con notables puntos en común entre ambos retratos: un extraordinario concepto de sí mismos; un pedir perdón por sus errores que tiene poco de autocrítica sincera y mucho de buscar el aplauso por reconocer pequeños deslices; un no querer hablar de personas con las que tuvieron una cercanía extraordinaria (Corinna en el caso de don Juan Carlos, ese gran desconocido que fue Ábalos en el caso de Sánchez) y el empeño en reducir las causas judiciales incómodas a episodios de mala fe de los jueces.

Se ha comentado menos que otros pasajes de su libro recién publicado, pero ahí aparece un rey calificando de mero error el comportamiento de su yerno Urdangarín, atribuyéndole como única falta haber confiado en Diego Torres, y acusar al juez instructor de querer sentar, sin el menor indicio, a la infanta Cristina en el banquillo.

Ahí aparece el hombre que era entonces jefe del Estado, imputando al juez afán de notoriedad y animadversión a la corona. 'Jueces que hacen política' que habría dicho hoy el presidente del gobierno que no es rey pero que parece querer emular a Luis XIV, 'el estado soy yo'. Aquella frase que pronunció el rey Sol a la vez que hurtaba al Parlamente la capacidad de debatir y rechazar cualquiera de las normas que él, por decreto, promulgara.

Luis XIV también estaba rodeado de pelotas que jaleaban cualquier frase que pronunciara. Una vez improvisó unos versos terribles y alguien, con retranca, le dijo: "Nada hay imposible para vuestra persona; quisisteis hacer unos versos malos y con qué facilidad lo habéis conseguido". Sánchez hizo anteayer una frase de las que no perecen: "Ábalos era un gran desconocido".

Confío en que alguien, en su entorno, se haya arrancado a decirle: "Nada hay imposible para vuestra persona; buscabais una pésima escapatoria y con qué facilidad la encontrasteis". Ya dice don Juan Carlos en su libro de autoayuda que "muchos hombres enamorados se ciegan hasta el punto de no ver lo evidente". Enamorados, digo, de sí mismos.

Defcon 3 en el PSOE

Afortunadamente, el trumpismo en España no ha llegado al inquietante extremo al que llegó en su país de nacimiento: un señor que alardeaba de poder agarrar por sus partes íntimas a la mujer que él quisiera, fue premiado con la presidencia de los Estados Unidos.

Aquí todavía es motivo de escándalo que un alto cargo que trabaja para el presidente se comporte con sus subordinadas o compañeras de trabajo, como se comportaba Paco Salazar según las denuncias de varias mujeres. Es motivo de escándalo cuando el asunto sale a la luz y en un diario que bebe en fuentes amigas, porque no consta que lo fuera en ninguno de los días en que Salazar desempeñó su trabajo en la Moncloa (seis años, un día detrás de otro).

Ninguna de las mujeres que sufrió al presunto baboso se atrevió -en tiempos de me too- a utilizar los canales internos para denunciarle. Lo hicieron en otra instancia, el Partido Socialista que gobernaron ocho años, por delegación de Sánchez, José Luis Desconocido Ábalos y Super Santos Cerdán.

El expediente que se le abrió al militante Salazar para depurar responsabilidades durmió el sueño de los justos -o de la injusticia- sin que la dirección del partido llegara a convocar siquiera a las denunciantes para escuchar su testimonio. La difusión, esta semana, en ElDiario.es de la pasividad de Ferraz y su intento de dar carpetazo al asunto sin mover un dedo ha hecho que tiemble la estructura interna del partido por la perplejidad indignada con que muchas militantes han reaccionado a la falta de sanciones.

Defcon 3 en el PSOE. La dirección convocó ayer de urgencia a una videoconferencia nocturna a las responsables de igualdad en las federaciones regionales. Apatía, opacidad e impunidad son algunas de las palabras que han empleado quienes entienden que el partido no solo no está a la altura sino que parece tener más interés en que todo se olvide cuanto antes, que escampe, que en dar satisfacción a las mujeres que han tenido el coraje de contar lo que nadie, en seis años, pareció haber percibido.

La número dos del Partido Socialista se llama María Jesús Montero y no consta que haya movido un dedo. La secretaria de Igualdad de la Ejecutiva socialista se llama Pilar Bernabé, es delegada del gobierno en la Comunidad Valenciana, y ha declarado, medio año después de las denuncias, lo abatida que está por la falta de diligencia y lo mucho que se están esforzando ahora para actuar rápidamente. Subrayo ahora, rápidamente y seis meses después. Su predecesora en el cargo fue la ministra Ana Redondo, de quien solo consta que ha encadenado ahora adjetivos para compensar con palabras gruesas la falta de actuaciones.

Donde tuvieron cabida, seis años, fue en la Moncloa, imagino que la ministra, ahora sí, está al tanto. Nadie, tampoco en esto, ha asumido responsabilidad alguna ni en Moncloa ni en la dirección nacional del PSOE. A cuya cabeza, claro, está el líder que escogió a Paco Salazar como uno de sus discípulos y lo llevó con él a la Moncloa, ajeno a sus facetas personales; que ocurre que es el mismo líder que escogió a Ábalos como el primero de sus apóstoles y le dio galones en el gobierno y el partido, ajeno a sus facetas personales; y que es, en fin, el mismo líder que escogió a Santos Cerdán como cabeza de su iglesia orgánica, ajeno a sus facetas personales. Los hombres de Pedro. O más bien, los señoros de Pedro Sánchez.

Los hombres de Pedro

Es comprensible que crucen los dedos en el partido, y pongan velas a la virgen, para que nunca hayan existido conversaciones privadas entre el líder y sus apóstoles sobre facetas personales, es decir, mujeres. Lo de "Margarita Robles, la pájara que se acuesta con el uniforme puesto" no pasó de ahí porque pudo despacharse como una broma política. Si algo han acreditado los casos de los señoros es que lo que más revuelo genera, y más escuece, dentro del PSOE no son las cuestiones políticas sino las facetas personales de los grandes desconocidos que han gobernado ocho años el partido.