La "primavera valenciana" y los problemas del Luis Vives
Les voy a decir una cosa.
Luis Vives, cristiano converso de familia judía que fue perseguida y quemada por la Inquisición, se hubiera alineado, de haber vivido hoy, con la doctrina mayoritaria que sostiene que el Estado no puede dejar desamparados a los que apenas tienen nada.
Vives escribió un tratado sobre cómo debía realizarse la ayuda a los pobres (año 1527) que se considera antecedente de la organización de los servicios sociales en Europa. Fue un ilustre docente, filósofo, pedagogo, que trabajó en la corte de Enrique VIII (el que rompió con Roma) y que tuvo ocasión de aprender allí una lección que le acompañaría el resto de su vida: hay que luchar por aquello en que uno cree, pero midiendo adecuadamente los pasos que uno da, porque si te quedas corto no consigues nada, pero si te pasas de frenada, igual tampoco. En aquella corte de Enrique VIII, cuando el rey estaba ya entregado a Ana Bolena y su única obsesión era obtener el divorcio deCatalina, la española, Vives intentó evitar aquel “ajuste” matrimonial carteándose con el Papa y el emperador Carlos en favor de la reina. Fue un error, porque las cartas las interceptó el cardenal Wolsey y acabaron en manos del rey. Y acabo expulsado de Inglaterra y sin pensión real de la que alimentarse.
Los alumnos, padres y profesores, del instituto de secundaria Luis Vives de Valencia vienen movilizándose desde hace semanas en contra de los recortes en el presupuesto de educación que anunció a comienzos de año el gobierno autonómico, el consell, que preside Alberto Fabra. Recortes en el salario de los docentes que se sumaron al malestar acumulado en los institutos público por el retraso en el abono de los pagos por parte de la administración, con centros escolares que llevaban ocho meses esperando el dinero para pagar sus gastos. Como están recordando los propios estudiantes del Lluis Vives, las protestas no empezaron ayer. De hecho, en la página web del instituto están colgadas, con orgullo, las fotografías que se tomaron profesores y alumnos en la manifestación contra los recortes autonómicos, el pasado 21 de enero, sábado. Día en que salieron miles de personas a la calle en Valencia y se paralizó el tráfico y los trenes de cercanías.
Aquel día, a diferencia de lo que está pasando ahora, fue noticia la protesta y sus motivos, no el pulso entre quienes protestan y la policía que tiene instrucciones de garantizar el libre tránsito en todas las vías públicas. Alberto Fabra, el presidente, dijo dos días después de aquella manifestación quecomprendía el enfado en los institutos y que él mismo, como padre, también se manifestaría si sus hijos tuvieran que estudiar con mantas por el retraso en los pagos. Estos días se ha dicho que los alumnos del Luis Vives están protestando únicamente porque no tienen calefacción. No es verdad. Protestan por eso y por la política de ajuste que, también en el sector educativo que es el que a ellos les afecta, lleva a cabo, por la pésima situación económica que se ha encontrado, el señor Fabra.
En ese sentido ésta es, y están en su derecho los alumnos y los profesores de que lo sea, una protesta política. Porque política es todo y la política, al final, nos afecta a todos. Aunque son los estudiantes a los que se ve estos días en la calle, son también los padres y los profesores quienes están en pie de guerra contra los recortes. El domingo, el claustro del instituto hizo un comunicado en el que sostienen que los gobernantes “pretenden desprestigiar la escuela pública y criminalizar -dicen- a quienes estamos comprometidos con su dignificación”. Que reclamarán responsabilidad penales a las autoridades por la actuación policial (no la de ayer, sino la del viernes) y que ahora se están esforzando, ellos, en recomponer la estabilidad psíquica y emocional del alumnado y las familias.
Los profesores, como empleados que son de la administración (directamente afectados por los recortes salariales), y como padres y ciudadanos que también son, hacen lo que consideran oportuno, que es protestar, quejarse. Ahora bien, ellos saben mejor que nadie que hay una diferencia entre protestar y cortar el tráfico en una calle, entre hacer oir una demanda y quemar unos contenedores. No es lo mismo, los profesores lo saben, los padres lo saben, los estudiantes lo saben.
Y además, como aprendió Luis Vives hace quinientos años, el problema de que un asunto se vaya de las manos es que puede ocurrir que al final no consigas nada de aquello que legítimamente reclamabas. Si repasan el debate encendido que desde anoche se refleja en los medios de comunicación verán que, en general, nadie está planteándose si hay que atender las demandas de quienes protestan -calefacción en las aulas, que se rectifiquen los recortes presupuestarios- porque el único debate que ahora existe es si a la policía se le fue la mano o si los estudiantes están siendo utilizados (e infiltrados) por grupos que lo que buscan no es mejorar las aulas, sino bronca en la calle, con la excusa que sea.
En ese sentido, la protesta no está sirviendo para lo que estuvo planteada. Obviamente, quienes midan el éxito de una protesta por el eco que alcance en los medios o en las redes sociales podrá decir que ésta ha sido un triunfo en toda regla: es verdad que todos los medios estamos hablando de ello y que las redes sociales, tan dadas a comparar cualquier protesta en la calle con la primavera árabe, siguen en ebullición con este asunto. Por el contrario, quienes midas el éxito de una protesta en la consecución del objetivo para el que fue convocada, es decir, y en este caso, en conseguir que el gobierno autonómico se siente a estudiar (y a resolver) la situación de un instituto, habrán de admitir que está lejos de ser un éxito, porque esa situación no ha cambiado y porque el sentido original de la movilización ha derivado en pulso a la autoridad (policial y política) en la calle, colocando el balón, por así decir, en un terreno de diferente, que es el del desafío que se le presenta a la delegación de gobierno -y al gobierno central- de asegurar el orden público.
Ahora ya no es Fabra quien tiene que responder a las reclamaciones de profesores, padres y estudiantes; ahora es el ministro del Interior quien ha de responder a las críticas de la oposición por la actuación de la policía. La controversia política crece y el interés mediático se dispara, pero es controversia e interés por los incidentes, los heridos, los detenidos y los vídeos en los que se ve corriendo gente. Se habla mucho de Valencia y de la “primavera valenciana”, pero eso no resuelve uno solo de los problemas del Luis Vives.