El monólogo de Alsina: Hoy ha hecho historia un cacharro con patas del tamaño de una lavadora
Les voy a decir una cosa.
Hitos. Los dos acontecimientos del día.
· El que se produjo a las cinco y dos minutos de la tarde, cuando el módulo Philae dio señales de vida desde su nueva ubicación, en el cometa Chury.
· El que se produjo a las doce y media de la mañana, cuando el presidente Rajoy dio señales de vida desde su ubicación habitual, el palacio de la Moncloa. En conferencia de prensa. Con preguntas. Y para comentar la jugada del domingo. La jugada del independentismo catalán y su cabeza visible, el presidente autonómico. Rajoy contrarrestando (o intentando contrarrestar) la imagen de que el rey Artur, al final, se la ha colado.
Son dos hitos, quién lo duda. Pero igual un poco más hito el primero que el segundo. Aunque sólo sea porque lo del cometa nunca antes en la historia de la Humanidad, que es nuestra Historia, había sucedido y lo de Rajoy, mal que bien y aunque sea poco dado a comparecer, ya había pasado otras veces y para decir, frase arriba frase abajo, las mismas cosas.
“El pájaro está en el nido”. Philae ha tomado tierra, confirmó, orgulloso, esta tarde, el francés que dirige la Agencia Espacial Europea, Jean Jacques Dordain, reivindicando la ciencia, a los científicos y el conocimiento como motores de la inteligencia terrestre. Mision cumplida: llevar un robot desde la Tierra en una sonda espacial (diez años de viaje) y desacoplarlo para que se pose en el cometa 67P. “Esta es mi nueva dirección”, ha dicho el módulo esta tarde en su cuenta de twitter. Europa celebra que en esto sí hemos sido los primeros.
Este es uno de esos días en que los aficionados a la exploración espacial se emocionan.
Hay quien dice que la aventura del saber en el espacio es la religión de los ateos: la búsqueda de las respuestas a las grandes preguntas: de dónde venimos, qué somos, a dónde podríamos ir si la Tierra dejara de servirnos como lugar habitable.
Hoy ha hecho historia un cacharro con patas del tamaño de una lavadora. R2D2 puede sentirse orgulloso.
Y no ha hecho historia, aunque haya escrito una página más Rajoy. Y no ha hecho historia Artur Mas, aunque va a seguir intentándolo.
Aunque fueron casi treinta minutos de preguntas al presidente del gobierno esta mañana, una se quedó sin hacer y quedó, por tanto, sin respuesta. La más simple de todas: por qué hoy. Por qué hoy sí y hasta hoy no. Qué ha cambiado del domingo al miércoles para que el presidente no considerara necesario, o pertinente, opinar sobre la consulta de cartón el lunes y hoy, sin embargo, lo haya hecho.
O planteada de otra forma, si esta presencia de hoy la tenía prevista ya el domingo o ha sido decidida ayer a la vista de las piedras que estaban lloviendo sobre la Moncloa (en algunos casos fuego amigo, pedrada amiga) por ejercer de hombre invisible mientras se constataba que ArturMas, en contra de lo que el gobierno calculaba, sí ha desobedecido la suspensión cautelar de sus dos consultas, la original y la marca blanca del domingo. Si la razón de la comparecencia de hoy es la segunda -neutralizar las críticas a su inexistencia (presidente, manifiéstate)- habrá que interpretar esta declaración de hoy no como una respuesta (más) a Artur (Mas), sino como la réplica que da Rajoy a quienes le están atribuyendo falta de talla y dejación de funciones. Actúa, dicen, como si aquí no hubiera pasado nada.
Rajoy empezó su comparecencia por ahí, por decir que aquí no ha pasado nada. No ha habido referéndum, no ha habido consulta, no ha habido más que propaganda. Oiga, lo que yo dije. Pese a esta interpretación, de parte (claro), según la cual es él, y no Más, quien ha acertado en el pronóstico, ha creído oportuno el presidente sacar alguna conclusión de un simulacro cuyo escrutinio le resulta irrelevante pero que, a la vez, subraya (en este aspecto tan comentado estos últimos días): dos tercios de la población convocada a votar no lo ha hecho, luego (aplica aquí el presidente una lógica discutible) dos tercios de los catalanes no quieren ni independencia ni consulta.
El aroma aquel de, cómo era, “la mayoría silenciosa”. Si lo del domingo, como empezó por decir Rajoy, es un acto de propaganda sin semejanza alguna con una medición seria de la voluntad de los ciudadanos, entonces sólo cabe admitir que el resultado (todo él) viene distorsionado de origen y que nadie sabe cuál habría sido la participación o el escrutinio de haberse celebrado una consulta seria. El último examen cierto a la voluntad popular de los catalanes fueron las autonómicas de 2012. Recordémoslo de nuevo: un tercio votó soberanismo, un tercio votó a los no soberanistas (si incluimos en ese pack al PSC, que tampoco está claro que deba hacerse) y un tercio no votó. Este tercio que no se pronuncia, el tercio abstencionista, no pueden sumárselo ni los unos ni los otros.
En las generales de 2011 votamos veinticinco millones de los treinta y cinco que estábamos convocados. Once millones votaron al PP. Catorce millones votaron a otros y diez no votaron. Once sí escogieron Rajoy, veinticuatro no lo hicieron. Pero quien marca el rumbo político del país es el gobierno de Rajoy con toda la legitimidad que le da haber alcanzado la mayoría absoluta de la cámara. Las cuentas que tienen que empezar a hacer en la Moncloa no con las de la falsa consulta que de nada vale, sino las de las próximas elecciones catalanas en caso de que dos millones voten independentismo y el millon y medio de abstencionistas de 2012 vuelva a quedarse en su casa.
¿Cuál es el plan para frenar el crecimiento del independentismo?, le preguntaron a Rajoy este mediodía. “Mi plan es seguir luchando contra el paro”, respondió el presidente, introduciendo aquí la única pista que ha ofrecido de cómo cree él que se desbloquea este pulso. “La prioridad sigue siendo salir de la crisis económica”, dijo, “porque una vez que salgamos y nuestra economía crezca sólidamente será más fácil un acuerdo entre la Generalitat y el Parlamento español”. Traducción: Rajoy sigue pensando que este asunto se resuelve con mejor financiación, más recursos para que los gestione la Generalitat y asunto concluido.
La misma tesis que ha prevalecido en la política nacional los últimos treinta años: reforma del sistema de financiación, cesión de impuestos cada vez más mayor, y a tener a los gobiernos autonómicos sosegados otros cinco o seis años. De esto, de financiación, está dispuesto a hablar el presidente. De la reforma de la Constitución, aunque diga que sí, da a entender que no. Desde luego, no en el sentido en que la reclaman los independentistas catalanes (que nada tiene que ver con la reforma que plantea Pedro Sánchez): la reforma constitucional que anhela Mas no es aquélla que convierta España en un estado federal, sino aquélla que reconozca a una administración autonómica la potestad de preguntar en su territorio por una posible independencia.
El derecho de autodeterminación, como dijo hoy Rajoy. Y esa reforma -el PP fija ya postura- nunca será apoyada por el que hoy es partido mayoritario. Si no va a apoyar un cambio constitucional para que sea legal preguntar por la independencia, tampoco va a convocar él un referéndum en Cataluña a la manera en que lo reclama Artur Mas. Es decir -en esto tiene razón Junqueras- no hay nada que negociar: cada vez que hablan de abrir un diálogo Rajoy y Mas están refiriéndose a cosas distintas; uno habla de negociar el dinero, el otro de negociar la autodeterminación. Aunque él seguramente no se dé cuenta, Junqueras está coincidiendo en esto con Soraya Sáenz de Santamaría: la negociación en el sentido en que la plantean los independentistas no es posible, y la otra negociación, la que plantea el gobierno central, al independentismo y su cabeza visible, Artur Mas, no le interesa porque la da por superada.
Los dos siguen con el estribillo éste de que están abiertos a hablar, bendito sea el diálogo, pero a la hora de la verdad su diálogo consiste es esto que estamos viendo: yo hago una declaración, tú haces otra; yo replico a la tuya, tú respondes a la mía. Los medios de comunicación como servicio de mensajería. Y la opinión pública de espectadora de una plúmbea partida de ping pong.