El mundo no se terminará el domingo, voten lo que voten los griegos
Les voy a decir una cosa.
Si el mundo no se acabó el día que España hubo de pedir rescate para sus bancos, el mundo no se terminará el domingo, voten lo que voten los griegos.
El mundo no se acaba, pero es verdad que pocas citas electorales han generado el grado de incertidumbre -incluso un cierto canguelo- que provoca esta convocatoria griega. Son elecciones, pero en la práctica están planteadas como un plebiscito; no sobre el euro pero casi, una suerte de referéndum nacional sobre las condiciones del rescate, es decir, si hay que cumplir o no con las exigencias que pusimos los socios europeos para asistir financieramente a Grecia. Si la respuesta es no, la sacudida sobre la estabilidad del euro puede ser de órdago.
Todo lo que suceda esta semana ha de analizarse teniendo presente que el domingo hay elecciones en Grecia, claro, pero incluso así hay una pregunta, incómoda, que han empezado a hacerse personalidades relevantes (españolas) puertas adentro de sus despachos. ¿Qué ocurre si la prima de riesgo española, pese al rescate de los bancos, no baja? Qué pasa si, con rescate y todo, sigue en máximos. Que ayer, primer día de impacto, el interés que se exige a los bonos españoles siguiera en las nubes incomodó a las autoridades, pero tampoco se le quiso dar demasiada relevancia: “es el primer día”, decían, “también les pasó a los otros países que que tuvieron que pedir el crédito europeo, se debe a las dudas que aún existen sobre la letra pequeña, y a Grecia, no olvidemos Grecia”.
Pero, siendo cierto lo de Grecia, la ausencia de efecto benéfico sobre la prima española de un manguerazo a la banca tan gordo como el que se pactó este sábado -cien mil millones de euros- inquieta a los gobiernos europeos e inquieta, lógicamente, al nuestro, que empieza a pensar que se haga lo que se haga nunca tiene el efecto que los manuales dicen que debería tener. Si anuncias una inyección europea de cien mil millones de euros a los bancos de un país que eran objeto de sospecha, lo usual sería que esa sospecha remitiera y que, garantizado el capital para hacer frente a las pérdidas de esos bancos, la confianza en la economía española remontara. Los bancos eran la causa de la desconfianza, desactivemos la causa y empezarán a solucionarse nuestros problemas.
Es posible que eso acabe pasando cuando se desvelen las condiciones concretas del rescate y cuando pase el torbellino griego, pero lo cierto es que hoy la prima la seguimos teniendo enorme y eso no es bueno. Sobre todo si algunas publicaciones financieras empiezan a sugerir que, confirmado el rescate de los bancos, los inversores apuestan ahora a que acabará siendo necesario el rescate entero. De ahí que se esté planteando la incómoda pregunta: si con rescate bancario y todo nos siguen exigiendo casi un siete por ciento por nuestros bonos a diez años, ¿qué hacemos?, o ¿qué haríamos? ¿Y qué haría Italia, cuya prima ha rozado ya hoy los quinientos puntos y de donde sigue saliendo también dinero del país, inversores que buscan otros países donde llevar sus capitales? Lo previsible es que el próximo lunes, a más tardar, el amigo Draghi (presidente del BCE) se ponga el casco, agarre el lanzacohetes y se lance al mercado de la deuda pública a comprar bonos nacionales para bajar los precios.
El macroextintor se reserva para después del domingo, dicen, porque prefieren tener munición de reserva ante el carajal que se puede montar en los mercados si al final ganan los partidarios de incumplir las condiciones del rescate. El planteamiento que hoy se hacen en Frankfurt y en Bruselas es el siguiente: por si acaso pasa el domingo lo que no queremos que pase, vayamos preparando los sacos de arena para poder levantar el cortafuegos. En el tecno-lenguaje de los altos funcionarios se llama plan de contingencia, e incluye esta historia de la que se empezó a hablar ayer por la tarde de poner topes a la retirada de dinero en los cajeros griegos.
Es decir, que si el domingo sale de las urnas la sensación de que Grecia acabará fuera del euro es muy probable que los clientes de los bancos intentaran retirar ya mismo todos los billetes de euro que pudieran, y para impedir que eso suceda se establecerían limites al efectivo que se puede retirar y controles en la frontera para que no se saque el dinero fuera. Dices: esto sí que suena inquietante, no puede ser verdad, será un bulo de esos que alguien hace circular por la red. Pues no, son medidas (de emergencia) que resulta que en Bruselas alguien se está planteando en serio. Los portavoces comunitarios insisten mucho en que son planes meramente teóricos, trabajos sobre escenarios hipotéticos que no suponen que nada de esto vaya a pasar, pero confirmando, a la vez, que se han solicitado estudios jurídicos al respecto. Incluyendo una consulta que parece inspirada por Paul Krugman, el profeta de los corralitos.
Cuando el premio Nobel la lio parda con aquel post sobre los escenarios hipotéticos para España que incluía un corralito, de inmediato salieron los dirigentes en Bruselas a anunciar que semejante posibilidad era un absurdo porque legalmente no se puede establecer un corralito en ningún país del euro, dado que esa limitación contravendría la libre circulación de capitales. Pues bien, ahora dice Bruselas que ha hecho unas consultas jurídicas y resulta que sí es factible que en Grecia se declararan restricciones a los movimientos de capital, es decir, que se podría prohibir a los griegos llevarse el dinero fuera o incluso sacar cantidades elevadas de los cajeros.
Una vez más cambia el discurso para dar a entender que, en realidad, nada es verdad o es mentira, nada es posible o imposible en la zona euro, todo depende del mensaje que, en cada momento, se quiera transmitir a la opinión pública. También el rescate de España, como país, era técnicamente imposible y el sábado se llegó a poner sobre la mesa. Ahora conviene advertir a los griegos de las siete plagas que podrían caerles encima si Europa se ve obligada a defenderse de ellos y del riesgo que representan. E incluso algo tan delicado como esto de limitar la circulación de capitales se considera, de repente, factible. Empieza a parecer que en Bruselas tampoco son capaces de medir hasta dónde llegarían los efectos de un resultado electoral incierto para el euro.
Como nadie es capaz de calcular en Grecia qué pasaría si el nuevo Parlamento que salga el domingo se revela incapaz de dar a luz un gobierno estable, como ya pasó en mayo. Si Grecia le da el gobierno al señor Tsipras, líder de la Izquierda Radical,éste no anunciará la salida de su país del euro porque en su programa no figura esa medida: él pretende que Grecia permanezca en Europa y en la moneda única, pero quedando exenta de cumplir las condiciones del préstamo que ese país necesita para seguir funcionando. Tsipras anunciaría su deseo de renegociar el plan con las autoridades comunitarias usando el caso español como más inmediato argumento: si a los españoles les dan ustedes cien mil millones sin imponerles nada concreto, aflojen la presión sobre Grecia, que todos somos hijos del euro.
En el ámbito político, se abriría un periodo de contactos, discusiones y reuniones múltiples. Pero en el ámbito financiero, en el de los mercados, se interpretaría que antes o después Europa forzaría la salida de Grecia del euro -o incluso se replantearía la existencia misma de la zona euro- y eso, una vez más, precipitaría los acontecimientos. El mundo no se acaba el domingo, como no se acabó el sábado pasado. Pero hay noches electorales que lo cambian todo.