Monólogo de Alsina: "El naufragio de Soria en Jersey"
Soria se deshilacha. Se diluye. Se va apagando. Soria el ministro, se entiende.
Rajoy, que es hombre escarmentado, ha debido de borrarle de sus contactos del móvil para impedirse a sí mismo enviarle mensajes de aliento. Quien evita la tentación, evita el peligro. Y Soria está a punto de convertirse en “esa persona de la que usted me habla”.
Esta historia empezó el lunes, con los papeles de Panamá, y esta historia va a terminar antes del lunes.
Vamos dejando atrás la semana en la que amanecieron los dirigentes políticos pendientes del guasap, la radio y los digitales. Con estas dos que han sido las preguntas más repetidas de la semana: ¿se publicado algún nombre más? y ¿nos han detenido a alguien en los últimos diez minutos? Ven pasar un coche patrulla y ya están pensando en que alguien va a ser suspendido de militancia.
Hace dos domingos empezaron a difundirse los papeles de Panamá —que si Pilar de Borbón, que si Almodóvar, que si el primer ministro islandés— y hoy la duda es cuánta vida política le queda al ministro Soria. Si llega vivo a su comparecencia del lunes en el Congreso. Si seguirá siendo ministro cuando acabe el día.
Se disparó el runrún de que hoy ya no acudiría al consejo de ministros en la Moncloa. Y trascendió la fórmula que los servicios jurídicos barajan en el caso de que Soria decidiera abandonar el cargo: como no formalmente ya cesó, porque el gobierno entero está en funciones, tendría que recurrir a la renuncia expresa al ejercicio de su cargo, es decir, un papel que diga “me marcho”. Con su firma al pie, como todos estos documentos que han visto la luz en los últimos días y que el ministro no ha refutado.
En público, la palabra que utilizan los dirigentes del PP es “confusión”. Admiten que las afirmaciones que viene haciendo Soria resultan “confusas”. Se lo escuchamos decir aquí a Maíllo, el fontanero jefe de Génova 13.
En público dicen “confusión”. En privado dicen que huele a muerto. Que el ministro está tapando algo. Que no es posible que alguien que tiene las ideas claras y los papeles en orden se meta en un laberinto como el que se ha creado a sí mismo José Manuel Soria. El martes lo comentamos a esta hora: después de escuchar el desmentido categórico del ministro a su vínculo con sociedades offshore la cuestión dejaba de ser a qué se dedicaron esas compañías, la cuestión pasaba a ser si el ministro había dicho la verdad o había mentido. Si era lo primero, adelante con los faroles y pleno derecho a reclamar que se rectifique lo publicado. Pero si era lo segundo, adiós Soria.
Desde que el ministro se puso categórico no han parado de aparecer papeles. Como si hubiera emergido el iceberg para hundir cada una de las afirmaciones del lunes. La primera, que nunca tuvo relación alguna con ninguna sociedad en un paraíso fiscal. La segunda, que todos los papeles que habían aparecido correspondían a su etapa anterior a la política.
Jersey en 2002. Paraíso y estando ya en política. Estando mucho en política, porque para el 2002 llevaba siete años de alcalde y tres de presidente del Partido Popular de Canarias. Tocado y a efectos políticos hundido este ministro muy cercano al presidente Rajoy, amigo personal, y con aspiraciones de sucesión conocidas aunque no explicitadas. El lunes habló Soria con Rajoy y ésta es la versión que dio después en La Brújula.
Guardó silencio el presidente sobre los dos nombres de su partido que andan en apuros. Soria, el ministro, y el alcalde Torres Hurtado. Que a pesar de haber recibido un ultimatum de la dirección del PP para que entregue las llaves de Granada —-y se descabece él sólo— ha decidido resistir hasta que el juez le interrogue. Forzar la mano a Pepe Torres es tan difícil como arriesgado (ya ha debido comentarlo a sus afines su buen amigo Javier Arenas). El alcalde, como recordó aquí, lleva toda la vida en el partido y toda la vida en la política andaluza. Se lo sabe todo.
Él se quejó aquí de acoso, de injusticia y de haber sido objeto de un registro policial en su casa que no entiende quién había ordenado.
Y en esto ha salido a echarle un capote una señora que casi nunca habla: la fiscal general del Estado, cabeza de una institución que es, como sabemos, jerarquica. Ha emitido un comunicado para criticar a la UDEF por haberse sobrepasado. Ni el registro de la casa del alcalde ni las detenciones estaban avaladas por la fiscalía. No hay razones, dice, en este momento de la investigación para justificar medidas tan intrusivas. El intruso, que debe ser el máximo responsable de la UDEF, o sea, Fernández Díaz, el intruso aún no se ha manifestado. La Dirección de la Policía, sí. Para decir que informó al juez de las medidas que se iban tomando. O sea, que todo fue legal pero que, viene a admitirlo Interior, la iniciativa de registrar la casa del alcalde no fue ni del fiscal ni del juez. Fue de la policía.