Monólogo de Alsina: "Los españoles tenemos derecho a conservar la nacionalidad española y no hay que darle más vueltas"
Qué país tenemos. O qué país somos. El tiempo que dedicamos a darle vueltas a asuntos que están bastante claros –disquisiciones-- y lo que nos cuesta debatir en serio aquellos que no lo están tanto.
Esto que llamamos las redes sociales, que en esencia es twitter, es revelador de la disposición que tenemos a la hinchada. A aplaudir o abuchear a aquel que habla dependiendo de si lo que dice coincide o no con lo que nos apetece escuchar.
Pidiéndoles perdón por hablarles dos minutos de mí mismo. Miren: hace una semana publiqué un comentario perogrullo en twitter. Decía: Artur Mas se empeña en pasar por alto que para contar escaños primero hay que contar votos. Una legión de independentistas catalanes me puso como un trapo. Por españolista, propagandista y agente encubierto del gobierno de España. Claro que una semana antes había entrevistado a Mas en Barcelona y por insistirle en que una Cataluña separada de España no formaría parte de la Unión Europea –-de entrada no, como la OTAN-- me cayó, por parte de estos mismos, la del pulpo.
Curiosamente, ayer algunos de estos mismos estaban entusiasmados por este pasaje de la entrevista con el presidente del gobierno —del que ya habrán oído hablar— en el que mencioné lo que dice la actual legislación española sobre quienes tenemos y cómo se adquiere o se pierde la ciudadanía española. La nacionalidad española que, a su vez, nos aporta la ciudadanía europea. Porque España —-a diferencia de una Cataluña independizada—- sí forma parte de la Unión y por eso sus nacionales somos ciudadanos europeos.
Salvo mejor criterio de los juristas que para eso están, y mientras no cambie la legislación (que cambiarse, se puede cambiar, claro, en el supuesto de que hubiera una secesión catalana) hoy lo que la norma dice es que los españoles tenemos derecho a conservar nuestra ciudadanía española aunque residamos en una nación distinta y adquiramos una nacionalidad diferente, siempre que, atención atención, manifestemos nuestro deseo de conservarla. En el supuesto, que el gobierno (y el PSC y Ciudadanos) consideran imposible, de que Cataluña se independizara, los catalanes que desearan conservar la ciudadanía europea habrían de manifestar individual y expresamente su voluntad de seguir siendo españoles. Ésta es la paradoja en la que están todos los independentistas que sostienen que no perderían su condición de europeos: que para que eso fuera así, habrían de pedir previamente seguir siendo españoles residentes en otro estado. Pero españoles. Lo que son ahora.
Imagine usted a Romeva yendo al registro a pedir seguir siendo español. O a Karmele Marchante desenvolviéndose por un momento de la estelada.
Naturalmente, aun teniendo la nacionalidad española residirían en un nuevo estado que no formaría parte de la Unión Europea: esto también está claro en la norma vigente, que son los tratados. Españoles residentes en un país extracomunitario y cuya ciudadanía les daría derecho a cruzar las fronteras interiores de la Unión sin enseñar el pasaporte y a votar en las elecciones europeas. Pero siendo sus instituciones, sus empresas y sus bancos (si mantuviera alguno su residencia) extracomunitarios. De fuera de la Unión Europea.
Hay lo que hay, por más que nos empeñemos en seguir dándole vueltas.
Por cierto, a los indepes que estáis haciendo la broma de que Alsina va a tener que pedir asilo político en la república catalana, hombre, en España, como sabéis, hay libertad de opinión, cada uno decimos y preguntamos lo que nos parece pertinente. A Rajoy, a Artur Mas y al rey Felipe si algún día se deja.
Para pedir diálogo y respeto a las opiniones ajenas primero hay que demostrarlo. Predicar con el ejemplo. Insultar, abuchear, boicotear a quien mantiene una posición que no te gusta te retrata como lo que eres: un intransigente que no lleva bien la pluralidad de opiniones.
Y así es como se retrató anoche en Reus un grupo de ciudadanos que se puso a pegar berridos al paso de Rajoy y García Albiol obligando a los mossos de esquadra a desplegar un cordón de seguridad para protegerles. Llamando fascistas a quienes no comparten sus ideas o sus exigencias. Acosadores que deben de pensar que, por vocear más fuerte, van a conseguir silenciar al resto.