Monólogo de Alsina: "Wert a la fuga"
Si fuera una película se llamaría “Ministro a la fuga”. El hombre que se sentía encarcelado en un despacho que hace tiempo que no quería. Y logró evadirse.
Wert a la fuga. Defraudado el ministro de Educación con la política y con el gobierno al que ha pertenecido (bien lo sabe Montoro). Y defraudado el gobierno con él ministro por su empeño en quitarse de en medio sin esperar a que acabe la legislatura.
Como saben los aficionados a las películas carcelarias —a las buenas, no esta parodia cañí que interpreta estos días Isabel Pantoja— para consumar una evasión la clave es la perseverancia. Haces una pequeña grieta en la pared, vas arañando y arañando, escarbando con el destornillador, hasta que se abre un boquete suficiente para meter el cuerpo, y la pala, excavar el túnel, alcanzar la calle y huir a la carrera.
Wert a la fuga. Dijo que se iba y, al final, se ha ido. Cuando telefoneó la semana pasada a la nueva consejera de educación andaluza le comentó que ya no podrían verse porque estaba esperando su relevo para esa semana. La pasada. Ya antes de las elecciones trascendió —-dio la noticia El País—- que Wert había informado a Rajoy de su deseo de abandonar el gobierno y le había sugerido ser embajador ante la OCDE, con residencia en París. Es decir, que era Wert el que había decidido cambiar de aires y era Wert quien tenía la seguridad de que el relevo iba a producirse. Pero la semana pasada no hubo relevo y esta semana, tal como iba esta semana y con Moncloa insistiendo a todas horas en que la crisis de gobierno era una invento de la prensa, no parecía que tampoco fueran a anunciarse cambios.
Pero Wert tenía decidido que se acabó. No consta que Rajoy le hubiera asegurado, hace semanas, la embajada ante la OCDE. Sí consta que dirigentes del partido, y algún ministro, le hicieron ver al presidente que premiar a Wert con un destierro apetecible en París no iba a ser bien recibido por la opinión pública. Sí consta que algunas voces del gobierno hicieron saber, sin micrófonos, que había mucho malestar con el ministro. Y que, a la vez, éste no había cedido en su pretensión de poner fin a esta etapa de su vida.
Hace un par de días comentamos en la tertulia que si uno desea marcharse, sólo tiene que presentar su dimisión irrevocable y aquí paz y después gloria. Nadie puede obligarte a seguir en un despacho si no quieres. Lo hizo Gallardón. Y es altamente probable que, en vista de que no le relevaban, estuviera decidido a hacerlo José Ignacio Wert.
Como el nuevo ministro de Educación, Méndez de Vigo, contó anoche a los periodistas, Rajoy le ofreció la cartera de educación ayer por la tarde. Aprovechando que coincidían en la cumbre europea sobre Grecia, le preguntó si le agradaría ser ministro. Él dijo sí, se le comunicó al rey por teléfono y se le envió el decreto de nombramiento por correo electrónico para que lo firmara. Lo que alimenta la hipótesis, ¿verdad?, de que esto muy planificado no estaba, de que a Rajoy, de pronto, le entró la prisa. Necesito un ministro con urgencia y éste Méndez de Vigo puede servir. Mera hipótesis, eh. “Me va a dimitir Wert si no le dejo ya que se vaya, y a quién pongo, a quién pongo, oye Iñigo, ¿tú de ministro te verías?” Si en lugar de estar en Bruselas de consejo europeo hubiera estado Rajoy visitando una huerta habría nombrado ministro al director general de regadíos. Ah, sub-director general, de regadíos y economía del agua.
Méndez de Vigo, sonó como ministro de Exteriores en 2011 y ha ejercido esta legislatura de viceministro para cuestiones europeas. Recibe la cartera, de noche y en Bruselas, a cinco meses de que termine la legislatura. Es el jugador que entra de refresco a cinco minutos de que el árbitro pite el final del partido, con el prurito de haber saltado al campo pero sabiendo que, salvo que seas un figura, tu presencia va a significar ya poco. No parece que estuvieran pensando en esto las gargantas profundas del gobierno cuando contaban que el presidente iba a hacer cambios para dotar de mayor peso político al gobierno.
La nota que anoche difundió Moncloa agradece protocolariamente los servicios prestados al ministro saliente. Wert. El único independiente que fichó Rajoy para su primer gobierno en 2011. El sociólogo, el de la demoscopia, el contertulio de la cadena Ser. Su nombramiento fue casi tan bien recibido como ahora lo está siendo su fuga.
La lista de bajas políticas de estas últimas horas parece Waterloo.
Record en el intradía. Wert, Chaves, Viera, Zarrías. Tachados todos de la primera línea. Uno porque se va (razones familiares). Los otros tres porque estaban obligados a irse una vez que el juez del Supremo ha hecho justo lo que nunca creyeron ellos que haría: bendecir el trabajo de Mercedes Alaya y confirmar que hay indicios de que todos ellos, siendo altos cargos de la junta de Andalucía, delinquieron. Paréntesis que hoy tampoco está de más: que te impute un juez del Supremo no presupone, aunque sea del Supremo, ni culpabilidad ni condena. Estamos, aún, en el terreno de los posibles delitos no certificados como tales por un tribunal. Pero, a la vez, es un revés enorme para la estrategia de defensa de los implicados.
Porque ya no es Alaya quien dice que todo el sistema de adjudicación de dinero a empresas y amiguetes estaba podrido. Ya no es Alaya, la juez a la que el PSOE andaluz siempre ha visto como lideresa de la oposición, la asistente del PP en la sombra. Ahora es Barreiro, el juez del alto tribunal en quien confiaban para que esto acabara como la gasolinera de José Blanco, archivada la causa y exonerados todos.
El juez, tras escuchar amablemente la versión de los imputados, les ha venido a decir que no cuela. No me cuenten ustedes películas que ya estamos muy mayores todos. Esta historia de que ni el consejero ni el presidente se enteraron nunca de lo golfo que era el director general de empleo (un listo que se la jugó a todos) no hay por dónde cogerla, opina el juez. No se sostiene esta conspiración de silencio de los subalternos —-de viceconsejeros para abajo—-- para mantener en la inopia a los jefes supremos. Y no se salva el interventor, cuya denuncia de responsabilidades superiores le parece estupenda al magistrado peor a quien éste atribuye haber hecho su trabajo a medias. Tuvo en su mano emitir el informe definitivo que habría obligado a los Griñán y Chaves a parar a maquinaria de los EREs, pero si lo hacía bloqueaba el sistema y le hacía la puñeta a los mismos cargos políticos que lo habían nombrado a él, así que…metió solo la puntita pensando que se salvaban todos. El supervisor que supervisa a los mismos que le han nombrado.
El auto del juez es la disección de un sistema viciado, corrupto y prolongado en el tiempo. No es sólo una enmienda a la totalidad a Chaves, o de Griñán, o de Zarrías. No sólo de los cuadros intermedios —el director general Guerrero— o los conseguidores tipo Juan Lanzas —el tipo que amasó dinero suficiente pa asar una vaca—, sino a la administración autonómica en su conjunto: dinero a empresas que no tenían derecho a recibirlo porque no estaban en crisis; ayudas a trabajadores que ni siquiera pertenecían a esas empresas; intermediarios que se quedaban con una parte del dinero y abonos a los sindicatos mayoritarios sin razón alguna (más allá de la de tenerles untados y contentos). Ochocientos millones de euros de dinero público que acabaron en la buchaca de los afines y los amigos. No es un auto judicial. Es la descripción minuciosa del paraíso del mangoneo. El maravilloso mundo del saqueo institucional. Golfolandia.