Monólogo de Alsina: "Estos 'nuevos tiempos' en la política son calcaditos a los antiguos"
A las ocho de la mañana, las siete en Canarias. Les digo una cosa. Reventadas de citas tienen todos las agendas. Las agendas secretas, se entiende. Como la película de Ken Loach, “Agenda oculta”. Para estar predicando todos que ha empezado una nueva etapa, que la política nunca será como antes, que se abren las puertas, las ventanas y los reservados de los restaurantes, para hacer dando tanto la matraca con los nuevos usos y la transparencia, están haciendo los cuatro lo que se hizo siempre. Se citan sin contárselo a nadie, evitan a toda costa a la prensa, y sólo cuando ya se han metido entre pecho y espalda la comida o la cena (porque aquí las reuniones de trabajo siguen siendo de comer y cenar) tienen a bien difundir un comunicado que no dice nada.
Benditos sean estos tiempos nuevos calcaditos a los tiempos viejos. Que el presidente del PP aproveche el comedor de la Moncloa para recibir gente en secreto y persuadirla de que sea receptiva a sus intereses forma parte de la rutina presidencial: nunca ha pretendido Rajoy cambiar su forma tradicional de hacer política. Los nuevos son Sánchez, Iglesias y Rivera. Nuevos y con vocación, o eso nos han dicho, de renovadores.
De momento, sin embargo, lo de siempre: Sánchez compareció ante la prensa ayer a mediodía sabiendo que en cuanto acabara con ellos se iría a la Moncloa a comer con Rajoy pero no les dijo ni media a los periodistas. Podemos confirmó a primera hora que Iglesias se vería con Sánchez a lo largo del día pero mantuvo en secreto la hora y el sitio. Estorba la prensa. La única aportación a la negociación para el reparto del poder que ha hecho hasta ahora Podemos es esto de quedar a cenar en “terreno neutral”. Ni en tu casa ni en la mía, no vaya a parecer que uno es más importante que el otro. En la España del apareamiento, lo último que faltaba eran las citas clandestinas en hoteles sin nombre. A este paso se pondrán todos peluca y fumarán rubio holandés, como Carrillo. La épica de la Transición sigue atrapando incluso a aquellos que opinan que aquello fue un compadreo. Cómo les hubiera gustado a todos frecuentar la casa de José Mario Armero.
De qué hablaron Rajoy y Sánchez sólo lo saben ellos. (Y a lo mejor Soraya y Luena, pero sólo a lo mejor). De qué hablaron Sánchez e Iglesias aún se sabe menos. Todos reclaman discreción para que las conversaciones fructifiquen, que es una forma de admitir —y esto es lo relevante— que los dirigentes sólo hablan claro cuando tienen el compromiso de que no trascienda lo que unos y otros se digan. De nuevo la división interesada que establecen entre lo que dicen del otro en público —las líneas rojas, los giros, las castas, el por aquí no pasamos, el yo no intercambio cromos—- y lo que luego se dicen en privado. La normalidad que para ellos supone tener un discurso público, agresivo, vehemente, beligerante, y otro discurso templado y pactista, que es el verdadero.
Manuela Carmena, aspirante bendecida por Podemos a la alcaldía de Madrid, no le exigió, sin embargo, a Goirigolzarri verse en la habitación de un hotel, gafas oscuras, gabardina y entrando por el garaje. Carmena fue a ver al presidente de Bankia a la sede del banco. Pudo ejercer el banquero de perfecto anfitrión y se abstuvo de pedir a Seguridad que estuviera presente por si la alcaldesa en potencia intentaba quemarle su despacho. Proliferan en Madrid estos días los Jeremías que profetizan el fin del mundo civilizado por la invasión bárbara. Ni Goiri se sintió ayer amenazado en su condición del altísimo ejecutivo ni dio muestras Carmena de estar digiriendo un sapo por reunirse con el enemigo. Bien al contrario, ambas partes quedaron encantadas de poder decir que ya se habían visto sin haber alcanzado, por supuesto, compromiso alguno.
Fue interesante que pusiera empeño Carmena en decir a los periodistas que los bancos no deben tener miedo. Qué lejos queda —-o qué lejos quiere Carmena que le quede—- la proclama aquella de Pablo Iglesias: “el miedo ha cambiado de bando, qué bien que nos tengan miedo”. Es la representante de miles de ciudadanos que le han dado su voto la que pide cita con el banquero para sondearle sobre el precio que le pondría a unos miles de pisos que ella quiere comprar para que disponga de ellos el ayuntamiento.
Bankia, en realidad, no es un banco cualquiera. Es el banco cuya propiedad tiene hoy el Estado y que está ya sometido a las normas que aprobó el gobierno para la banca intervenida, desde el salario de sus ejecutivos a los requisitos para que un desahucio esté justificado. Es lo más parecido que hoy tenemos a la banca pública, de modo que igual Carmena le ha pedido consejo a Goiri sobre cómo montar el banco público municipal del que ella habló durante la campaña. Ya hubo un banco público en Madrid. Se llamó CajaMadrid y es a su alargada sombra a lo ha logrado sobrevivir, y no le ha sido fácil, esta Bankia de ahora.
Curioso que presentándose como casi alcaldesa y teniendo enfrente al primer ejecutivo del banco con el que el ayuntamiento de Madrid mantiene una deuda muy elevada no se dedicara ni un minuto a este asunto. Si en el ánimo de la casi alcaldesa está reestructurar la deuda municipal (que es la forma de decir renegociar las condiciones de los créditos) ya podía haberle hecho alguna sugerencia ayer a Goiri, o él a ella.
Ni la revolución va a ser mañana ni se va a instalar en Cibeles una guillotina. El mayor riesgo al que se enfrenta no tanto Carmena como Podemos es defraudar la expectativa de cambio drástico que anhela una parte de su electorado. Esa parte a la que puede chirriarle una relación tan de guante blanco con los ejecutivos del Ibex y los banqueros después de haber alimentado la ira, el discurso vehemente, beligerante, contra el poder financiero que nos ha expropiado la democracia.
Al final el nuevo poder político se sentará a negociar con los banqueros y los banqueros, que lo seguirán siendo, se sentarán a renegociar con estos nuevos alcaldes los créditos pendientes de pago. Como siempre ocurrió. Y como siempre ocurrió, procurarán los banqueros llevarse bien con los alcaldes y procurarán los alcaldes llevarse bien con los banqueros.
Hablan hoy de reforma quienes antes hablaban de ruptura. La guillotina sigue acumulando polvo y quien dice igualdad y fraternidad en Francia es un pariente lejano de Luis XVI, Felipe de Borbón, rey (por sucesión) de España. Sigue habiendo tronos. Han imputado a Kaleeshi y han mudado de piel los dragones.