Monólogo de Alsina: "Mas debió sentirse desnudo sin pancartas en la cena del Planeta"
Por la noche acudió ya él solo. Debió de sentirse desnudo sin comitiva y sin pancartas. Ocurre que Artur Mas, aunque cueste creérselo, no lleva siempre dos mil personas a su vera. No se va a dormir a casa con cuatrocientos alcaldes que velen su sueño.
A la cena del Planeta ya acudió el presidente él solo. No llevaba ni siquiera abogado. Es tradición que en este acto se citen políticos con cargo y políticos con aspiraciones de tenerlo, pero también que en la mesa ni hablen de política porque queda feo. Ésa es la razón de que, habiendo cenado cheek to cheek el persistente Mas y la ministra más íntima de Rajoy, Ana Pastor, ni volaran los cuchillos ni se arrojaran mutuamente una copa de cava a la cara. En las cenas del Planeta es todo mucho más civilizado que en los mítines, las manifestaciones y los debates parlamentarios.
Artur Mas había echado la mañana, como sabrán, en el Tribunal Superior de Justicia. Un rato la parte de fuera —-avanzando a cámara lenta mientras lo jaleaban sus alcaldes embastonados—… y otro rato ya dentro, persuadiendo al juez instructor de que él es un hombre de orden que obedece religiosamente lo que diga el Tribunal Constitucional.
Ésta fue, en realidad, la estampa bipolar que se produjo en Barcelona: que mientras la multitud en la calle gritaba “me autoinculpo, me autoinculpo”, Artur Mas, dentro del juzgado, hacía justo lo contrario: él se exculpaba. No es verdad que él asumiera toda la responsabilidad de haberle hecho la butifarra al Constitucional. Bien al contrario: él niega haberse insubordinado. En ningún momento le dijo al juez “soy rebelde por que el procés me ha hecho así, qué pasa”. Al revés.
Lo que Mas y sus consejeras dicen es que en el preciso momento en que el Tribunal suspendió la consulta, ellos pararon todo. Pero chico, como los voluntarios ya estaban lanzados, pues hubo urnas porque ellos —-ah, la sociedad civil—- así lo quisieron. Y si el Constitucional no quería urnas, que hubiera recurrido a la justicia ordinaria para hacer cumplir la suspensión. O que lo hubiera hecho el gobierno. Patada en el bajo vientre a Rajoy: si no podía haber urnas, ¿por qué no mandaste a los mossos de escuadra a retirarlas? Ahí le duele a Artur Mas. Aquel fue el lío que no llegó a producirse y que él habria deseado que se produjera. Para montar otra superproducción callejera de condena al gobierno opresor.
Si el martes fue el Poder Judicial quien emitió una nota censurando a los concentrados (y al gobierno catalán) por atacar la independencia de los jueces, fue la Fiscalía General del Estado, que también es poder judicial, quien hizo lo propio. Le irritó a la fiscalía que el imputado le echara en cara al fiscal que actúe a las órdenes de Madrid y en contra del criterio de los fiscales del Tribunal Catalán. Como si fueran instituciones distintas una fiscalía y la otra.
Despachan los escraches el Consejo del Poder Judicial y la Fiscalía emitiendo notas aunque se niegan sus máximos responsables aparecer de viva voz a decir lo que piensan. ¿Dónde está el señor Lesmes, la señora Madrigal, que no se dejan ver en la prensa? ¿Por qué ese empeño en reservarse para los desayunos informativos y las conferencias si es ahora cuando su voz tendría más sentido que nunca en el debate público que, sin duda, está abierto?
Primero fichó a Zaida Cantera y ahora ficha a la diputada de UPYD que hizo de su caso bandera: Irene Lozano, derrotada en la carrera por la secretaría general del partido, se pasa al PSOE de Pedro Sánchez. Toda la vida predicando contra el bipartidismo hegemónico para acabar empotrada en el mismo. Cómo pasas de afirmar que son las dos caras de una misma moneda a decir que una es la cara mala y la otra, de repente, es la buena. Cómo lo haces sin que te llamen cara. Esa tarea va a tener que hacer, cuando se decida a hablar, Irene Lozano. Explicar el giro, o la pirueta, y convencer a sus votantes de antes de que no es puro afán de seguir en política en el barco que sea. El grupo parlamentario que tanto enorgulleció a UPYD tras las elecciones de 2011 culmina su descomposición: Rosa Díez agota su carrera política, Toni Cantó se marchó a Ciudadanos e Irene Lozano se va al PSOE. Sobrevive Martínez Gorriarán, siempre presto a soltarle un zurriagazo al compañero o ex compañero que se marcha: de Lozano ya ha dicho que se ha buscado un pesebre porque la vocación de los parásitos es vivir de los tontos. Buen rollito en el grupo de UPyD.
En el PP, lejos de fichar a nadie, que se sepa, despiden cargos orgánicos abatidos y los reponen con ministros: Alfonso Alonso, ministro de Sanidad, es el nuevo presidente del PP de Euskadi por decisión de los tres presidentes provinciales --uno de ellos él mismo--, previa bendición de Rajoy y previo ninguneo de Cospedal, que no ha tenido voz ni voto. Cuenta La Razón que el presidente del partido ha dado un bocinazo para que cesen los desahogos de ministros o similares en público. O sea que es verdad que a Montoro le ha hecho ver que la ha pifiado.
Dícese de un ministro reculando.