Monólogo de Alsina: "La boda roja"
Que suene Mendelson. Marcha nupcial. Casarse por interés. No es la primera pareja que lo hace. Como la película, “Matrimonio de conveniencia”. Ninguno de los dos novios lo niega, ni Iglesias ni Garzón: el suyo es un casamiento interesado, fruto no del amor sino del cálculo.
Si a los tres millones doscientos mil votos de Podemos se le suman los dos millones de sus marcas asociadas y los novecientos veinticinco mil de Izquierda Unida salen algo más de seis millones de votantes. Y aunque esto es más impreciso porque depende del reparto en cada provincia, salen unos ochenta y cinco diputados. Éste es el escenario simulado —como los simuladores de vuelo— con el que han trabajado los contrayentes. Provincia por provincia para poder calcular Izquierda Unida cuántos de esos diputados serán de los suyos. Cuántos, en qué provincias y con qué garantías de salir elegidos. Pongan las garantías en cuarentena porque aquí nada está garantizado mientras los votantes no píen.
En esta boda roja, o acuerdo temporal de convivencia, el book de fotos se lo han hecho los novios antes de la ceremonia. Se plantaron en la Puerta del Sol para declararse fidelidad y abrazarse unas cuantas veces.
A punto estuvieron los presentes de gritar vivan los novios. Aprovechando el calendario, se presentaron los compadres Garzón Iglesias como herederos del 15-M de hace cinco años. En aquella época Iglesias era tan de IU como Garzón y los acampados en Madrid rechazaban que se les vinculase con partido político alguno: de hecho, decían movilizarse contra los partidos de siempre y por una democracia distinta. Cinco años después, son la IU articulada en torno al PCE y Podemos, cuyo dirigente carismático procede de esa misma órbita, quienes actúan como si el 15M fuera suyo.
La boda roja es fruto de una doble impotencia. La de Alberto Garzón para mantener el peso parlamentario que en otros tiempos tuvo IU y la de Pablo Iglesias para alcanzar un resultado suficiente. El de Podemos en diciembre fue muy bueno pero, como se ha visto, no basta ni para liderar la izquierda ni para negociar de tú a tú con el Partido Socialista. Es la admisión de que Podemos por sí mismo no alcanza el número de votos que requiere para disputarle al PSOE el primer puesto de la izquierda —como si Pablo y sus confluencias hubieran tocado techo—- y necesita añadirse, los votos que en diciembre su rival, Izquierda Unida.
La boda roja es un éxito a la desesperada de Garzón, que siempre estuvo en esto. Incluso antes de que existiera Podemos era ya partidarios de darle cancha a Iglesias en IU y poniéndole en la lista de las europeas. Se desquita el joven Garzón de la vieja guardia de su partido, qué mal midió Cayo Lara el empuje de los nuevos. Aquel desdén hacia los jóvenes teóricos, los profesores universitarios pagados de sí mismos que no habían mamado la lucha obrera ni se habían llenado las manos de callos arando. Al final le ha tocado a Cayo, y a otros, tragar con esta operación rescate de una IU en declive agudo.
Para Pablo Iglesias, al contrario de Garzón, la boda roja es un giro total. Fue él quien no quiso el pacto electoral en diciembre, fue él quien recurrió a su repertorio más hiriente para despreciar a los cenizos tristones que se aferran a sus símbolos de izquierda. A IU no la necesitaba para nada, sólo te quiero a ti, Alberto, buscaba darle la puntilla al rival ideológicamente más parecido a sí mismo y en ese empeño fracasó. De no necesitar a IU a firmar una marca electoral que dice “Unidos sí se puede”, o sea, que sin unirse no.
En la foto de pareja de la boda roja se ve a los novios de Sol abrazándose como si no hubiera un mañana. Ojo con las efusiones de afecto que las carga el diablo. También vimos hace unas semanas a Iglesias y Pedro Sánchez paseando como tórtolos por la carrera de San Jerónimo —-mira que le gusta a Pablo lo de pasear en pareja— y aquella hermosa amistad terminó como terminó. A tortas.
La pregunta es si la cuenta de la vieja le saldrá a Podemos o acabará siendo el cuento de la lechera. O en términos más politólogo-tertuliánicos, si un pacto de izquierdas a la izquierda del PSOE como movilizará voto en favor de Sánchez o voto en favor de Rajoy. Aquel intento que hizo el PP en diciembre de cultivar el discurso del miedo a la victoria ajena reforzado ahora por la idea de que van a tomar la Moncloa los comunistas.
Para el PSOE, lo peor ahora mismo es su situación interna. Cada vez que Susana Díaz dice que está segura de que Pedro ganará las elecciones se oyen risas enlatadas.
Y cada vez que a ella le preguntan si aspirará a liderar el partido después de junio y ella se ríe a Pedro le sale una cana nueva. Como Obama, pero sin haber gobernado nunca.
Rajoy, en su afán por presentarse como presidente para siempre, se saltó, por sus santas narices, la separación entre gobierno y partido y se grabó su primer vídeo de campaña en la Moncloa, porque yo lo valgo. Para qué andar disimulando, ha debido de pensar su equipo de campaña. Le preguntó Del Cura a Javier Maroto, vicesecretario del PP, qué le parece el abuso y Maroto aseguró —dios le perdone— que él no sabe dónde se ha grabado ese vídeo.
Menos mal que el mensaje electoral del PP es que hay que tomarse las cosas en serio. Igual tiene razón Maroto y el vídeo no se grabó en la Moncloa sino…en la casa de Rajoy. Que casualmente, y al menos o por ahora, resulta que es la misma sede de la presidencia del gobierno de España.