Monólogo de Alsina: "Gobernamos o qué"
Fuera de radar. En secreto. Ya lo avisó Rajoy. Que a partir de ahora las negociaciones se harían de espaldas a los focos y a los micrófonos. Pídeles tú que las emitan en streaming y la risa que se van a echar en la Moncloa resonará en los Pirineos.
Mañana a estas horas les estaremos contando desde el Palacio de las Cortes que los nuevos diputados van llegando. Nuevos, lo que se dice nuevos, hay muy pocos. La mayoría son repetidores, o en el caso que nos ocupa (y viniendo del gatillazo de no investir presidente de gobierno, reincidentes). En ausencia de efecto novedad porque las rastas, las mochilas y hasta el crío de Bescansa ya serían rutina, el interés de la sesión estará en saber quién ha negociado qué con quién y con qué resultado. Mañana hay que elegir presidente del Congreso. Y si acaba siendo otra vez Patxi López será porque el PSOE está dispuesto a darle al PP algo a cambio. O planteado al revés, que si el nuevo presidente (presidenta más bien) de las Cortes no es del PP, será porque hay algún tipo de acuerdo ya entre populares y socialistas. Con los números en la mano, y una vez que Podemos ha dicho que presenta candidato propio —traducido, que Patxi no cuente con ellos—, la cuenta no le sale al PSOE. Necesitaría a Ciudadanos y a Convergencia, y a Esquerra y al PNV para que la presidencia de la cámara fuera suya.
Primera etapa, por tanto, hacia el desenlace del serial, mañana en la carrera de San Jerónimo. El serial, por supuesto, sigue adelante. Se llama "Gobernamos o qué" y conviene recordar, al comienzo de cada capítulo, dónde nos habíamos quedado. Previously, "anteriormente", en "Gobernamos o qué", el vice secretario general del PP, Martínez-Maillo, dijo en este programa (eljueves) que Rajoy tiene razones para pensar que se van a mover algunas piezas en los próximos días.
Y anteriormente, también en este programa, el líder de Ciudadanos Albert Rivera dijo que no tendría mucho sentido que Pedro Sánchez, que acusó con razón a Rajoy y a Iglesias de llevarnos a las segundas elecciones, actuara de la misma manera que ellos y nos llevara a las terceras.
En el capítulo de hoy, Pedro Sánchez reúne a sus 85 diputados para darles doctrina. Y no estaría mal que alguno de los presentes, dado que nadie les prohíbe hablar, le preguntara al líder por la información que el viernes llevaba el diario La Razón. Ese título: "Sánchez vira a la abstención". Y eso que contaba después: que es el propio Sánchez quien ha hecho saber a sus colaboradores más cercanos —de ahí salía, entiendo, la información, de su núcleo duro— que en lugar de bloquear la investidura lo que hay que hacer es rentabilizar el desbloqueo. Quiere acabar con la idea, decía el diario, de que sólo le preocupa su futuro político y que fía a las terceras elecciones su continuidad como líder.
Es decir, que el nuevo Sánchez estaría en la disposición contraria: aparecer como el artífice de que finalmente no haya elecciones, defender él ante las bases de su partido el viraje y presentar precisamente eso, su sentido de estado, como principal aval para repetir como secretario general del partido en el próximo Congreso. Empezar a recorrer, en definitiva, el camino que señaló Felipe, que señaló el diario El País y que señalaron algunos de los barones terroriales del PSOE. Por ejemplo, el más veterano de ellos, Javier Fernández. Cuya intervención en el comité federal, en favor de dejar gobernar al PP, ha podido escuchar, filtrado el audio, toda la militancia.
Turquía. País de la OTAN. Vecino de Europa, vecino de Siria e Iraq, con Rusia al otro lado del mar Negro. Dos días después de fracasado el golpe, Tayip Erdogan cabalga.
Seis mil detenidos en veinticuatro horas. O los golpistas llevaba consigo una lista actualizada de followers (activistas listos para celebrar su éxito) que ha disparado la velocidad de la investigación o es que la mayoría de las detenciones no guardan relación directa con lo sucedido el viernes. Es otra cosa. La redada contra todo aquel de quien ya se tenía noticia, o sospecha, antes del golpe, de que estuviera en la órbita de Fetulah Gulenm, el predicador al que Erdogan señala como autor intelectual del golpe.
¿Puede el gobierno, poder ejecutivo, destituir a más de dos mil jueces y fiscales, incluidos miembros del Tribunal Supremo, así porque sí? Pues poder, puede. Es lo ha hecho. Y ha avisado el presidente redivivo que el pueblo ha triunfado y al pueblo hay, por tanto, que atenderle. Si el pueblo pide pena de muerte para los golpistas, habrá que plantearse la restauración de la pena capital.
Erdogan tiene coartada. Habla pueblo habla. Quién dijo que este hombre era cada vez menos democrático. Él, que celebra ahora que el twitter no pudieran bloquearlo los sublevados. Él, que debe una parte del fracaso de la intentona a los partidos de la oposición, que estuvieron con la legalidad y las instituciones.
Pena de muerte para los golpìstas, predica el Putin turco. Defina usted golpista. Porque el riesgo al que se enfrenta ahora Turquía es que “golpista” sea la nueva forma de tratar procesalmente a todo ciudadano crítico con el gobierno Erdogan. “Permaneced movilizados”, les ha dicho el presidente a sus partidarios, “la amenaza todavía existe”. Los militares —en minoría— que hicieron volar los F-16 sobre Estambul y Ankara, tomaron las televisiones, ametrallaron manifestantes y reventaron con cohetes sedes oficiales se lo jugaron a todo o nada:o descabalgaban a Erdogan o lo atornillaban a sangre y fuego en el cargo. Hugo fuego, y hubo sangre, el viernes noche y los va a seguir habiendo en la Turquía de después de golpe.