OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El Gobierno pone en marcha la operación 'ganémonos a los funcionarios'"

Tanto criticarle a Rajoy el plasma y luego pasa lo que pasa. Pedro Sánchez reunió ayer a sus parlamentarios —ya sin bandera— para arengarles al grito de “¡salid a predicar el cambio valiente!” Fue una reunión a puerta cerrada (cerrada por dentro), sin intrusos, sin el streaming de Fernández Vara y…¡sin plasma! Cuando Rajoy predica a los suyos ponen una pantalla fuera para que los periodistas puedan seguir lo que dice —-pero no puedan hacer preguntas—-. Pedro Sánchez ayer, ni plasma. Era una reunión interna, dicen en el PSOE, una cosa entre diputados, no es para que la gente la vea. Es costumbre que se hagan así, es verdad. Aunque estos dos conceptos —-actividad parlamentaria de diputados que nos representan y puerta cerrada— se compadezcan poco.

ondacero.es

Madrid | 24.06.2015 08:17

Fue allí dentro donde el candidato socialista defendió su idea de mostrar la bandera de España a todo trapo frente a alguna voz discrepante que le vino a decir que igual se había pasado cien pueblos, no por sacar la bandera, sino porque sacarla a ese tamaño suena a cargo de conciencia. Sólo Manuel de la Rocha, según han contado los presentes, puso algún reparo al banderazo de salida de la campaña que ha iniciado Sánchez. La idea con la que todos se quedaron, en todo caso, es que su secretario general tiene una corazonada. Dices: la de que va a ganar. No, él calcula que será el primero por detrás del PP, o sea, segundo. La corazonada es que las elecciones serán el 27 de septiembre. Se confunde con las catalanas. No, no, Sánchez sabe que hay unas elecciones anunciadas en Cataluña para el 27-S, pero sabe también que no están formalmente convocadas. Y que el PP catalán anda insistiéndole a Rajoy en que unas catalanas antes de las generales pueden ser un pésimo augurio para las expectativas populares, arrollado el PP por Ciutadans.

Bien, es sabido que el presidente tiene dicho que agotará su legislatura y que, antes de bajar el telón, llevará al Congreso los Presupuestos del próximo año. Y es sabido que en el ánimo de Rajoy adelantar unas elecciones es un signo de debilidad, una incapacidad para cumplir del todo la tarea. Pero tampoco es un secreto que ningún presidente admite que va a adelantar las elecciones hasta el mismo día que las adelanta y que debilidad electoral, en efecto, no hace falta que Rajoy la reconozca porque acaba de ahogar a Cospedal en subalternos para intentar fortalecer precisamente el partido. Pedro Sánchez puso en guardia a los suyos de lo que él cree que tiene Rajoy en la cabeza: el golpe de efecto de hacer las elecciones generales en septiembre dejando a Artur Mas colgado de la brocha.

Y si algo no se le puede negar a Sánchez es perspicacia. Porque dice haber percibido, atención, que el gobierno ya está en campaña. Guau. Eso es tener vista. ¿El gobierno del PP en campaña? ¿Qué le hace pensar a Sánchez que eso es así? ¿Tal vez la bajada del IVA que anunciaba ayer La Razón? ¿Tal vez el complemento de jubilación para mujeres con hijos que anunció hace un mes y medio Alfonso Alonso (Alfonso Alonso, figura emergente del gobierno que se quedó a medio emerger, qué cosas)? ¿Tal vez, qué sé yo, el nuevo plan Pive que aprobó el ejecutivo, o las nuevas ayudas para el cine, o esto que ayer dijo estudiar el ministro Montoro: que las ayudas sociales que reciben las familias sin recursos (traducido, esa asistencia mínima de autonomías y ayuntamientos que permiten subsistir a muchas familias) quedarán exentas de impuestos y no podrán ser embargadas? ¿Son acaso éstas las miguitas de pan que conducen a Sánchez a la conclusión de que Rajoy ya ha iniciado el cortejo, presupuesto en mano, del electorado esquivo? Pues apúntese Sánchez esto que ya no es una miguita de pan, sino una hogaza: los funcionarios. El gobierno pone en marcha la operación ganémonos a los funcionarios. El ministerio de administraciones públicas empezó a hacer llamadas a los sindicatos para sentarse a hablar de cómo recuperar parte del poder adquisitivo perdido en estos años. Claro, como las llamadas empezaron justo después de las elecciones de mayo —te llama la directora de función publica, oye que a ver si nos vemos, que hace mucho que no hablamos, que tengo cosas que contarte, que deberíamos hablar más a menudo—- pues los dirigentes sindicales dijeron: ¡bingo, ya está aquí la campaña electoral!

Aunque hoy son varios los diarios que llevan este asunto, en rigor fue Expansión quien lo avanzó la semana pasada en información de Calixto Rivero. “El gobierno”, se titulaba aquella crónica que hoy se confirma, “se plantea hacer un guiño salarial a los empleados públicos”. Una subida salarial, aunque sea testimonial, para el año que viene, y el abono del 75 % de la paga que se les suprimió en 2012, lo que les falta, aún, por recuperar. Además de otras ofertas que los sindicatos aplauden, como más oferta de empleo público —mismo compromiso que ya están asumiendo los nuevos gobiernos autonómicos— o el blindaje de algunos servicios y empresas públicas para que no puedan ser ni privatizados ni externalizados. Ahora está por la labor del PP de apuntarse también a esta tesis —sirve como pista lo de Cifuentes en Madrid: la promesa de no privatizar ni externalizar la gestión de servicios públicos—-.

El guiño a la plantilla de funcionarios y empleados públicos, que en la administración general del Estado —los que dependen directamente de Montoro— son más de medio millón (incluyendo fuerzas armadas y policía), en los ayuntamientos una cantidad similar y en las comunidades autónomas un millón doscientos mil trabajadores.

El guiño del ministro de Administraciones Públicas. Tú te imaginas a Montoro guiñándote un ojo, eh, seductor el ministro… —-¡no, no te lo imagines más, que vas conduciendo!—-. De aquí a noviembre nos vamos a hartar de ver al gobierno haciendo guiños. Buscando el afecto ciudadano como antídoto a esto que el personal se empeña en llamar desafección cuando siempre se llamó desafecto. Un gobierno empático que conecta con los ciudadanos.

Soraya en la rueda de prensa de los viernes, guiñando un ojo a los espectadores del 24 horas, ya veréis el zurrón de regalos que os traigo hoy, amigos. (Amigas y amigos).

• Cuando Alonso visite una farmacia, ¿qué creen que hará? Hacerle un guiño al farmacéutico.

• Y Ana Pastor cuando se cruce con los viajeros del AVE, —-¿por qué me guiña un ojo esa señora, papá? Ah, porque es ministra—-.

• Soria, cuando se vea con las eléctricas… Bueno, este ejemplo no vale.

• Hasta Morenés, que es más sobrio, le guiñará el ojo a sus generales del Estado Mayor cuando los reúna. Señor ministro, me ha guiñado usted un ojo. Lo sé, general, quiero que sepa que estoy al tanto de que usted también cobra poco.

Rajoy se echará a la calle a mezclarse con el paisanaje pateando parques y avenidas. ¿Qué le pasa al presidente en los ojos? Nada, que guiña.

De Guindos, en el eurogrupo: ¡ministro, que le estás guiñando un ojo a Tsipras!

Llega el gobierno comprensivo y empático. El gobierno que se propone hacer cuentas para los próximos presupuestos del Estado conforme a la nueva regla de oro de 2015. Que ya no es el déficit cero, sino el voto máximo. El suelo electoral preocupa más que el techo de gasto.