Monólogo de Alsina: "Desfile de 'fidelitos' imitando al añorado maestro"
Al lado de Daniel Ortega, el nicaragüense, y de Nicolás Maduro, el venezolano, ha estado parco en palabras Raúl Castro. Apenas trece minutos de soflama.
Esta madrugada hemos asistido, aquí en La Habana, al desfile de Fidelitos compitiendo por ver quién imitaba mejor a su añorado maestro. En duración y en sobreactuación dramática. Con razón empezó el sucesor del difunto, y dictador en ejercicio Raúl Castro, tranquilizando a los asistentes y diciéndoles que después de él ya no habría más oradores. Debía de estar el personal que inundaba la plaza de José Martí, a esas alturas de la noche, extenuado.
Así empezó el último. Que desgraciadamente no anunció que vaya a ser el último de su familia en ejercer el poder sin libertades políticas y pluralidad de partidos en Cuba. Quien esperara encontrar alguna clave para el futuro en el discurso de Raúl estará ya decepcionado. El suyo fue el más plano de los discursos que hoy se escucharon aquí. Un mero resumen, frío y sin la menor concesión emocional a su condición de hermano del muerto, de las fechas más relevantes en los cincuenta y siete años de poder ininterrumpido. Repitiendo sus frases, aquellas que aquí, de tanto escucharlas, se sabe ya todo el mundo.
Ni un mensaje nuevo en esta oda a sí mismo que ha organizado el gobierno. Un canto a la perpetuación del sistema que rige aquí desde hace cincuenta y siete años. Los discípulos más fervorosos han resultado ser Maduro y Ortega, por delante de Evo, de Correa, del chino, del iraní y del ruso. Maduro, que hoy no mencionó al pajarito ése que se le aparece de vez en cuando, haciendo profesión de fe en la resurrección de entre los muertos. Y con Daniel Ortega preguntándose dónde está ahora Fidel, en quién se ha reencarnado.
Las mujeres y los niños. El nuevo hogar del revolucionario difunto. Con razón antes de que fueran desfilando por la tribuna los gobernantes de otros países para recordar al difunto con mayor o menor entusiasmo, quien habló fue una actriz, como si viniera a admitir el régimen, sin pretenderlo, la condición de gran representación que ha tenido la puesta en escena de esta noche en la plaza. Este funeral laico, de exaltación castrista, esta suprema hagiografía del comandante supremo.
Que no todo el mundo ha hecho suyo en Cuba. No todos los habaneros han acudido a concentrarse esta noche. Porque no todos los ciudadanos aquí piensan lo mismo. Esto es lo que Esteban, cincuenta años, autónomo con un negocio de informática, echa de menos.
Y esto es lo que echa de menos Óscar, con la misma edad que Esteban, vecino de su mismo barrio y empleado del gobierno al frente del mercado local.
Unos echan de menos la apertura y el cambio de mentalidad. Otros echan de menos, o dicen echar de menos, a quien se ha muerto.
Siguiente estación en los sobresaltos imprevistos que nos viene dando el mundo, Italia este próximo domingo. El referéndum Renzi. Deciden los italianos si bendicen, o no, la propuesta del primer ministro de reducir el número de provincias y reconvertir el Senado para que deje de tener potestad legislativa. Es verdad que los sondeos vienen pifiándola ne todos los grandes acontecimientos de los últimos meses, pero hoy lo que apuntan en Italia es que está subiendo el no a la reforma. Que sería un no a Mateo Renzi porque él mismo ha vinculado su continuidad a la victoria del sí este domingo.
Esperando, por tanto, a los italianos. Con el tembleque ya en el cuerpo de los gobiernos europeos y con el Banco Central preparándose para el impacto. A ver qué dice Mario Draghi hoy en Madrid. En el intento de revertir las tendencias. Renzi promete bajadas de impuestos, subida de las pensiones y más dinero para ayudas a las pequeñas y medianas empresas. Toda la carne (de las promesas) en el asador. Porque si su gobierno pierde el referéndum, este Renzi que fue revulsivo del centro izquierda italiano y que se propuso cambiar para siempre su país pasará a la historia como el efímero primer ministro que provocó un terremoto en Europa por jugar demasiado fuerte.