Monólogo de Alsina: "Que Felipe y Aznar se pongan de acuerdo en hacer algo juntos es noticia"
Felipe y Aznar al rescate de Montesquieu. Que fue de Montesquieu en Venezuela.
Que Felipe y Aznar se pongan de acuerdo en hacer algo juntos es noticia. La última vez que hicieron algo juntos debió de ser el debate de Mariñas. Procuran coincidir lo menos que pueden porque la suya nunca fue una relación de aprecio mutuo. Ni jubilados han querido salir a visitar juntos una exposición de jarrones chinos.
No es que Felipe y Aznar hayan ido de la mano a Panamá, a esta cumbre de las Américas que tiene a Obama y Raúl como pareja-estrella-de-hecho y a Nicolás Maduro en el papel de madrastra; lo que han hecho los dos ex presidentes españoles, a invitación de una fundación, es estampar su firma ---hacer suya--- una declaración de siete folios que es un “yo acuso” al gobierno de Venezuela. Un “nosotros acusamos”, porque son veintitrés ex presidentes iberoamericanos –-no consta que a Zapatero le hayan invitado a sumarse-- los que reclaman, los veintitrés a una, el restablecimiento de la democracia en Venezuela. Y la expresión es de ellos. Sólo puede restablecerse aquello que se considera perdido.
De un tiempo a esta parte ocure, aquí en España, que hablar de Venezuela —habar críticamente de las carencias que sufren las libertades políticas en ese país por obra y gracia de su gobierno— lo traducen inmediatamente algunos como formar parte de una campaña contra Podemos. Hombre, es verdad que hay mucho comentarista que nunca le prestó medio medio minuto a saber, a denunciar, el encarcelamiento de López, el control gubernamental de la justicia, el boicot a la oposición en los medios públicos, los abusos cometidos por el gobierno de Nicolás Maduro, que de repente sienten la obligación histórica de hablar de Venezuela a todas horas sólo porque confían en que, al hacerlo, le mengüe la coleta electoral a Pablo Iglesias. No es por convicción en la defensa de las libertades mermadas de los venezolanos por lo que suben el tono algunos en España, es cierto, es más por cálculo electoral y por abonar intereses propios. Pero saber, y decir, que eso es así no refuta la realidad de fondo, que es la deriva hacia el autoritarismo, y la persecución de la oposición política, que viene practicando el hijo político de Chávez desde que asumió el gobierno del país. Votar, claro que votan los venezolanos. Votan presidente, votan gobernadores, votan alcaldes. Sólo que una vez en el cargo, el presidente se permite señalar como delincuentes a alcaldes críticos y estos acaban detenidos y encarcelados en una prisión militar.
Maduro no ha conocido nunca a Montesquieu ni tiene interés alguno en que se lo presenten.
En ausencia de controles y contrapesos a la actividad del gobierno, los abusos proliferan y la corrupción se dispara. Esto lo admite incluso Pablo Iglesias: Venezuela arrastra el liderazgo, bien amargo, en corrupción en Iberoamérica y es segunda en el ránking de inseguridad y violencia.
A los dirigentes de Podemos les parecerá que estos veintitrés ex presidentes abajo firmantes son la expresión máxima de la casta. La supercasta iberoamericana.
De declaración a declaración, por las Españas es Griñán quien pronunció ayer la frase del día: "En los ERE no hubo un gran plan, pero sí un gran fraude". Primera página de la mitad de los diarios hoy, con la excepción de El Mundo –--que subraya como notición del día la novedosa circunstancia de que el gobierno y el PP (entiéndase el gobierno de Rajoy y el partido de Rajoy) estén de acuerdo en que el aborto no debe legislarse como un derecho. Va estando tan interiorizada la idea de que hay discrepancias crecientes sobre casi cualquier cosa en el PP que se recibe como noticia de primera la coincidencia.
Pero es Griñán quien en coincidencia consigo mismo, y con la familia de aforados de los EREs, les colocó ayer a los periodistas, puertas afuera del Supremo, la declaración-estrambote con que pudo haber rematado, puertas adentro y ante el juez, el cantar del “yo no fui”, este poema (porque viene siendo un poema) con que los altos cargos de la Junta vienen descargando en Javier Guerrero toda la culpa del escándalo. Los dos versos con que cerró Griñán su cantar ---no hubo un gran plan, pero sí un gran fraude--- significan que choriceo hubo, se admite, pero no de consejeros ni sabiéndolo o habiéndolo planeado ellos.
Admitir, admite Griñán que dinero público acabó en bolsillos privados; y admitir, medio admite que no se controló eficazmente que el dinero se empleara para lo que era debido. “Algún control pudo fallar”, dijo Griñán, ¿cómo que pudo? Pero no admitir, no admite que él tuviera la menor responsabilidad en que eso pasara. Porque no era su departamento el encargado de controlar el buen uso del dinero y porque aunque hubo informes de la Intervención General que cuestionaban el procedimiento, él nunca los vio. Aunque estuvieran dirigidos a él, como consejero de Hacienda, porque su viceconsejera no se los pasaba. Qué necesidad de abrumar con tanto papeleo inútil al consejero ¿verdad?, y porque ella misma tampoco los miraba. Fue una barbaridad, sí, pero el único culpable es Guerrero, el repudiado ex director general de empleo. Guerrero, al que todos dan judicialmente por muerto ---lo suyo no hay quien lo levante—- y al que ponen cara de sumidero: la cañería del agua sucia siempre termina en él. Una vez desahuciado, se te adjudica toda la basura.
Griñán confirma lo que está sobradamente acreditado (aquello que nadie puede negar, EREs fraudulentos, intrusos, cargos politicos que pusieron el cazo) y niega que todo aquello pasara con su conocimiento o su participación en el fraude. Ni siquiera se reconoce controlador burlado o en dejación manifiesta de funciones.
Habla del caso de los EREs como quien lamenta una desgracia natural. Una barbaridad, sin duda, pero quién iba a pensar que pudiera estar pasando. Cómo saberlo, si los corruptos, de su corrupción, nunca avisan.