El monólogo de Alsina: "La principal aportación de Lawrence Sherman resultó ser el concepto de "regocijo en grupo"
Lawrence W. Sherman nació en Toledo --Toledo, Ohio-- hace setenta y tantos años. Tenía treinta cuando empezó de profesor ayudante en la universidad de Miami en la disciplina de Psicología. Mientras sus colegas se ocupaban de indagar sobre los síntomas y las causas del desánimo, los trastornos, las depresiones, él decidió investigar la alegría. La manifestación expansiva del júbilo. “Buscaba un tema poco trillado para mi tesis doctoral”, explicó años después, “y se me ocurrió éste, el regocijo”. Aunque el resultado de su trabajo se publicó en 1975 y no alcanzó a tener gran impacto en ningún sitio, veinticinco años después sería desenterrado por un jurado de catedráticos e investigadores bienhumorados que decidió distinguir a Sherman (doctor en Psicología) con un galardón que, hombre, no es el Nobel pero suena parecido.
La principal aportación de Lawrence Sherman al conocimiento científico del regocijo (en realidad, bastante desconocido) resultó ser el concepto de “regocijo en grupo”. Que viene a ser como el regocijo plus o super regocijo y es aquel que siente una persona en estado de enorme alegría cuando se junta con otras personas como ella que también están pletóricas, de tal manera que la coincidencia en un mismo lugar y un mismo momento de un montón de personas en estado de regocijo tiene un efecto multiplicador que hace que si hay, por ejemplo diez, manifiesten tal entusiasmo expansivo que es como si fueran cien las regocijadas. Aunque Sherman, en el 75, no alcanzó a analizar, científicamente, el estado de ánimo de varios cientos de miles de ciudadanos compartiendo su alegría en dos avenidas de Barcelona ---pongamos por caso--- sí llegó a señalar las manifestaciones (en el sentido de expresiones) que, en nuestra conducta tiene el regocijo. A saber: reimos mucho, hablamos alto y a veces con pequeños chillidos y nos mostramos hiperactivos. Bien es verdad que, llegados a este punto, es obligado mencionar que estos rasgos que constató el psicólogo se correspondían no a personas adultas (que nos regocijamos de manera más contenida) sino a niños de preescolar y en grupos reducidos. Ésa, de hecho, es la razón de que le acabaran galardonando con un IgNobel, lo marciano de encontrarse una tesis doctoral titulada “Estudio ecológico del regocijo en grupos reducidos de preescolares”. Para aquellos que estén interesados, los factores que desencadenan risa, grititos e hiperactividad en los niños preescolar son las palabras tabú (palabrotas), que alguien diga caca o culo, que la maestra pregunte si alguien quiere hacer pipí o...la nada. El aspecto más inquietante del inquietante estudio dice que, en ocasiones, los niños entran en estado de gloria sin que se pueda descubrir el motivo.
Los adultos, qué le vamos a hacer, somos menos dados a estallar en alegría expansiva. En nuestro caso se requiere algo más que un taco o un pipí. Salvo cuando estamos en grupo unidos en la celebración de un acontecimiento que nos entusiasma. “Regocijo” era lo que se percibía en la manifestación a favor de la consulta --todos los que aquí estamos queremos referéndum y casi todos, independencia-- y “regocijo”, si acaso menos expresivo, era lo que sentían los catalanes --varios miles-- que acudieron a la convocatoria de Sociedad Civil al encontrarse con otros catalanes como ellos que no quieren referéndum independentista: la satisfacción de saberse en sintonía con otras muchas personas y de proclamarlo abiertamente: “somos catalanes normales, no marcianos”. La expresión máxima, en todo caso, del ser humano pletórico resultó ser la portavoz de la Asamblea Nacional Catalana, señora Forcadell, con esa frase-mandamiento que ya subrayamos aquí ayer: “president, ponga las urnas”. A la que ha respondido el interpelado con un recordatorio y un compromiso. El recordatorio es que él prometió que convocaría una consulta, no que ésta se hiciera. (Bienvenidos al maravilloso mundo del matiz). Convocar, la convocará. Firmará el decreto dentro, justo, de una semana. En cuanto esté aprobada la ley autonómica de consultas. Que se celebre y cómo ya no depende sólo de mi, dijo en el capítulo de hoy de este thriller psicológico. El compromiso que hoy reitera Mas se resume en una palabra: “votaremos”. O en dos: “votar, votaremos”.
La pregunta que se le hizo al president esta mañana en una de las emisoras que más presión le está metiendo para que haya consulta, RAC1, fue si “votaremos seguro”. Y Artur Mas dijo que sí, que seguro. Obsérvese que no dijo “votar, votaremos el nueve de noviembre la respuesta a la doble pregunta que ya aprobamos”. Lo que dice es que habrá votación. Que es lo que hacemos los ciudadanos cuando elegimos parlamento, es decir, en una elecciones. “Esto se resolverá votando”, es el mantra del presidente catalán. Que esta mañana ofreció otra pista en esa misma línea: “El Estado”, dijo, “puede evitar muchas cosas, pero no puede evitarlo todo”. Traducido: me pueden suspender una consulta, pero no me pueden suspender unas elecciones que los soberanistas planteen como la respuesta a la pregunta: quien nos vote a nosotros está votando sí a un cambio de estatus. Ábrase el proceso correspondiente. Insitió mucho hoy Mas en lo del reconocimiento del resultado de las urnas (de las urnas, dijo, no de la consulta) fuera de Cataluña. “Necesitamos que tenga todas las garantías democráticas”, y ahí mencionó, por ejemplo, que puede haber ayuntamientos que se nieguen a abrir los colegios para un referéndum que no comparten, o que los catalanes que no están por la consulta lejos de participar en ella, la boicoteen. Si todo el que está contra la consulta se queda en su casa, nadie se tomará en serio el resultado.
En la mente de Artur Mas --el mismo Mas que convocó las elecciones anticipadas de 2002 en respuesta, dijo, al rechazo del gobierno a su pacto fiscal (para él las elecciones son la forma de dar la réplica cuando el Estado le frena alguna iniciativa)-- está eso que una vez llamó elecciones plebiscitarias. Pero para eso necesita que se mantenga cohesionado (todos a una) el bloque soberanista, que concurra a las elecciones con el único compromiso de emplear la mayoría parlamentaria para poner en marcha la negociación con el Estado para una eventual secesión.
No es que este proceso, como se está diciendo, termine o se resuelva en las urnas, es que esta etapa del proceso desemboca en consulta frustrada y urnas. Pero no para terminar, sino para cobrar nuevo impulso una vez que los ciudadanos hayan votado. Y en la confianza --que ésta es la otra parte del cálculo-- de que, enfadados con el Estado por no haber permitido la consulta, votantes que estaban en el federalismo y la tercera vía se pasen al bloque de la independencia. Después de todo, es la explicación que dan en Convergencia al crecimiento del independentismo desde el 2010 hasta ahora: el Constitucional modificó el Estatut y ciudadanos que lo habían votado y se sintieron ninguneados empezaron a coquetear con la idea de dar portazo.
En todo caso dice Mas que de próximos escenarios no toca hablar, que si se quita el foco del nueve de noviembre se convierte esto en un poti poti. Un carajal. Está por ver que, al final del poti poti no acabe diciendo Mas esto que dijo Lawrence Cherman al recoger su premio IgNobel: “Estoy muy impresionado de todo lo que me está ocurriendo en el final de mi carrera, y sobre todo estoy feliz de que no ocurriera al principio porque es probable que no hubiera tenido carrera alguna”.