Monólogo de Alsina: "La disciplina de voto mató al criterio propio"
Carlos Alsina reflexiona, desde el Congreso de los Diputados, en su monólogo de 'Más de uno' sobre que el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, se someterá este martes a su debate de investidura.
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Madrid | 26.09.2023 08:40
Y ahora que ya hemos desayunado, benditas sean las cafeterías y los bares que abren temprano, volvemos a cruzar la puerta de la calle Zorrilla y ya estamos, de nuevo, dentro del templo. El foro que sí nos representa porque lo hemos elegido entre todos. En la calle Zorrilla, en otros tiempos, se formaban colas de ciudadanos deseosos de entrar al Hemiciclo a escuchar cómo sus señorías debatían.
Ahora se puede seguir viniendo, a la tribuna de público, pero requiere de autorización o invitación previa. Hubo un tiempo en que aquí entraban y salían los madrileños como quien va a darse una vuelta por el Paseo del Prado a ver a quién ve y qué le comenta.
Claro que también hubo un tiempo, ése no tan lejano, en que los diputados presumían de tener ideas propias, cada uno las suyas. Hoy cuesta creerlo, pero los diputados eran personas accesibles, que estaban deseando expresarse en los medios de comunicación para que sus votantes estuvieran al tanto de lo que hacían cada día. Daban entrevistas con naturalidad a los periódicos y a las radios, sin estar sometidos al dictado de los gabinetes de prensa, es decir, de los aparatos de los partidos y sus respectivas estrategias. Hubo un tiempo, en esta casa, en que era inconcebible que un diputado te dijera: me encantaría hablar, pero no me dejan. Hoy es el pan nuestro de cada día. Perdón por la evocación melancólica.
Hubo un tiempo, y ya termino, en que los diputados no es que tuvieran derecho a tener criterio propio, es que era su obligación. Tenerlo sin camuflarse en el paisaje lanar del grupo al que cada uno pertenezca. Eso fue antes de que los aparatos de los partidos asentaran ese fraude llamado disciplina de voto y le llamaran transfuguismo a votar distinto a lo que el jefe de bancada dice que hay que votar con su dedito instructor. La disciplina de voto reduce a cada diputado a la poco honrosa condición de peón, qué le vamos a hacer, aunque también le ahorra el trabajo de reunirse consigo mismo para saber qué es lo que piensa de las cosas.
Hubo un tiempo en que los diputados no es que tuvieran derecho a tener criterio propio, es que era su obligación
Hoy, el diputado que no quiera molestarse en darle una vuelta a si mejor asear a Puigdemont o dejarle como está; si es mejor resignarse a la repetición electoral o aceptar a la derecha independentista catalana como animal de compañía progresista; hoy el diputado que prefiera estar haciendo crucigramas en lugar de preguntarse si por qué cien años después todo sigue girando en torno a la organización territorial de España sólo tiene que tener el móvil encendido para saber qué toca opinar, en qué medios debe hacerlo y en cuáles ni se le ocurra (so pena de ser amonestado). Hubo un tiempo en que lo más que le podía pasar a un diputado discrepante de la posición del aparato es que lo llamaran corriente crítica, cuando en los partidos había corrientes críticas que hasta se hacían llamar así , no que le tacharan, como ahora, de desleal y amigo del enemigo.
En fin, hubo un tiempo que ya pasó. Hoy que todo el mundo tiene twitter es cuando menos libertad tienen los diputados para decir lo que les dé la gana. Bueno, la libertad la tienen. Pero voluntariamente, mansamente, disciplinadamente han renunciado. Me encantaría hablar en tu programa, pero no me dejan.
Sorpresas no se espera hoy ninguna
Es temprano, todavía es temprano. Hasta las doce del mediodía no empieza la sesión parlamentaria. Ahora, en el Congreso están los que madrugan. El personal de la casa y los policías. Tampoco es que necesiten los diputados presentarse con mucha antelación. La mayoría de ellos vienen a lo que vienen: sentarse, escuchar y aplaudir o protestar dependiendo de si el que habla es de los suyos o de los otros. Sorpresas, ya lo siento, pero no se espera hoy ninguna.
Feijoo hará su primer discurso de investidura sabiendo que está en la oposición y que ahí va a seguir estando. No es pionero en esto. Su antecesor en la hora amarga de la investidura fallida, ya lo recordamos aquí hace dos semanas, se llama Pedro Sánchez. Él también concurrió a una investidura perdida, más perdida que ésta, sólo tuvo 130 votos, él también explicó que era su obligación democrática, él también hizo un discurso de oposición a Rajoy más que de futuro presidente, y él también animó a los diputados del PP a que desatendieran el dictado del aparato y le permitieran salir airoso. A estas alturas de su trepidante vida política, Sánchez ha ido y ha venido ya tantas veces y de tantos sitios que no hay un solo sitio en el que no haya estado.
Feijoo intentará convencer al personal esta mañana de que él habría salido de aquí presidente mañana de haberle firmado a Puigdemont una amnistía
El último ejemplo, a la espera de que termine de salir del armario como confesor de Puigdemont, ego te absolvo a pecatis tuis, Carles, es lo de las lenguas en esta casa. Al presidente, ya lo conocemos, no le vale con admitir que ha cambiado de postura porque si no cambia no es presidente, es como los actores que se desnudan porque el guion se lo exige al personaje, sino que ha de convencernos a todos de que él siempre fue el mayor defensor que hubo del uso del catalán y el euskera, ¡imprescindible!, y que aquel que esté en desacuerdo es que ni ama la pluralidad ni es abierto ni es moderno. Pero si eres tú quien ha bloqueado la petición de los nacionalistas durante años. ¿Y qué? Si de eso ya la gente no se acuerda.
Feijoo intentará convencer al personal esta mañana de que él habría salido de aquí presidente mañana de haberle firmado a Puigdemont una amnistía, una deuda histórica y una consulta ya veremos sobre qué y cuándo. Es la forma de decir que pudiendo haber gobernado España, es él quien ha escogido no hacerlo. Puede que el salmo sea no a cualquier precio.
Cuesta creer que Puigdemont hubiera hecho presidente al líder del PP, por muy de derechas que sea, como él. En realidad quien le ha fallado a Feijoo es el PNV, como a Rajoy, enrocada la derecha nacionalista vasca en la fácil coartada de que si el PP va con Vox ellos no pueden formar parte, ¿cómo es?, de la ecuación. También rezongaban en 2019 por el pacto de Sánchez con Podemos (la izquierda populista, el terror de la burguesía vasca) y han acabado adosados al actual presidente de por vida.
'El guion se lo exige al personaje'
Algo tiene Sánchez que atrae como un imán a todo el que está por la autodeterminación. Una vez le pregunté, 2019, si había pactado alguna vez con alguien que no estuviera por la autodeterminación. Y dijo: sí, claro, con Rajoy pacté el 155. No alcanzó a encontrar ningún otro ejemplo. Feijoo naufragará mañana, pese a haber conseguido que Abascal se resignara a no tener ministerios y cortocircuitado por la derecha nacionalista. Sánchez será investido por la gracia de esa misma derecha y con el concurso necesario de la derecha independentista catalana. La amnistía se da por descontada, ya es otro de esos hitos que repudió durante años con la misma vehemencia con que ahora van a ser abrazados. 'El guion se lo exige al personaje'. Falta el último campamento base del independentismo, el únido que Sánchez aún no ha pisado: la consulta a los catalanes sobre su independencia. El PSOE sostiene que es inconstitucional y que, por tanto, es imposible además de indeseable. Lo sostiene a 25 de septiembre. Ya hay juristas postulándose para defender en sus tribunas que la Constitución, en realidad, no lo prohíbe. Y que serviría para pasar de una vez la página. Y para cerrar heridas. Y para la convivencia. ¡Insidias!, dirán en el PSOE. Más que insidias, a estas alturas, es mero cálculo de probabilidades.