OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Dejen que juzgue el juez"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre la declaración del empresario Víctor de Aldama ante el Supremo que se produjo este lunes y cómo afecta esto a la esfera del Gobierno

Carlos Alsina

Madrid |

De oca en oca y hoy el que tira es Koldo. El escudero fiel. El admirador, el siervo, el amigo que lo mismo hacía de chófer que de secretario que de confidente que de recadero ‘ve a comprar tabaco’. Koldo García, el hombre del que ni un solo dirigente del PSOE ha creído oportuno decir en diez meses una buena palabra. Koldo sí que está solo. En público, al menos. En privado no se sabe porque él no quiere contarlo.

Ni siquiera revela si habla con Ábalos, al que sigue teniendo en un altar, por lo buen político que es y lo extraordinaria persona. A Koldo, desde que lo detuvo la UCO, el PSOE lo ha tratado como claramente culpable. Nunca cuestionó las imputaciones. Nunca preguntó: ¿Dónde están las pruebas? Le dijo el jefe de prensa del PSOE, hoy ascendido a secretario de Estado, a El Español en octubre cuando este diario publicó que Santos Cerdán había mantenido contactos con Koldo: ‘Cualquiera que piense que Cerdán ha estado a menos de diez kilómetros de Koldo sencillamente ha perdido el juicio’. Diez kilómetros. Ése es el grosor del cordón sanitario levantado en torno al antiguo camarada. Diez kilómetros, no vaya a ser contagioso.

Hoy el que tira es Koldo

A Koldo García lo espera hoy en el Tribunal Supremo el juez que investiga la presunta corrupción en el ministerio de Transportes entre 2018 y 2021, tres años de actividad, nada menos que tres años. La presunta corrupción sobre la que empezó a indagarse a raíz de una denuncia por la adjudicación de contratos durante la pandemia. Así empezó el caso: con las mascarillas. Mientras todo se quedó ahí, en Soluciones de gestión, un tal Aldama, el tal Koldo y probablemente Ábalos, nunca cuestionó el PSOE que la sospecha estuviera fundada. A Koldo, antiguo guardián de los avales de Pedro, el militante ejemplar que tantos servicios había prestado a la causa, lo defenestraron en el primer minuto. Ministros y presidentas del Congreso sintieron de pronto la incomodidad de haber tenido trato frecuente, y familiar, con el mini Ábalos (bueno, mini teniendo en cuenta el tamaño del propio igual no es adecuado). Koldo se había vuelto tóxico. Y Ábalos era culpable de haberle dado carrete e influencias. Así que fuera Ábalos. ¡Que deje el escaño!

Nunca cuestionó el PSOE que la sospecha estuviera fundada

Si Víctor de Aldama, el conseguidor al que llama el PSOE delincuente confeso porque se ha declarado comprador de favores se hubiera limitado a detallar la corrupción -presunta- de Koldo y de Ábalos probablemente estaría siendo celebrado como el corruptor que, atrapado por la Justicia, colabora con ella para que la verdad salga a la luz y se depuren todas las responsabilidades penales. Ya dijo el ministro de Justicia cuando indultaron a Peñas, el integrante de la Gürtel que tiró de la manta.

Pero ocurrió que Aldama no se quedó en acusar a Koldo y a Ábalos, los desahuciados. El PSOE -y el gobierno, tanto monta- sólo empezó a cuestionar a Aldama cuando éste disparó en otras direcciones. Cuando contó que Sánchez le había agradecido sus gestiones cuando señaló a Santos Cerdán como perceptor de quince mil euros; cuando habló del jefe de gabinete de María Jesús Montero.

Fue entonces cuando Aldama pasó a ser el mentiroso compulsivo, el delincuente confeso, el fabulador. Y el pequeño Nicolás, y Anacleto y el agente de la TIA. Fue entonces cuando el PSOE empezó a reclamar lo que hasta entonces no había echado de menos: las pruebas. ¡Presente pruebas!

Hay que creer -nadie lo ha puesto en duda- que les consiguió a sus colegas de Soluciones de gestión contratos de mascarillas sobornando a Koldo pero es inaceptable creer que les consiguió a sus colegas de la constructora contratos de obra pública sobornando a Koldo (y a Ábalos). ¡No ha presentado pruebas de las comisiones!, se dice. Ya, pero tampoco las presentó de las mascarillas y esa parte nunca ha sido cuestionada, ¿no?

Aldama es un investigado. Como Ábalos. Como Koldo. Ninguno de los tres está obligado a decir la verdad. Por eso parte del trabajo de la fiscalía anticorrupción -ausente en los argumentarios del gobierno- y del juez de instrucción -que no parece que sea un peligroso ultraderechista- es valorar la credibilidad que les merece cada uno y en cada episodio concreto de la trama. Y actuar en consecuencia. Que el gobierno no se crea a Aldama, que el PP sí se lo crea, que los señalados por él lo nieguen todo, que haya diarios que den por hecho que lo que cuenta es todo cierto, que haya diarios que destaquen todo el tiempo que no tiene pruebas carece de cualquier relevancia. En lo que importa, que es el procedimiento penal que fijará cuál es la verdad.

Aldama aportó ayer una nota manuscrita de Koldo que Aldama explica que corresponde a constructoras y obras amañadas y que Koldo, probablemente, dirá hoy o que no es suya o que no significa lo que el otro dice que significa. Contó Aldama que eran Ábalos y Koldo quienes le dijeron que una parte de las comisiones que ellos pedían eran para el partido. Y perseveró Aldama -porque es perseverante- en sostener que tiene guasaps que demuestran lo que dice (en su teléfono blindado) y en que el ministro Torres fue con Koldo a un piso en el que había señoritas. De Begoña Gómez, por cierto, todavía ni una palabra.

De Begoña Gómez, por cierto, todavía ni una palabra

María Jesús Montero, jefa de su jefe de gabinete, vicepresidenta primera y presidenta del club de fans de Pedro Sánchez tiene ya su propia causa judicial, vamos a ver hasta dónde llega. Alberto González Amador la demandó por achacarle haberse comprado un piso con dinero ilícito. El famoso, y hasta entonces inédito concepto tributario de pagar un piso con fraude fiscal. Lo primero en una demanda como ésta es el acto de conciliación, para intentar arreglarlo sin cargar de trabajo al juzgado.

Montero no se presentó y ahora llega el siguiente paso: el Supremo -que para algo es aforada- admite la demanda e informa a la demandada de que habrá de comparecer en veinte días y con abogado. Puede que, después de escucharla, el juez archive la causa, pero disfrutará de la oportunidad inenarrable de escuchar cómo la jefa de la Hacienda Pública explica en qué consiste pagar un piso con fraude, o en qué parte del expediente de la Agencia Tributaria, o de la denuncia de la fiscalía, se menciona el presunto origen fraudulento del dinero con el que se pagó la entrada del piso. Por dios, que lo graben para ponerlo en las academias de inspectores fiscales.

Cada día tiene su afán, y el de hoy, para el gobierno, es decidir si se atiende a la última exigencia del amigo Puigdemont o se le ignora. Es decir, si Sánchez ordena a sus delegados en la mesa del Congreso que bloqueen la cuestión de confianza o les ordena que la permitan. Ya no podrán decir que los letrados del Congreso informan en contra de tramitar una proposición como la de Junts porque lo que han dicho es que no le ven problema. Y que el criterio último corresponde a la mesa.

Cada día tiene su afán, y el de hoy, para el gobierno, es decidir si se atiende a la última exigencia del amigo Puigdemont o se le ignora

Puigdemont, que también es perseverante como gota malaya, se ha propuesto recordarle a Sánchez hasta qué punto le conviene tenerle contento. Presentar la cuestión de confianza sólo está en manos del presidente, pero el compadre 'puigdemónico' se conforma con hacer votar al pleno del Congreso para que inste al presidente a presentarla. Aunque luego el presidente haga, qué novedad, oídos sordos. España, en vilo, ante la partidita de cartas con que los dos se entretienen.