Monólogo de Alsina: "El estropicio supremo"
Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de 'Más de uno' sobre los sustitutos de Carlos Lesmes tras dimitir como presidente del Supremo y del CGPJ y la falta de acuerdo del Gobierno con el PP para hacer los nombramientos. Además, comenta las nuevas medidas de Sánchez para paliar las subidas del precio del gas y de la justificación de Isabel Rodríguez al retraso del presidente el 12 de octubre.
Madrid | 14.10.2022 08:49
A ver si fue un semáforo. A ver si es que el coche oficial del presidente del Gobierno, a diferencia del Falcon, va parándose en los discos rojos y los pasos e cebra. A Isabel Rodríguez, ministra portavoz, le preguntó anoche Latorre por la demora de su jefe el presidente que hizo esperar un minuto, atrapados en el Rolls, a los reyes Felipe y Letizia este miércoles.
Esto se trae preparado de casa a la entrevista, eh, cincuenta segundos, cincuenta semanas. Cincuenta sombras.
Lo del ajuste de carretera, con todo el afecto a la ministra, se resuelve evitando salir de casa con la hora pegada al… asiento. Por si acaso el coche oficial tiene que detenerse en los semáforos, uno sale con margen y así no hace esperar a nadie. Pero es verdad que al lado de cualesquiera otros de los problemas que tiene España, la demora presidencial ---que tampoco es que Sánchez sea famoso por su puntualidad británica--- no pasa de ser una anécdota. Incómoda, sobre todo para los reyes, pero anécdota.
Ya quisiéramos, ministra, que el Consejo del Poder Judicial llevara pendiente de renovación sólo cincuenta semanas. Son muchas más. Cuatro veces más. Estos vocales tendrían que haber sido relevados en 2018. Doscientas semanas. Justo por eso entenderá la ministra que aún sigamos todos preguntándonos qué fenómeno inexplicado se produjo el domingo, qué prodigio, para que el presidente del Gobierno hiciera algo que hasta ahora no había hecho: levantar el teléfono y convocar al líder del PP al día siguiente en su despacho para resucitar la negociación que él mismo había congelado. Es decir, qué le impidió al presidente durante semanas y semanas y semanas hacer esto que con tanto ímpetu dice estar haciendo ahora.
Más vale que aceleren en su negociación interminable porque el destrozo alcanza cotas nunca antes vistas
En realidad, lo que pasó el domingo no fue un prodigio sino un capítulo más del estropicio. El episodio supremo, la dimisión ---con discurso de Nochebuena incluido--- del presidente del Tribunal Supremo. Este afán encomiable que ahora hacen visible Sánchez y Feijóo para cerrar cuanto antes su complejísimo acuerdo... este vamos a darnos tiempo, ahora sí que vamos en serio, última oportunidad, etcétera, es fruto del sindiós en que se ha convertido el Consejo General del Poder Judicial. Más vale que aceleren en su negociación interminable porque el destrozo alcanza cotas nunca antes vistas. Cómo será la cosa que, huido Lesmes, a falta de un presidente del Poder Judicial. ahora tenemos dos, que en rigor no lo son. Los vocales del Consejo eligieron ayer un presidente que no preside el Tribunal Supremo. Y no nombraron presidente del Supremo porque la ley remendada por el Parlamento les impide nombrarlo.
Ocurre que la Constitución es bien clara en este extremo: el presidente del Tribunal Supremo preside el Consejo del Poder Judicial. Es una sola persona. Aquí no hay padre, hijo y espíritu santo, tres personas y un solo dios verdadero. Aquí sólo puede haber una persona. El Consejo lo integran el presidente del Supremo y veinte vocales. Y al presidente del Supremo lo elige el Consejo. Dirá usted: vaya lío. No, lío es el que han formado ahora pariendo una bicefalia que no está contemplada en norma alguna. Del Supremo se ocupa el vicepresidente hasta que se nombre un presidente nuevo. Y del Consejo, un vocal coronado por sus colegas al que han puesto la coletilla de presidente en suplencia para hacer visible que es presidente a medias y sólo para que no lo sea el vicepresidente del Supremo. En efecto, un sindiós. Causado no por el bloqueo en la renovación, sino por la chapuza suprema que ingenió el Gobierno, y bendijo el Parlamento, para atar de manos al Consejo. La Moncloa tuvo una vez una idea que en la cabeza de sus habitantes pareció brillantísima: impedir a los vocales hacer nombramientos; seguirán en sus puestos, pero neutralizados. Se le pasó por alto al ideólogo de la cosa que el día que tocara elegir magistrados del Constitucional, no podrían hacerlo. Y que si algún día dimitía el presidente del Supremo, tampoco podrían nombrar uno nuevo.
Es decir, que su brillante estrategia de matar moscas a cañonazos acabaría produciendo el estropicio máximo, que es en el que ya estamos. Hay que darles la enhorabuena a los grupos parlamentarios que bendijeron esta ocurrencia por el grado supremo de ineptitud que han acreditado para medir las consecuencias de sus actos.
En una hora nos dará el Instituto Nacional de Estadística el disgusto. Los precios del mes de septiembre. Se publica el dato definitivo. El provisional fue del 9%. Menos que en agosto, es verdad, y ojalá eso se confirme. Menos que en agosto pero nada menos que un 9%. Inflación desbocada, por mucho que se modere, estando ya en vigor el tope al gas y estando ya en vigor la subida de tipos del Banco Central Europeo. Esta segunda parte es la que más inquieta no ya en España: en Alemania, que en septiembre ha marcado un 10% de inflación y que en este último trimestre del año sufrirá un recorte de su economía, decrecimiento, llámelo recesión.
En Estados Unidos, dato definitivo de septiembre, la inflación se mantiene por encima del 8%, también a pesar del endurecimiento de la política monetaria. La subida de tipos está contribuyendo a enfriar la actividad económica pero no ---no, al menos, en la cuantía en que se esperaba--- a reducir los precios. Lo que aboca a los bancos centrales, de nuevo, al gran dilema: apretar con los tipos, arriesgando recesión, o levantar el pie renunciando a doblegar la maldita curva ésta inflacionaria.
Cada vez que se abre un paraguas levantan la mano quienes se han quedado fuera para recordar que también existen
Nuestro gobierno va añadiendo medidas a las que ya viene tomando desde hace más de un año. Cada vez que se abre un paraguas levantan la mano quienes se han quedado fuera para recordar que también existen. El nuevo colectivo que accederá a la tarifa del gas regulada, y reducida, lo forman las familias que habitan edificios con calefacción central.
Tarifa regulada con precios intervenidos también para las calderas comunitarias. Ésta era la medida que el martes ya conocía la vicepresidenta Ribera pero que el presidente se reservó para anunciarla en el Parlamento él mismo. Y a juzgar por la respuesta que tuvo de los grupos de la oposición, es una medida que goza de amplísimo consenso. Le ha parecido bien a todo el mundo. Igual por eso apenas hablaron ayer de ella.