opinión

Monólogo de Alsina: "¿A quién molesta hacer memoria (democrática)?"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de Más de uno sobre la nueva ley de la Memoria Democrática impulsada por el Gobierno de España y además, habla del avance de la pandemia en el país.

Carlos Alsina

| 16.09.2020 08:21

Lo que queda de Francisco Franco fue evacuado del Valle de los Caídos el 24 de octubre de 2019. El 25 ya nadie le daba más vueltas a si estaba enterrado en un sitio o estaba en otro. Las familias de represaliados del franquismo que sufrieron durante años como una afrenta que el dictador reposara, con preminencia, en el mismo sitio que sus familiares muertos vivieron aquel día con la emoción de sentir que una herida se cerraba. Quienes profetizaron que la exhumación removería el pasado y sembraría división y discordia entre los españoles se equivocaban. La España del día siguiente a la exhumación no estaba ni más ni menos dividida que la de antes. El nuestro es un país muy capaz de dividirse cada día por mil cuestiones distintas. Se diría que los españoles venimos divididos de serie.

Las medidas que contiene la nueva ley que impulsa ahora el gobierno, todavía un proyecto ---lo han bautizado como memoria democrática--- ya las anunció la vicepresidenta Calvo hace un año. No parece que tenga que generar discordia alguna que se convierta el Valle de los Caídos en un cementerio civil, que se anulen procesos judiciales sin garantías que sirvieron de coartada a fusilamientos (aparte de recordar a Companys, ya podría el gobierno mencionar alguna vez a Zugazagoitia) o que se complete de una vez la localización de los restos mortales que aún permanecen en las cunetas o las fosas comunes. Hay huérfanos que hoy tienen ya más de ochenta años y que anhelan recuperar y dar sepultura a los restos de sus padres. Merecen que allí donde no han llegado los gobiernos autónomicos lleguen las demás instituciones del Estado, que se les ayude a completar la tarea para que puedan descansar también ellos.

Discutible, en todo caso, será (y ahí deberá entrar el debate parlamentario) qué se entiende por hacer apología del franquismo (y cómo se compadece eso con la libertad de opinión: hay voces próximas incluso al gobierno que esto de castigar la apología del franquismo no lo ven claro) o en qué se traduce esto de que se cambiará la forma de enseñar lo que fue la dictadura en los colegios. Qué es lo que ahora se enseña que no vale y cómo quiere el gobierno que se enseñe.

Explicó ayer la vicepresidenta Carmen Calvo que no se trata de reabrir heridas sino de cerrar las que permanecen abiertas. Que no se trata de cuestionar la Transición, sino de completarla. Y que los jóvenes deben saber de dónde venimos y lo que somos.

La Gran Democracia que somos. A ver, Oriol Junqueras joven ya no es. Arnaldo Otegi, tampoco. Pablo Iglesias está en plena crisis de los cuarenta. Pero dado que éstas son tres de las personas que con mayor insistencia cuestionan la grandeza de nuestra democracia ---los tres han repetido que la nuestra es una democracia de baja calidad porque la Transición fue un pasteleo y el rey es heredero de Franco---, animemos a la vicepresidenta Calvo a que empiece su labor persuasiva por estos tres señores que tiene tan a mano: Iglesias, Junqueras y Oregi. Y Torra, con el que sigue diciendo el gobierno que está dispuesto a sentarse con carácter inminente.

La situación creada en Cataluña y por el rodillo al que pertenece uno de los socios de investidura del gobierno, que es Esquerra Republicana. El resto de Cataluña no ha provocado nada.

Seguro que estará de acuerdo la vicepresidenta Calvo, artífice de esta nueva ley, en que ella misma tiene la oportunidad de explicarle a Bildu en qué consiste la memoria democrática ---y de dónde venimos, y lo que somos--- para que asuma la injusticia letal que sufrieron cientos de ciudadanos, y sus familias, a manos de una mafia criminal que se envolvió en la bandera de la patria para regar de sangre las aceras, las rampas de los garajes y las casas cuartel. A la memoria democrátrica no es que Bildu llegue tarde. Es que todavía no ha llegado.

Le escuché a la portavoz del gobierno, Montero, decir ayer (una vez más) que la situación de la epidemia en España hoy no tiene comparación con lo del mes de marzo y me acordé de que lo que dijo en este programa el doctor Rafael Bengoa.

Digámosle a la sociedad madura que las cosas no van bien. A Fernando Simón se le escuchó decir a finales de agosto justo eso, que íbamos mal, y nunca más lo repitió. Aunque los números, como dice Bengoa, no engañan. Y aunque estén siendo otros gobiernos europeos los que se están haciendo la pregunta que aquí parece que molesta: cómo un país que aplicó un estado de alarma de tres meses y confinó a toda la población en sus casas (ejemplo de restricciones máximas, se dijo) tres meses después presenta una de las peores evoluciones de la Unión Europea. El último fue ayer el ministro alemán de Sanidad. Que declaró su preocupación por España al tiempo que mantenía la recomendación de que no viajen aquí los alemanes.

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