“Y el marrón se lo va a comer..."
Les voy a decir una cosa.
Ya podía el ministro haber recurrido a la liturgia propia de anuncios como éste. Dado que eran varios los candidatos y sólo podía ganar uno, debería haber aparecido De Guindos con un sobre, haber dicho “los nominados son...”, en pantalla se hubieran proyectado entonces los rostros de los aspirantes, todos hombres, todos entrados ya en años (Linde, Bécker, Sáinz de Vicuña,Páramo), y tras un redoble de tambor habría rasgado el ministro el sobre para pronunciar la frase ritual: “and the winner is...” o “and the oscar goes to, el sillón es para...”
Aunque tal vez la fórmula más precisa dados los tiempos que corren habría sido “y el marrón se lo va a comer... ¡...!” Salió humo blanco de la chimenea del Congreso a media tarde, cuando Luis de Guindos Jurado, ministro de Economía que liquidó a Fernández Ordóñez, anunció el nombre de quien va a gobernar el Banco de España los próximos seis años: habemus papam, al final el gobierno se decanta por Luis María Linde de Castro, en adelante Luis Linde. Un hombre de dentro, con muchos años de trabajo en el Banco de España, economista y técnico comercial del Estado. Y el candidato del ministro, claro, porque saber cuál de todos los nombres que habían sonado es sirve también para medir cómo anda el peso político de quienes los apadrinaban.
Se sabía que De Guindos quería a Luis Linde, y que por eso el Consejo de Ministros le nombró consejero del Banco de España hace quince días, era la forma de decir: éste es el hombre. O este es el hombre, salvo que el presidente diga otra cosa. Se sabía que a Rajoy le gustaba Bécker, que ya sonó en las quinielas para ministro de Economía, que estuvo al frente del ICO y que ahora trabaja en Iberdrola. Se sabía que Sáinz de Vicuña era una opción, una vez que el gobierno fracasó en su intento de colocarlo de consejero en el Banco Central Europeo en sustitución de González Páramo -y porque fue Vicuña, como director del servicio jurídico del BCE, quien le filtró a Rajoy la carta aquella que Trichet le hizo llegar a Zapatero metiéndole caña a España-.
Y se sabía, en fin, que, de estos tres nombres, el que más gustaba al jefe del Banco Central Europeo, señor Draghi, era...ninguno, porque no consta, en realidad, que el conde Draco se haya manifestado en favor o en contra de ninguno de los aspirantes, por mucho que la versión interesada que algunos han alimentado estas dos últimas semanas dice que Draghi ha metido presión para que le dieran el cargo a González Páramo, el único de todos los mencionados que ha sido, hasta hace cuatro días, consejero del Banco Central Europeo, es decir, que Draghi y él se conocen, y que conoce a todos los gobernadores de los bancos centrales de los demás países de la zona euro. De González Páramo, curiosamente, también se habló en diciembre, cuando las quinielas para superministro, aunque entonces no se mencionaba lo poco simpático que, al parecer, le resulta a Rajoy, que al final es quien decide.
Como el presidente aún presumía entonces de previsible, los profetas hojearon el calendario y subrayaron una circunstancia: Páramo dejaría el Banco Central Europeo justo en vísperas de que hubiera que nombrar nuevo gobernador del Banco de España. ¡Verde y en botella!, dijeron, después de MAFO llegará Páramo. Y patinaron. Lo previsible empezó a pasar en el Consejo de Ministros de hace dos semanas, cuando Linde fue nombrado consejero.
Y para qué sirve un gobernador. Hombre, hay gente que sostiene que, visto lo ocurrido con alguno de nuestros bancos, el gobernador no sirve para nada. Pero eso tiene más que ver con el acierto en el desempeño de sus funciones que con la utilidad de la institución, que tiene encomendada una tarea tan relevante y sensible como garantizar que el sistema financiero español es solvente y cumple las normas. En otros tiempos, cuando había peseta, era quien fijaba el tipo de cambio y decidía la política monetaria. Desde que hay euro, la política se hace en Frankfurt, y al gobernador le corresponde el papel de supervisar los bancos y también el de emitir informes sobre la evolución de nuestra economía, estimando cómo van los indicadores macroeconómicos y haciendo recomendaciones al gobierno y al Parlamento en aquellas materias que entiende que deben ser modernizadas.
Para hacer todo eso, y que sirva lo que hace, se requiere que el gobernador disfrute de un cierto prestigio, claro, que su palabra se tenga por seria, rigurosa y ajena a cambalaches políticos, porque la esencia de la institución, y de quien la gobierna, es la fiabilidad, o empleando otro término ahora muy manoseado, la confianza. Por eso es tan inédito lo que ha sucedido con el gobernador saliente (y con el Banco de España en su conjunto) en estos últimos meses. No es sólo que todo aquello que dijo sobre la solidez de nuestro sistema financiero haya quedado desmentido por la evidencia de que unas cuantas entidades tenían sus balances inflados, sino que el nuevo gobierno le ha responsabilizado expresamente de haber alentado fusiones contraproducentes, sin que el gobierno anterior, por cierto, haya ofrecido ni media palabra en su defensa.
El ministro De Guindos jugó a humillar al gobernador pero subrayando, a la vez, el prestigio y la profesionalidad del Banco de España, como hacen los dirigentes políticos cuando acusan de manipulación a un medio de comunicación público, pero salvan el magnifico trabajo que hacen, sin duda, sus profesionales. Viejo truco el de atizar a la cabeza como si no formara parte del cuerpo. Ha podido servir como táctica política para cargar el muerto al que se va y forzar, de paso, que se vaya, pero es imposible linchar a un gobernador sin que resienta el crédito de la institución que él ha dirigido. De ahí que el primer trabajo que le va a tocar hacer al nuevo gobernador sea reconstruir el prestigio del supervisor bancario en España, hundido, en parte, por deméritos propios y, en parte (en gran parte) por la ferocidad del ataque que le ha dirigido el gobierno que ahora dice haber puesto ya a un gobernador de los buenos.
Ah, también hay nuevo subgobernador. Subgobernadora. Soledad Núñez será la segunda de Linde. Viene de ser directora del Tesoro con el gobierno socialista y hay pocos altos funcionarios -tal vez ninguno- con mejor cartel que ella: su preparación y su eficacia la subrayan tanto los afines al PSOE como los adversarios. Se recupera así la tradición de que al boss del Banco de España lo pone el gobierno y al sub-boss lo propone el principal partido de la oposición. Aunque se le llama consenso, en realidad es reparto.