El monólogo de Alsina: Manuel Rodríguez Aporta no se fue al Machu Pichu
Les voy a decir una cosa.
Manuel Rodríguez Aporta no se fue al Machu Pichu. Él estaba en Perú formando sindicalistas autóctonos. Cumpliendo la misión evangelizadora que le había encomendado el sindicato del que era coordinador internacional.
Lo ha explicado un portavoz de la federación de banca de Comisiones: los quinientos euros que en 2008 abonó Rodríguez Aporta a la agencia de viajes especializada en selva amazónica y Machu Pichu no fue para pagarse una excursión, sino porque la agencia en cuestión, vaya usted a saber, debió de alquilar el local en el que se impartió aquel curso de formación acelerado.
Benito Gutiérrez gastó quince mil euros en comidas en un solo año, es verdad, pero tampoco fue en el Machu Pichu, sino en restaurantes a los que acudía a comer con otras personas dentro de su labor como dirigente sindical. Del mismo modo que Martínez López, otro dirigente, pagó casi ocho mil euros en el mismo año, a base de sumar y sumar comidas a las que acudía como responsable del sindicato. Además de los gastos propios de su acción sindical (viajes y comidas), el sindicato les pagaba un sobresueldo (o complemento retributivo) de 20.000 euros anuales, y el renting del coche, la plaza de garaje y a Benito Gutiérrez, el alquiler de su piso madrileño, siempre según la información de El País que ha molestado tanto al sindicato.
Comisiones Obreras ha dicho que todo esto de los complementos y los gastos diversos en su federación de banca que ayer y hoy ha publicado El País no tiene nada de irregular ni de escandaloso. Es decir, que ha confirmado todos los extremos pero añadiendo que no ve sombra alguna en su comportamiento. Es llamativo, sin embargo, que evita utilizar el término “sobresueldos” (porque eso suena a Bárcenas y calle Génova) y prefiera llamarlos “retribuciones de carácter complementario”. Que, para desgracia del sindicato, a lo que suena es a los men in black, los hombres de Caja Madrid que disfrutaban de tarifa plana con sus tarjetas surtidor (ellos prefieren llamarlas complementos de su retribución) y entre los que se encuentran ex dirigentes del sindicato.
Todo está en orden y todo es legal, dice Comisiones, nuestra primera fuente de financiación es la cuota del afiliado y no cabe hablar, por tanto, de la mala utilización del dinero público. Si acaso, que sean los afiliados, los que pagan la cuota, quienes emitan opinión sobre estas cuentas de gastos ahora reveladas. Es cierto: el funcionamiento de la federación de banca se costea con las cuotas de los afiliados, pero…los sobresueldos no procedían de las cuotas, sino de las “ayudas” (hermoso término) que aportaban las entidades financieras en las que los dirigentes sindicales actuaban como liberados.
En los convenios se establecía que la caja debía ayudar (hermosa palabra) para que éste pudiera pagarse viajes, comidas y, como ahora se ve, sobresueldos. De las cajas y los bancos ingresaba, por tanto, el sindicato dinero por dos conceptos: las dietas de sus consejeros por asistir a los consejos y las ayudas directas que acababan convertidas, previo paso por los libros del sindicato, en sobresueldos y patrimonio. ¿Era dinero público? Éste es un matiz interesante. Por “dinero público” entendemos el dinero de todos, el que las administraciones nos cobran en impuestos o el que, como contribuyentes, avalamos.
En Caja Madrid cabe hablar de dinero público cuando llegó el rescate y pasó a manos del FROB, el Estado. Hasta entonces el dinero que se movía allí era, en realidad, el de los propietarios de la entidad, que aunque los partidos políticos, las patronales y los sindicatos la consideraran suya, era, en rigor, de sus impositores, de la gente que tenía allí depositado su dinero. Era el dinero de los clientes, y la rentabilidad que se le pudiera sacar prestándolo o invirtiéndolo, lo que se ocupaban de gestionar los directivos de la entidad controlados, en última instancia, por el consejo de administración. Incluídos, por supuesto, los consejeros que representaban a Comisiones Obreras.
Lo que está en discusión no es si la federación de banca de Comisiones Obreras incumplió alguna norma al repartir sobresueldos con el dinero que aportaban lo bancos y las cajas de ahorro (algunas de ellas, como se ha visto, pésimamente gestionadas) sino si el sindicato aprovechó la condición semipública de las cajas para sacar de ellas más dinero del estrictamente necesario para sostener su actividad sindical. Y si los directivos de algunas de esas cajas se aprovecharon de lo mismo para tener contentos, soltando viruta, a los sindicatos y sus representantes. A diferencia de los bancos, que tenían accionistas que examinaban (o no, pero ése era un problema sólo de ellos) el uso que se hacía de su dinero, las cajas eran entidades más permeables a los intereses creados de políticos, patronales y sindicatos de clase: ellos se encargaban de todo, salvo que el dinero nunca lo pusieron ellos.
¿Se aprovecharon de esa circunstancia para sacar dinero fácil, en sobresueldos para consejeros, en dietas, en “ayudas” generosas (bonita palabra) para los sindicatos cuyo voto era tan apreciado en esos mismos consejos de administración? Pues sí, se aprovecharon. La primera reacción que tuvo la cúpula de Comisiones al escándalo de las tarjetas black no fue de indignación por el mal uso del dinero de los impositores, fue de indignación porque sus consejeros no habían informado al sindicato de esos ingresos extra. Es el sindicato el que recibe y el que luego reparte, éste es el procedimiento aceptado.
El fiscal anti corrupción ha recordado hoy, en el comienzo de los interrogatorios a los ex consejeros de Caja Madrid, que ser consejero de una entidad financiera “es una cosa muy seria, no basta”, ha dicho, “con ser plegable a los ejecutivos”. Es una forma elegante de decir que uno no se convierte en un pelele que dice “sí bwana” a todo lo que haga el Blesa de turno salvo que premeditadamente haya optado por convertirse justo en eso, un pelele bien remunerado. A quien rinde cuentas el equipo directivo es al consejo de administración, luego no me venga con que la tarjeta se la dio a usted el director financiero y ni siquiera preguntó. Usted, como consejero, está obligado a saber cómo se remunera al directivo, qué “ayudas” aporta a otras organizaciones y en concepto de qué y cómo se le remunera a usted mismo.
Ser consejero es una cosa seria. Como lo es ser sindicalista. Comisiones sostiene que los sobresueldos en la federación de banca (complementos retributivos) están plenamente justificados porque, además de viajar y comer fuera de casa, el delegado sindical está veinticuatro horas al día, siete días a la semana, pendiente de la organización; “defender a los trabajadores es un freno para su propio desarrollo profesional y eso hay que incentivarlo económicamente”, explica la organización. Cabe concluir que cada vez que Toxo ha denunciado en público el enorme sufrimiento que la crisis ha provocado en los trabajadores españoles estaba excluyendo expresamente a los delegados de su federación de banca. Aunque Manuel Rodríguez Aporta no visitara nunca el Machu Pichu.