Monólogo de Alsina: "¿Os imagináis que Sánchez fuera un visionario?"
Carlos Alsina recuerda en su monólogo de Más de uno la posición que ha mantenido siempre Pablo Iglesias respecto a Cataluña y los políticos presos. Por otro lado, habla de los últimos datos del coronavirus.
Madrid | 10.02.2021 08:20
¿Os imagináis?, les preguntó Sánchez a los militantes de su partido como si les planteara el peor de los futuros imaginables, ¿os imagináis que la cuestión catalana hubiera que abordarla con Podemos dentro del Gobierno?
Dónde estaría España. El presidente ponía tono de estar contándoles a su parroquia una película de terror, la más temible pesadilla a la que jamás se enfrentaron los votantes: que alguna vez sucediera... esto que está sucediendo hoy. Su vicepresidente de Podemos sintiéndose obligado, precisamente porque es vicepresidente, a 'reconocer' como cierta ---éste es el verbo que eligió, 'reconocer'--- toda la matraca indepe sobre los presos políticos, los exiliados, el Estado opresor y el derecho a la autodeterminación.
¿Os imagináis que el día que eso pasa el mismo presidente que alertó contra el escenario apocalíptico, dónde estaría la izquierda, no considera necesario dedicar ni media palabra al tema?
¿Os imagináis que el día que eso sucede encomienda a su ministra portavoz la tarea de tratar a la opinión pública como si fuera boba pretendiendo que cuando el vicepresidente Iglesias dice que no hay plena normalidad democrática está rindiendo un encomiable servicio al mejoramiento del sistema?
El afán de mejorar la calidad de la democracia. Ministra, por favor, hay juegos de manos que abochornan. Iglesias quiere deslegitimar la sentencia del Supremo sobre el procés, la causa judicial previa y el 155. Iglesias quiere reducir a la condición de error que el gobierno autonómico de Cataluña decidiera incumplir las leyes. Iglesias quiere presentar como anormalidad lo que es perfectamente normal (que quien la hace, la pague) y presentar como normal lo que no lo es (la impunidad del gobernante que se cree con derecho a saltarse todas las normas). Y todo esto nada tiene que ver con eso que usted dice.
Mejoraría mucho la calidad no de la democracia, sino del debate público del país, si la portavoz del gobierno evitara justificar que su superior, el vicepresidente, haya dicho lo que ha dicho arguyendo que es que ya sabe usted, estamos en campaña electoral en Cataluña y, qué quiere, que en campaña pues se dice cualquier cosa.
¿Perdón? ¿Cómo que tenemos nosotros que contextualizarlas? Primero, esta idea de que como hay campaña se dicen cosas que en realidad no se piensan es una afrenta a los candidatos y a sus votantes: como es campaña el candidato disparata porque eso es lo que le será premiado con el voto. Segundo, las declaraciones de Iglesias están perfectamente contextualizadas. Y no es verdad que sean fruto de que hay campaña electoral. Sólo una ministra portavoz que acabara de aterrizar ayer en la Tierra procedente de Marte podría pensar tal cosa. Iglesias viene sosteniendo esto de los presos políticos, el Supremo politizado y el Estado opresor desde el otoño de 2017. Justo por eso era tan horripilante, según Sánchez, que un gobierno con Podemos dentro tuviera que afrontar la crisis de Cataluña.
¿Os imagináis que el mismo presidente que hace quince meses, quince, consideraba un baldón haber sido abogado de un prófugo estuviera pidiendo el voto para que su partido, el PSC, pueda pactar con ese mismo señor y su marca electoral en Cataluña?
Sí, claro que os lo imagináis. Todo lo que hemos vivido en los últimos tres años conduce a poder imaginar cualquier cosa. Incluso que desde el gobierno de la nación se le llame vocación de mejorar la calidad democrática del país a denigrar al Tribunal Supremo, al rey por hacer un discurso en el que urgió a las instituciones a hacer respetar la Constitución y al gobierno anterior por haber aplicado el 155.
'Mejorar la calidad de la democracia' es otra cosa. Mejorar la calidad de la democracia es aplicar, por ejemplo, el mismo criterio al juzgar el comportamiento de todos los gobernantes y dirigentes. Iglesias forma parte de ese grupo de estudiosos que sostiene que una gobernante autonómica tiene que abandonar la política si falseó su trabajo de fin de máster pero no tiene por qué hacerlo si promovió una revuelta tumultuaria para incumplir las leyes e imponer la segregación de su comunidad autónoma. Esos estudiosos que sostienen que el líder de un partido debe renunciar si permitió la financiación irregular de la organización pero puede seguir si fue él mismo quien durante años se financió con el dinero del que una organización criminal le proveía y que ésta obtenía extorsionando empresarios. Para los afines, la disculpa (delinquieron porque no les quedaba otra salida); para los contrarios, la culpa (basta la imputación judicial para abandonar). Mejorar la calidad democrática es aplicar el mismo rasero a todos: el que incurre en un comportamiento ilícito, a su casa. Y el que además delinca, a cumplir la pena que le corresponda. ¿Os imagináis un país así?
Trece meses después, la Organización Mundial de la Salud sigue tratando de establecer qué ruta siguió el coronavirus desde el murciélago hasta el ser humano. Esta expedición científica que ha enviado a Wuhan ha servido hasta ahora para ratificar lo que ya se tenía dicho: que el virus no salió de un laboratorio (extremadamente improbable, dicen la OMS) y que debió de haber un animal intermedio entre el murciálogo y las personas, quizá alguno de los muchos animales vivos que se vendían en el famoso mercado de Wuhan o quizá no.
Más de un año ha transcurrido desde que el doctora Zhan Jixian diera la primera voz de alarma sobre un coronavirus nuevo y aún está por escribirse la historia completa de esta enfermedad.
En España, tres millones de personas la han pasado, ochenta mil han muerto y un millón está vacunada.
Ahora que ya han llegado las vacunas de AstraZéneca los siguientes colectivos en ser inmunizados serán los profesionales de actividades esenciales: fuerzas de seguridad, personal de emergencias, fuerzas armadas y maestros.
Alcanzar cuanto antes la vacunación de la mayor parte de la población no supone sólo evitar hospitalizaciones y fallecimientos (hoy 350 familias encajarán la pérdida de alguno de sus miembros), supone también despejar el horizonte a miles de pequeños empresarios y empleados de bares, de restaurantes, de comercios, de teatros que hoy no tienen certeza a la que agarrarse.