Monólogo de Alsina: "Iglesias jugó con inteligencia en El Debate Decisivo e interpretó el papel de sosegado guardián de las formas"
A cuatro días de las urnas. Y cinco de que comience el cortejo de los pactos de gobierno.
Madrid | 24.04.2019 08:17 (Publicado 24.04.2019 08:12)
¿Quedan aún indecisos tras el debate final de anoche? Pues seguro que sí. Hay votantes dudando hasta el mismo momento de meter la papeleta en la urna.
Del segundo y último debate de la campaña, primera evidencia: no era tan absurdo hacer dos debates consecutivos. A la vista estuvo que aunque sean los mismos y en el mismo formato, el debate puede ser otro.
El de anoche tocó muchos más palos y en el de anoche hubo mucho más palos. Y a decir de la mayoría de los medios, le ha venido mal el partido de vuelta a Albert Rivera, le ha venido muy bien a Pablo Iglesias, ha permitido a Casado dejarse ver un poco y ha confirmado que a Sánchez, en cuanto se calienta un poco, le sale el líder de la oposición que lleva dentro. Rivera repitió línea de accesorios (se lleva a los platós todo instagram); Casado exhibió sus fotocopias color sepia; Iglesias se abrigó con jersey y se abstuvo de leer el misal constitucional y Sánchez leyó párrafos de su programa electoral como quien se anima a leer en público el Quijote sin haberle echado antes un vistazo nunca. Momento matrimoniada de anoche. Los obsequios que se llevaron en el zurrón Rivera y Sánchez.
En resumen, el debate entre los cuatro aspirantes principales versó sobre estas tres cuestiones:
• Quién miente más. Ahí se fajaron los cuatro candidatos, que se consideran unos a otros muy, muy mentirosos.
• Quién es más ignorante. Se consideran unos a otros muy ignorantes sobre lo que cada uno de ellos en realidad defiende.
• Quién ha cambiado más veces de postura, de criterio e incluso e ideología. Se consideran todos muy falsos.
• Y quién está menos sensibilizado hacia la violencia de género o el sufrimiento de los enfermos terminales. Que en esto de patrimonializar a las víctimas tiene la política patria veteranía. Bochornosa veteranía.
Dirá usted: sí que tienen mala opinión los unos de los otros. Bueno, luego en cuanto acaba el debate la mejoran. Y cuando llega la hora de hacer las sumas para investir presidente ni le cuento.
Al término del debate pudieron ver los espectadores, por ejemplo, cómo Iglesias charlaba muy cordialmente con Casado y su esposa, a los que enseñó las fotos de sus hijos.
A quien mejor le salió la revancha fue a Pablo Iglesias. El que menos se juega. Con Casado y Rivera compitiendo por sacudir a Sánchez y con Sánchez agarrado al estribillo del ay que ver las cosas que me están diciendo, me insultan y mienten las derechas, cuanta más melé a tres se organizaba (y hubo unas cuantas) más pista libre tenía Iglesias para interpretar el papel de sosegado guardián de las formas. Jugó con inteligencia y con un punto de destreza actoral, y quedó ante buena parte del respetable como el hombre educado que reconvenía a los demás por sus excesos. Tan moderado era que le reprochó a Casado que atribuyera a Sánchez compadreo con Arnaldo Otegi, como si para Iglesias Otegi fuera un tipo nocivo, que no es el caso. Tan crítico estuvo con las exageraciones de Casado y Rivera, que le salió esta aparente defensa de Sánchez que en realidad era hacerle un traje.
Con compadres así, no necesitas adversarios. Pero es que Iglesias está en evitar que el PSOE le deje en las raspas a costa de pedir el voto útil de la izquierda y en reinvindicarse como socio necesario de Sánchez. Está resignado el líder de Podemos a no ganar las elecciones ni ser él el presidente, pero martillea cada día con esta idea de que Pedro a quien de verdad desea es a Albert Rivera.
Eso es lo que dice Sánchez y eso es lo que Iglesias no se cree. Eso, y que se hayan terminado las cloacas del Estado.
De un debate a otro, los asesores debieron decirle al presidente que respondiera a esto de Ciudadanos pero que siguiera sin responder a lo de los indultos. Por aquí intentó cazarle Pablo Casado, por la vía indirecta de preguntarle primero si indultaría a los de La Manada para remachar luego preguntando por Junqueras. Lo que pasa es que Sánchez no respondió tampoco a esa pregunta.
Fue en el asunto de la violencia de género donde llegó el pasaje más embarazoso. La reedición de aquel pleno parlamentario lamentable que se produjo tras la sentencia de La Manada. Empezó pronto Sánchez. Soltando esto que ya apuntó por dónde iban a ir las cosas.
Ésta es la idea. Al PSOE sí le importan las agresiones sexuales. Que es la forma de decir que a los demás, no. No les importa que se agreda a las mujeres.
Habrá que repetir lo que ya dijimos cuando el pleno aquel del Congreso: estos cuatro partidos tienen un pacto de Estado contra la violencia de género y la violencia machista.Podemos no lo firmó no porque no comparta lo pactado, sino porque entiende que se queda corto. Pero estos cuatro partidos coincidieron en el Congreso en su determinación para combatir la violencia que sufren las mujeres. Coincidieron. Y en lo que discrepan no es eso. Es en cómo debe recoger el Código Penal las agresiones sexuales: si como ahora, diferenciando muchos casos distintos y discriminando la gravedad de unos y otros, o estableciendo que en ausencia de un sí explícito a la relación sexual, todo lo demás se considera una negativa.
Quién miente más. Quién embarró más. Quién fue menos educado.
El estilo Rivera (esto de buscar el gol aunque sea metiendo la pierna e incurriendo todo el tiempo en falta), este estilo que le sirvió para aparecer como ganador del debate del lunes tiene un riesgo, que es pasarse de frenada. O que tu rival en lugar de ignorarte te llame la atención no por lo que opinas sino por tu falta de respeto. Y eso es lo que pasó anoche entre Iglesias y Rivera. Que el de Ciudadanos consiguió sacar de quicio al de Podemos y éste le llamó maleducado. Con cariño, eso sí, con cariño.
Sánchez le imputó a Casado que le acusara de tener las manos manchadas de sangre. Y aunque Casado le aclaró allí mismo que no es eso lo que dijo, sirvió de poco.
¿Y Vox qué? El quinto elemento. Pues Abascal encantado de haberse conocido, disfrutando del fervor que despierta en sus mítines multitudinarios (que, en efecto, lo están siendo), repitiendo en todas partes la misma partitura —la España viva, al pan pan y al vino vino, sin complejos, la Reconquista, don Pelayo, el partido de la extrema necesidad y el postureo éste de presentarse como nuevo e indignado con el sistema político después de veinte años en la política activa, convencional, autonómica y bajo el paraguas de Esperanza Aguirre.
Anoche, en Las Rozas, Madrid, nuevo baño de masas del profeta populista. Le han cogido tanto gusto a lo de vetar micrófonos, que se le estropeó el suyo al líder y tuvieron que prestarle otro.
El amante de la libertad sigue presentándose como víctima de los medios de comunicación (otro pobre silenciado y perseguido). Entretanto, su jefecito de propaganda, que responde al nombre de Juan Ernesto confirmó anoche a esta cadena que nos ha vetado en todos sus actos. Veto con uve de Vox. Se hace llamar jefe de prensa pero todos sabemos que no es eso. Es el jefe del movimiento censor que hace listas negras de periodistas para tener contento al profeta.