El monólogo de Alsina: O a Iglesias le contó una milonga Monedero o Iglesias nos la contó a nosotros
Les voy a decir una cosa.
“El desmoronamiento” se llama este libro tan celebrado, del que hablaremos luego en La Cultureta, y que describe pasajes de la historia reciente de los Estados Unidos de América. Los últimos treinta años.
El declive, entiende su autor, del capitalismo y sus promesas. En una de esas páginas recuerda George Packer el fiasco que protagonizó un señor que hoy pinta mucho, Joe Biden —vicepresidente de los Estados Unidos— cuando allá por el año 88, hacía campaña por la candidatura del Partido Demócrata. De Biden se decía entonces que hablaba más de la cuenta —en la terminología de ahora, que se exponía demasiado—.
Una tarde hizo un acto electoral en el que respondía preguntas de los votantes. Noventa minutos llevaba, ilustrando a la concurrencia con su conocimiento de los grandes problemas, cuando llegó la última de las preguntas (ya estaban los organizadores del acto recogiendo). Un señor que había leído el rumor de que falseó en el curriculum su expediente universitario le preguntó: “Oiga, Biden, ¿qué notas sacó usted como estudiante de derecho?” Y Biden, el simpatico Biden, el hombre que presumía de no ocultarse y responder a todos los asuntos, le dijo a aquel señor en un alarde de arrogancia: “Probablemente, caballero, mi coeficiente intelectual sea mucho mayor que el suyo”. Fue el principio del hundimiento.
Lo siguiente fue mentir sobre su expediente académico y seguir tratando a aquel hombre como si fuera imbécil. La imagen chulesca que transmitió y el descubrimiento posterior de que fusilaba partes enteras en sus discursos acabaron provocando su retirada de la carrera. El Biden del 88, rehabilitado después a base de hacer penitencia, quedó como un tipo arrogante que tenía a los demás por bobos.
Nadie está a salvo de pifiarla y casi está a salvo, sometido al escrutinio público, de que le encuentren algún pasaje, algún aspecto, de su vida que emborrone la buena imagen que él trata de transmitir de sí mismo. Cómo quede, al final, ante la opinión pública suele depender más de la forma en que reaccione a la difusión del pecado que al pecado mismo.
A Juan Carlos Monedero, hoy dirigente de Podemos,le encontraron el pasado noviembre una prueba palpable de que una cosa es lo que se predica —guerra total contra quienes ocultan a Hacienda el dinero que manejan— y otra lo que uno hace. Como contó Eva Díaz en Estrella Digital hace más de dos meses, Monedero había creado en 2013 una empresa con el único fin de cobrar a través de ella un dinero procedente del gobierno de Venezuela y utilizarlo para alquilarle al Canal 33 el tiempo de emisión de la Tuerka.
Se trataba de aparentar que el dinero ingresado era el pago por servicios prestados por esta nueva empresa y que ésta, a su vez, gastaba en “aprovisionamientos” para su negocio el dinero que, en realidad, iba a parar a La Tuerka. Nunca estuvo en el ánimo de Monedero ni contratar empleados para su recién nacida compañía ni contratar servicio alguno con otras empresas o con trabajadores autónomos —es decir, la actividad habitual de cualquier sociedad—, lo único que pretendía era tener una herramienta para poder justificar el dinero que llegaba de fuera sin aparecer él como el receptor, en cuyo caso habría tenido que declarar unas rentas personales impropias de quien dice vivir de su nómina de profesor y sujetas a un tipo impositivo muy superior al de su nueva empresa virtual.
O sea que sí, fue una operación camuflaje que le sirvió para pagar menos impuestos de los que tendría que haber pagado. No sólo porque tributó como beneficio empresarial lo que era una renta personal sino porque anotó como gastos empresariales el dinero que destinó a mantener La Tuerka. Claro que no es el único español que ha recurrido a este procedimiento: Hacienda realiza cada año cientos de inspecciones a sociedades cuyo criterio de liquidación fiscal no comparte y a las que obliga a distinguir la actividad de la empresa de la actividad de su administrador (para entendernos, que Monedero si quiere puede facturarle a Venezuela a través de su sociedad —que la Universidad se lo permita es otra historia— pero luego su sociedad ha de pagarle a él ese trabajo, ha de tener al menos un empleado o autónomo dado de alta, que es él mismo—), no es el único al que le ha pasado pero sí es de los pocos que, al verse en esta tesitura y en lugar de aceptar el criterio correcto, pagar y punto, ha protagonizado esta reacción en dos tiempos:
· Primero, asegurar que todo lo que se publica es un cuento y que él ya tiene pagados todos los impuestos que le corresponde pagar.
· Segundo, atribuir la difusión de estas noticias falsas a una campaña política para hundir Podemos.
Dos meses después de la primera información, veinte días después de que El Plural aportara la declaración de ganancias de la empresa -más de quince han pasado desde que prometió presentar las facturas, el contrato y los informes de asesoramiento-, Monedero ha venido a confirmar (o Podemos ha venido a confirmar por Monedero) que todo aquello que se dijo (y que tanto indignó a su partido) sobre la ingeniería fiscal era correcto.
El empresario simulado ha presentado una declaración complementaria que, por lo que se sabe, consiste en que él admite que el dinero lo percibió él y que, por tanto, debió tributar como IRPF. Entiéndase, entonces, que la complementaria es de su declaración de IRPF de 2013 incluyendo en el capítulo “ingresos por mi trabajo” los 400.000 euros del ala. Lo que no evita que si Hacienda tenía ya decidido hacerle una inspección a su compañía —no al contribuyente que tenía más renta de la que dijo sino a la sociedad que administra— se la haga. Y que en el curso de esa inspección le solicite los documentos que acreditan que los ingresos recibidos corresponden a trabajos de asesoría prestados a entidades públicas de otros países.
Es decir, que ponerse al día con Hacienda como contribuyente particular no libera a Monedero de aportar, ahora, los papeles que prometió entregar a los medios y que, a día de hoy, no han aparecido. Los papeles que sostengan la versión que él ha dado sobre quiénes y por qué le han pagado ese dinero. Fue él quien dijo en televisión que en cuanto le autorizaran sus clientes los presentaría, quizá esta misma tarde, añadió, hace quince tardes.
El comunicado que hoy ha difundido Podemos (y que tratándose de un asunto particular de su dirigente debería haber difundido él mismo) menciona que la complementaria la presentó sin que existiera notificación de inspección alguna, pero lo que quiere decir es que sabiendo que se le estaba intentando notificar la apertura de inspección, presentó antes la complementaria. Habrá que preguntarle ahora a Pablo Iglesias por qué afirmó repetidamente que Monedero tenía sus obligaciones fiscales perfectamente cumplidas. O sobradamente, como dice la nota de Podemos. O a Iglesias le contó una milonga Monedero o Iglesias nos la contó a nosotros.
Dice su partido hoy que es Monedero quien ha optado por la opción más favorable para la Hacienda Pública: trata de presentar al político como un ejemplo de contribuyente desprendido que pudiendo optar entre pagar poco y pagar mucho ha escogido (ha optado por) esto segundo. Sobradamente. Hombre, no. Monedero no opta. Podría haber optado (y optó) hace muchos meses, cuando decidió qué le contaba a Hacienda sobre sus ingresos económicos. Entonces sí optó, justo en el sentido contrario al que hoy dice su partido.
Hoy lo que ha hecho es contener el daño. Intentarlo. Poniendo en orden su IRPF, y adelantándose a lo que sabe que habría acabado indicándole Hacienda, en la confianza de que eso le evite más problemas. O más inspecciones.
Podemos, el partido que a la vez que subraya que todo esto no tiene nada que ver con la organización ni con su financiación, hace de portavoz de Monedero, sí pudo optar. Pudo optar —hoy mismo pudo— por atenerse a los hechos y admitir que uno de sus dirigentes, en su actividad particular, declaró menos impuestos de los que le correspondían. Pero optó por desmentir lo que ahora se comprueba cierto. Y ha optado hoy, con este comunicado que presenta la complementaria como un nuevo y encomiable ejemplo de generosidad con el Estado, por lo mismo que optó Biden en aquella campaña del 88. Descubierto en falta, tratar a los demás como si fueran bobos