El Monólogo de Alsina: "¿Qué pasa si en el curso de esta guerra acaban siendo Obama y Putin los que se combaten uno al otro?"
Hay veces que Margallo lo busca, el protagonismo. Pero otras veces se le viene encima sin buscarlo. Desde hoy es ministro de Exteriores del país que preside el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Este mes nos toca. El Gobierno lo presentó en su día, porque lo fue, como un éxito diplomático. Le madrugamos el asiento en el Consejo a Turquía. Somos miembro temporal del máximo órgano de las Naciones Unidas y ahora nos toca presidirlo. Y vaya mes nos ha tocado, carambolas del destino.
Porque el mes de octubre comienza con más madera para este remake de la guerra fría que se traen entre manos dos íntimos enemigos: el americano, Obama, y el ruso, Putin. Con Siria tomándole el relevo a Ucrania como campo de entrenamiento en el que poner a prueba su potencia militar y su influencia. Un terreno embarrado —colmado de minas— en el que se enfrentan un régimen represor que ha matado mucho y al que la revolución de hace cinco años le sirvió de excusa para matar más todavía; y una organización yihadista que ha fundado lo más parecido a un estado criminal basado en la limpieza étnica. En Damasco, el asesino múltiple Al Assad; en Al Raqa, el asesino múltiple Bagdadi. Huyendo de ambos, cientos de miles de familias sirias. Y a cuenta de ambos, la división de opiniones sobre qué debe hacerse en Siria (y para qué) que ha enfrentado ya, y va a ir enfrentado cada vez más, a Obama y Putin.
Este señor, Carter, es el ministro de Defensa de los EEUU. La coalición internacional que lidera Estados Unidos y de la que discreta, tímida, gregariamente formamos parte, combate a los yihadistas sin que eso signifique que sienta el menor aprecio por el régimen sirio. La alianza de países que está en sintonía con Rusia combate también al yihadismo pero haciendo piña con el régimen, sacando la cara por Al Assad y buscando perpetuar en la región un aliado de Irán y Rusia.
Que Putin haya empezado a exhibir, coincidiendo con su presencia en Nueva York y su evidente mal rollo con Obama, la actividad militar rusa en Siria introduce un nuevo elemento de riesgo: que entre tanto avión ruso y norteamericano —y francés y británico— lanzando bombas en territorio sirio, acabe saltando una chispa, un error, algo que desencadene una escalada militar entre rusos y americanos. Qué pasa si en el curso de esta guerra acaban enfrentados no Al Assad y Al Bagdadi, sino la coalición proamericana y la coalición prorusa. Qué pasa si acaban siendo Obama y Putin los que se combaten uno al otro.
España, de presidenta de turno del consejo de seguridad. Es un puesto sin peso real, es cierto, pero te toca tomar postura, conocer a fondo los temas, expresar criterio. Y la última vez que el gobierno de España expresó criterio sobre Siria pasaron dos cosas: que Margallo dijo que es hora de contar con Bashar Al Assad en la ecuación negociadora y la vicepresidenta Santamaría salió a corregir abiertamente al ministro; y que interrogado el presidente sobre el criterio de su gobierno respecto de la crisis siria, en qué posición estamos, despejó pocas dudas. Nuestra postura, dijo, es desear que la comunidad internacional encuentre una solución para que nadie más muera. Al presidente anterior le habrían acusado de sacar de la funda su guitarra. Al de ahora habrá que reclamarle un discurso un poco más matizado, y elaborado, como presidente que hoy es, temporal, por turno, del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Habla una madre. Para anunciar que no va a parar hasta que le permitan dejar morir a su hija. Estela Ordóñez, madre de Andrea. “He sido estos doce años sus manos, sus ojos y su boca”, dice la madre, “y como tal quiero que entiendan en nombre de quién hablo”.
Andrea, doce años, víctima de una enfermedad degenerativa, rara, irreversible, hospitalizada desde el mes de junio y sin esperanza de mejorar. Los padres han acompañado a su hija en estos doce años, en Noia, Coruña. La han acompañado todo el tiempo, peleando con ella contra todos los obstáculos que le ha ido poniendo una vida difícil. “Una luchadora”, dicen los padres, “una campeona que ha llegado hasta donde ha podido”. Y ahora ya se ha rendido porque el camino ha llegado al final y sólo queda ayudarla en la partida.
Estela Ordóñez y su esposo, Antonio, van a seguir intentando convencer al equipo médico del clínico de Santiago para que retiren la alimentación a su hija y la seden para paliarle el dolor de este último tramo de su vida. Caso de no lograr el acuerdo del servicio de pediatría, recurrirán al juzgado para solicitarle medidas.
Y probablemente ese acabe siendo el desenlace judicial, administrativo, de esta tremenda historia. Cuál es la decisión más dificil que pueden llegar a tener que tomar unos padres, sino la de pedir a los médicos que retiren el último anclaje que mantiene a su niña unida a la vida. Que la dejen marchar.
Una vez les conté la frase que pronunció aquel médico, Verhagen, que promovió la despenalización de la eutanasia infantil en Holanda: no actuar penalmente contra médicos o padres que en circunstancias extremas, irreversibles, en las que no hubiera otro horizonte para el menor enfermo que el sufrimiento antes de la extinción de su vida. Incluso defendiendo, como este médico defendió, que no es justo castigar ni a padres ni a médicos que, en situaciones plenamente justificadas, dejaran marchar a un niño enfermo, añadía siempre esta frase: “No es solo el trance de tomar esa decisión, la de tirar la toalla y asumir que no hay remedio; es estar preparado para vivir tú después de haberlo hecho”.